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Biden se niega a enfrentar a la amenaza de Beijing: ¿por qué?

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Los efectos de la invasión rusa de Ucrania deberían incluir profundos cambios en la política exterior de los Estados Unidos, tanto en Europa como en Indo-Pacífico. Pero la administración Biden seguirá aferrada, hasta donde pueda, a la complaciente política de Obama hacia China. Las presiones internas por una respuesta estratégica global de Washington ante las ambiciones hegemónicas de Beijing dependen del que tras las elecciones legislativas de medio termino la administración demócrata enfrente una Cámara de Representantes de mayoría republicana, en tanto las externas ya provienen de los aliados en el Indo-pacifico.

Biden no renunciará a la política dual de competencia y cooperación de Obama hacia China y seguirá aferrándose a una estéril búsqueda de compromisos constructivos con Beijing. La nueva estrategia para el Indo-Pacífico anunciada en febrero se concentró en “enfrentar el cambio climático” y no mencionó las agresivas acciones desestabilizadoras de Beijing. El documento únicamente  menciona la continuidad de la cooperación diplomática y militar de Washington con sus aliados y la asistencia diplomática y militar a Taiwán, en un tono que evita las “líneas rojas” de Beijing.

Un cambio estratégico integral pasaría necesariamente por fortalecer la Iniciativa del Departamento de Justicia para identificar y enjuiciar el robo de secretos comerciales, la piratería y el espionaje económico de Beijing, así como para proteger la infraestructura crítica de potenciales amenazas chinas y revelar esfuerzos encubiertos chinos para influir en los legisladores americanos. Pero el Fiscal General Garland anunció que dicha iniciativa está bajo revisión y el sitio web de la misma no se ha actualizado en meses, lo que parece indicar que estaría congelada.

Police stand guard in the Tiananmen Square prior to the opening session of the Chinese People’s Political Consultative Conference (CPPCC), in Beijing, China, 04 March 2022.

La Cámara de Representantes de mayoría demócrata aprobó recientemente la Ley COMPETES, cuya discusión abrió la oportunidad de un consenso bipartidista sobre la seguridad y competitividad americana antes los complejos desafíos que implican las políticas imperiales de Beijing. Una oportunidad perdida pues la ley casi no menciona a Beijing y se limita en una serie de políticas internas y climáticas.

Una voz discordante en la propia administración fue la del director del FBI, Christopher Wray, cuando el 31 de enero declaraba:

“El desprecio del gobierno chino por las normas de liderazgo global, el hambre despiadada por la superioridad económica y el deseo de influir en la política estadounidense lo convierten en una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos”

Hay advertencias de expertos, por ejemplo, en su actualización del 1 de marzo un reporte del Servicio de Investigación del Congreso –CRS– titulado Renewed Great Power Competition Implications for Defense indica:

“El surgimiento de la competencia de grandes potencias como China y Rusia ha cambiado profundamente la discusión de los temas de defensa de Estados Unidos de la que tuvimos en la era posterior a la Guerra Fría (…) Las capacidades en armas nucleares de China son actualmente más modestas que las de Rusia, pero se informa que China está modernizando y aumentando velozmente sus fuerzas nucleares dentro de su esfuerzo general de modernización militar”

La administración Biden insiste en priorizar la búsqueda de la cooperación China en una “acción climática global” pese a que Beijing lo rechaza descartando la urgencia ambiental de Washington. La administración Obama persistió en su política de competencia y cooperación sin otro resultado que debilitar la posición de los Estados Unidos ante Beijing y Biden se aferra a la misma política. Si las elecciones de medio término dan una mayoría republicana en la Cámara, los representantes Mike Rogers y Michael McCaul probablemente presidirían los Comités de Asuntos Exteriores y Servicios Armados presionando por una respuesta estratégica Global ante China. Pero sin una mayoría republicana en el Senado Biden mantendría casi intacta su política china.

Una cobarde inercia ante la influencia del ala neomarxista en la política demócrata, fracasos internos y externos e impopularidad creciente serían una lamentable explicación, pero con las relaciones de negocios con China de las familias Bush, Pelosi y Biden revelados por Peter Schweizer  en su libro “Red Handed: How American Élites are Helping China Win“ (que reseñé recientemente) luce mucho peor la insistencia de Biden en los “negocios como de costumbre” con China.   .

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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