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AUKUS: el nuevo pacto entre América, Reino Unido y Australia contra Beijing

AUKUS, El American

Vivimos una segunda guerra fría. Una muy distinta de la anterior. Las superpotencias hoy enfrentadas son la RPCh y los Estados Unidos y las primeras líneas no están en Europa y el Ártico, sino en el Indo-Pacífico y Asia Central

Es un enfrentamiento político, militar e ideológico global con una dimensión comercial inconcebible en la primera Guerra Fría. El expansionismo de Beijing y su creciente agresividad en el Indo-pacífico forzaron a los Estados Unidos —contra lo que desearía la administración Biden-Harris— a una contención creciente, al menos en el Indo-pacífico.  

Recientemente los Estados Unidos, el Reino Unido y Australia anunciaron el nuevo pacto de seguridad trilateral AUKUS de defensa conjunta en el Indo-Pacífico ante la creciente amenaza china. El AUKUS incluirá:

  • Más despliegue rotatorio de aeronaves estadounidenses en Australia, con más entrenamientos y ejercicios.
  • Un aumento de capacidades logísticas y de mantenimiento de buques de superficie y submarinos de los Estados Unidos en Australia.
  • Ejercicios regulares terrestres más complejos e integrados de fuerzas estadounidenses con sus aliados y socios del Indo-Pacífico.
  • Una empresa combinada de logística para la guerra de alto nivel mediante operaciones militares conjuntas.

Contener a China en el Indo-Pacífico dependía de dos arcos que había debilitado la complaciente política de la administración Obama ante China. En 2012 Washington instó a Manila a retirar sus fuerzas navales de las cercanías de Scarborough Shoal Toma, mientras Beijing incumplía su promesa de retirar sus naves, fortalecía sus bases en islas artificiales al este de Palawan y tomaba el atolón filipino del Bajo de Masinloc. 

Obama debilitó a Manila impulsando la agresividad de Beijing en la disputa por el estratégico archipiélago las Spratly. Biden comprometió más los arcos de contención con su desordenada retirada en Afganistán, entregando Asia Central a las manos de Beijing. 

Ante la creciente amenaza china, surgió el QUAD, alianza defensiva entre Australia, India, Japón y los Estados Unidos. Ya India se había aproximado a Washington en respuesta a que Pakistán se transformara en satélite de Beijing. 

El AUKUS incluye un nivel de inteligencia compartida suficientemente elevado como para compartir tecnología militar altamente confidencial. Tanto el QUAD como el AUKUS buscan contener a China en el Indo-Pacífico, pero el AUKUS es entre tres miembros de los Cinco Ojos, la alianza de Inteligencia que en la primera Guerra Fría se estableció entre: Australia, Canadá, Nueva Zelanda, el Reino Unido y Estados Unidos. Los Cinco Ojos comparten inteligencia estratégica de un nivel confidencial que no comparten aliados del QUAD o la OTAN.

Pese a la ventaja estratégica que ha obtenido en Asia Central tras el desastre de Afganistán y las ventajas diplomáticas y propagandísticas que ha cosechado de la imagen de debilidad y desorden que proyecta el Washington de la actual administración, Beijing reacciona con despecho ante un Washington forzado por sus aliados —y la realidad geopolítica— a ser un poco menos complaciente de lo que fue la administración Obama ante China. 

Beijing amenazó veladamente a Camberra con posibles ataques nucleares, por emplear submarinos de propulsión nuclear sin armamento nuclear y albergar bases americanas. Más despecho —y menos entendible— escenificó un París que soñó que, sin Trump de por medio, sería un aliado de primer orden de Washington sin modificar la doctrina exterior de la Quinta República. 

Australia canceló un contrato de submarinos a Francia para adquirir ocho submarinos de propulsión nuclear americanos. Una tecnología que Estados Unidos no compartiría con otros aliados. Los submarinos se entregarán en 2030, pero Australia podrá alquilar submarinos nucleares americanos antes. 

París declaró que Estados Unidos no es confiable y Australia traicionaba a un aliado. Visto que los Estados Unidos post-Trump no consideran a Francia un aliado principal —algo que en París daban por hecho— los embajadores galos abandonaron Washington y Canberra. Y Francia amenazó con reconsiderar su futuro en la OTAN.

Pero el nuevo contrato entre Estados Unidos y Australia es contra Francia. Canberra pagará las penalidades por cancelar un contrato que tenía que abandonar porque Beijing amenaza su seguridad nacional y únicamente una asociación más cercana con Estados Unidos les garantiza la  disuasión de Beijing. 

La escalada represiva del PCCh de Xi Jinping contra la sociedad civil, empresas y empresarios privados de China, la imposición del totalitarismo en Hong Kong y la escalada de amenazas contra Taiwán señalan que Beijing se siente suficientemente poderoso como para recrudecer el totalitarismo adentro y avanzar propósitos hegemónicos afuera. 

La aspiración de influencia global mediante la nueva ruta de la seda, su manipulación de reglas del comercio internacional, su creciente agresividad en el Indo-Pacífico y ascendente gasto militar lo dejan todo claro. Los submarinos nucleares son la principal ventaja naval de Occidente sobre China. Son más potentes, más difíciles de detectar y pueden permanecer sumergidos más tiempo que los Diesel. Pero, un París despechado repitió y empeoró su reacción ante Suiza por la compra de los F-35 americanos en lugar del Eurofighter Typhoon o el Rafale. 

Macron ostensiblemente se ha negado a reunirse con miembros del Gobierno suizo. Francia y Alemania marcan ruta a una Unión Europea que se debate entre ridículas pretensiones de “superioridad” moral,  intereses comerciales mercantilistas y ceguera geopolítica intencional. Así únicamente pueden cosechar los peores resultados: “valores” comprometidos y pérdida del mercado chino. Una ceguera que comparte sorprendentemente una Nueva Zelanda que enfrenta los mismos desafíos que Australia. 

Ante las aspiraciones hegemónicas chinas, el AUKUS muestra tres cabezas saliendo de la arena en un Occidente de avestruces que ya entregó torpemente Asía Central a Beijing. Y que contra el más elemental realismo político se empeña en lanzar a Moscú en brazos de Beijing. El realismo político del Kremlin no conoce límites y Putin está alineando eficazmente su objetivo personal de mantener el poder de por vida con la potente promesa de garantizar la soberanía, identidad y poder rusos, mediante una alianza estrecha con Beijing.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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