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En plena pandemia, el Canal de Suez nos recordó la delicada estructura dinámica del capital

estructura dinámica, El American

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La problemática desatada en Canal de Suez nos recordó la delicada estructura dinámica del capital, así pues, muchos descubrieron asombrados dos cosas cuando un gigantesco carguero encalló bloqueando el Canal. Primero, que si se bloquea una arteria crítica del comercio global en un lugar, suben los precios del petróleo en todo el mundo –mala noticia para unos Estados Unidos que habían alcanzado con la administración Trump la independencia energética que la administración Biden-Harris está destruyendo conscientemente–. 

Claro que el alza del combustible en los Estados Unidos no se debe a Suez, sino a erradas, y erráticas, políticas energéticas en curso. Pero el mundo está cada vez más interconectado, desde que empezó la revolución industrial. Eso –que tiene riesgos y costos– es bueno. Trae prosperidad –en mayor o menor grado– a cada rincón del mundo. Logra que millones salgan de la pobreza. 

Pero la globalización –no el globalismo– no pasa por encarecer mediante impuestos y regulaciones la operación de la industria local destruyendo su competitividad. Ni por permitir que Beijing –que ya es una superpotencia enemiga emergente– abuse del comercio internacional, clasificándose de desarrollado para proyectar su expansión global, y de subdesarrollo para cerrar su mercado interno a productos y servicios foráneos, mientras exige la apertura del mundo a sus productos, servicios e inversiones. Y no olvidemos su manipulador control de cambios. 

La estructura dinámica del capital
Estructura dinámica, Blockade cost $9 Billion Per Day
“Si se bloquea una arteria crítica del comercio global en un lugar, suben los precios del petróleo en todo el mundo –mala noticia para unos Estados Unidos que habían alcanzado con la administración Trump la independencia energética que la administración Biden-Harris está destruyendo conscientemente–. ” (EFE)

También sorprendió a muchos descubrir que el buque fuera propiedad de una empresa fundada en un país que maneja sus operaciones navales en otro y registra buques bajo bandera de un tercero. Motivos tributarios, obviamente y para usted es mejor así. Sino, todo lo que compra –porque todos los productos locales tienen más de un componente directo e indirecto importado– sería notablemente más costoso. Pero cuando se estiman las pérdidas ocasionadas por el encallamiento en órdenes de miles de millones de dólares quién las pagaría depende de esos complejos entramados legales. Bueno es recordar que sí existen y que pasan por paraísos fiscales, debido a que el mundo está lleno de infiernos tributarios.

La crisis en el Canal de Suez se cruzó peligrosamente con la de los cierres como estrategia contra la pandemia, revelando un problema que únicamente se entiende a la luz de la teoría del capital de la Escuela Austríaca

Afirma el paradigma dominante en economía que “el capital es un fondo homogéneo que se auto reproduce”, sutilezas más o menos, es absurdo. El capital no es un stock, es un flujo. Y nunca es homogéneo. Las máquinas de troquelar metal son capital, como las máquinas de coser. Pero las troqueladoras no pueden coser tela y las máquinas de coser no pueden troquelar metal. 

El capital es inversión cuya reorientación suele ser difícil –frecuentemente imposible– cuando cambia la demanda. Es capacidad productiva derivada del ahorro previo, invertido en lo que alguien ayer  especuló que sería rentable mañana, “adivinando” demanda futura. Sus costes financieros –la cambiante tasa interna de retorno– también están sujetas a cambios imprevisibles. Pero se invierte a futuro, generalmente con razonable acierto

¿Por qué? Porque buena parte del mundo vive en algo similar a economías de libre mercado –especialmente las partes más prósperas del globo– con suficiente economía de mercado como para que la estructura del capital sea dinámicamente eficiente. La estructura dinámica del capital se reajusta por especulaciones de infinidad de empresarios que manejan información privativa, dispersa e intransmisible, de una parte de la estructura en la que operan. Y especulan su relación dinámica con el resto de la estructura.

La clave es que los precios transmiten información agregada y sintetizada, de todo lo que ocurre en esa infinitamente compleja estructura de interrelaciones. Ni más, ni menos ¿Y por qué mencioné los cierres como estrategia sanitaria contra la pandemia? Pues porque esos cierres han puesto a los gobiernos a decidir cuestiones sobre las que carecen de información. Información que su propia intervención impide que se cree.

Los precios alterados pasan a transmitir información falsa, desorientando la inversión y ocasionando errores costosos. Así se crean las burbujas cíclicas que estallan iniciando recesiones: abaratando artificialmente las tasas de interés para crear circulante inflacionario, que de una parte falsea las tasas internas de retorno y de otra crea un espejismo de demanda irreal que desaparecerá al estallar la burbuja. Pero ese es otro tema. 

El asunto de hoy es que en la infinitamente compleja interrelación dinámica de la estructura del capital, del ahorro e inversión presentes, para demanda y utilidad futuras –especular el futuro, más o menos, acertadamente. O perder lo invertido– los cierres hicieron a gobiernos decidir qué sectores podían trabajar y qué sectores no 

¿Cómo decidir? En el peor de los casos con indiferencia a los costos –tanto económicos, que son de vida o muerte, como sanitarios que en muchas otras patologías no relacionadas con la pandemia, también son de vida o muerte– .

Y en el mejor de los casos, por lo que sus expertos –que creen que “el capital  es un fondo homogéneo que se auto reproduce”– sacan de modelos matemáticos que jamás predicen la dinámica real de los mercados. Y fallaron. Sobre-impulsaron crecimientos que ni siquiera preveían, llevaron a la quiebra a sectores que pretendían proteger. Y finalmente, empujaron complejas cadenas de suministro al borde del colapso, hasta que el encallamiento de un buque en el Canal de Suez.

Afortunadamente Merkel lo vio a tiempo, porque los cierres draconianos dejaron las cadenas de suministro al borde del colapso. En Alemania, Ángela Merkel renunció a otra ola de cierres. Y mientras Cuomo y Newsom devastaron sus estados, DeSantis ganó y señaló el camino. En reales emergencias, (que pueden forzar medidas extraordinarias de control temporal limitado para salvar vidas), hay que mantenerse lo más cerca posible del reajuste dinámico espontáneo de la estructura del capital y distorsionarla lo menos posible.

O asumir responsabilidad por consecuencias que, en prosperidad y vidas perdidas, siempre serán peores. Explíquenselo al gobernador que aspiraba a obtener cuatro millones de dólares por el libro en que pretende presentar como “éxito ejemplar” su desastroso manejo de la pandemia.  

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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