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Anuncios de la FED sobre política monetaria contra la inflación no lucen creíbles

“Huyó” de los impuestos de New York y se ahorró $ 13.800 por día

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La inflación llegó a 7,5% y el interés de los bonos del gobierno a 10 años pasó del 1.4% al 1.8% en enero, mientras la tasa hipotecaria a 15 años era del 3.2% y la tasa de los préstamos para automóviles a cuatro años del 3.5% ese mismo mes. Esas tasas (al igual que las de los bonos corporativos) son tasas reales negativas porque son menores que la inflación. Los bancos pagan bajos tipos de la interés reales negativos (menores que la inflación) a la Reserva Federal –FED– y a sus depositantes, así captan recursos que prestan a tasas de interés algo más altas, pero todavía inferiores a la inflación, y obtienen utilidades como intermediarios en la diferencia entre esas dos tasas reales negativas.

Pero cuando la FED anunció una futura política monetaria más estricta y los índices bursátiles bajaron en enero el escenario se tornó inestable.

Aunque el S&P 500 cayó 5,5 % en enero, había subido 27 % en los 12 meses previos. Pocas empresas cambiarían realmente sus planes porque la tasa de los préstamos suba del 3% al 4%. Una tasa de interés nominal del 4% sería alta únicamente si la inflación de precios cayese significativamente, algo que nadie espera con una política monetaria como la actual.

Tras caer un 3.4% en 2020 el PIB de los Estados Unidos creció un 5.7% en 2021. El Fondo Monetario Internacional (FMI) predice un crecimiento del 4% en 2022. Pero mientras el gasto y la deuda pública baten récords, la inversión privada en capital fijo crece poco y lentamente.

Los salarios reales cayeron durante meses por la débil demanda de mano de obra. A los efectos de los previos cierres discrecionales y prolongados de las economías sobre la delicada estructura del capital, le seguirán cuellos de botella, por lo que la capacidad de producción no logrará satisfacer la demanda.

Mientras la disciplina monetaria de la FED sea puramente retórica, manteniendo el crédito barato para evitar ajustes de alto coste político para la administración, la estanflación será un escenario futuro cada vez más posible.

Por ahora y con crédito barato las perspectivas de crecimiento de 4% o más en 2022 seguirán luciendo bien a corto plazo, porque el mercado de bonos no ofrecerá alternativas atractivas. Mientras la FED se abstenga de incrementar las tasas de interés hasta tasas positivas en términos reales, los inversores seguirán comprando acciones, especialmente tras ocasionales recogidas de beneficios como la de enero. Si la inflación baja unas escasas fracciones de punto, inversionistas y banqueros anticiparán una respuesta generosa de la FED.

La economía estadounidense no puede ir hacia un crecimiento productivo sano porque durante los cierres de la economía ocasionados por la emergencia del Covid-19, creció demasiado el gasto junto a la deuda y las presiones regulatorias y fiscales. El actual escaso crecimiento depende completamente de la inflación y el crédito barato. Un reajuste de las distorsiones económicas acumuladas pasaría necesariamente por una recesión, pero la administración Biden decidió mantener e incrementar las presiones fiscales y regulatorias apostando al crédito barato, sin importarle la inflación, porque aspira a “crecer” con su gran burbuja verde de subsidios y especulación.

Aunque se adoptara ahora una política monetaria restrictiva, sin una caída de la presión fiscal y una profunda desregulación tomaría años absorber las consecuencias de la manipulación monetaria y bajar la deuda pública a niveles sostenibles. Actualmente un buen número de empresas están sobrevaluadas porque los inversionistas apostaron a la captura de rentas por las corporaciones de alta tecnología y energía “limpia” políticamente cercanas a Washington. Esas empresas y las que dependan directa e indirectamente de ellas caerán si las condiciones crediticias se endurecen o los inversores se asustan por cualquier motivo.

A corto plazo todo indica que tienen razón quienes consideran que los anuncios de la FED sobre una política monetaria estricta, todavía no son serios. Si vemos una desaceleración moderada y las tasas siguen siendo negativas la fiesta seguiría por algunos trimestres a la espera de una nueva burbuja que la prolongue más tiempo. Hasta que finalmente la necesidad de controlar la inflación endureciendo el crédito arroje luz sobre la acumulación de errores de inversión en toda la economía y una recesión –que será peor mientras más se la retrase artificialmente– corrija los desajustes para permitir un nuevo crecimiento razonablemente sano.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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