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El costo oculto de las desastrosas políticas fiscales y monetarias de la pandemia

Economía, El American

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Siempre que se expande desordenadamente el gasto público —por reales o supuestas emergencias— se termina financiándolo mediante la expansión monetaria al coste de empobrecer a los más pobres y expoliar a los más productivos. Nada bueno salió jamás de eso.

Y siempre se dijo que “esta vez era diferente” como tantos políticos —y economistas— insisten nuevamente en afirmar hoy. Pero no lo es. El coste oculto futuro supera, hoy como siempre, ampliamente a las ventajas presentes de corto plazo. Y como siempre, lo pagarán los más débiles.

Es un problema de teoría económica. Y para explicarlo, resumiendo muy estrechamente a Böhm-Bawerk, diré que partiendo de sus escalas de preferencia subjetivas ordinales y dinámicas los individuos deciden que intercambios realizar y cuáles no realizar, con lo que en un mercado más o menos transparente los precios a los que la abrumadora mayoría de los agentes realizaran transacciones se establecerá en un intervalo entre las valoraciones marginales de compradores y vendedores más próximas.

Intervalo que se desplazará dinámicamente porque cambian constantemente las valuaciones subjetivas de los sujetos y los factores que las condicionan. Quedarán fuera del mercado quienes no están dispuestos a comprar o a vender en ese rango, e ingresarán al mercado en la medida que el cambio de sus valoraciones, del intervalo de precios de mercado o de ambos, lo permita. Aplicar la teoría de precios al dinero revelaría que el dinero presente se cambia por  bien dinero futuro en el intervalo de una tasa de interés intersubjetiva que emerge de un proceso similar al de los precios. Similar pero no igual, porque todo intercambio indirecto es de dinero por bienes y servicios.

La utilidad del dinero es la de medio universal de intercambio indirecto. Y si el precio de todos los bienes se expresa en dinero, el precio del dinero —que no es la tasa de interés— únicamente lo pudiéramos expresar en bienes, pero no lo podríamos expresar con razonable precisión en una cesta o promedio de bienes, porque las escalas de valores subjetivas de las personas son inestables. Como explica Rothbard:

“Supongamos, por ejemplo, que la oferta de dinero aumenta un 20 por ciento. El resultado no será, como da por sentado la economía clásica, un simple aumento general del 20 por ciento en todos los precios. (…) Ahora bien, no todos los precios aumentarán simplemente un 20 por ciento, porque cada individuo tiene una escala de valores diferente, un ordenamiento ordinal diferente de las utilidades, incluso las utilidades marginales relativas de los dólares y de todos los otros bienes de su escala de valores. A medida que aumenta el stock de dólares de cada persona, sus adquisiciones de bienes y servicios variarán de acuerdo con la nueva posición que éstos ocupan en su escala de valores respecto de los dólares. Por lo tanto, variará la estructura de la demanda, al igual que los precios relativos y los ingresos relativos de la producción, y se modificará también la composición de la gama de bienes y servicios que constituyen el poder adquisitivo del dólar”.

En una economía monetaria, el dinero es el único bien que se encuentra en estado de trueque con los demás bienes y servicios por lo que en el estricto presente no tenemos, ni podríamos tener, un precio monetario del dinero. Poder de compra, el concepto con el que identificaríamos un “precio del dinero” no equivale al nivel de precios en un  índice. Pero que no podamos medirlo realmente no significa que no exista. El poder de compra es un precio del dinero en bienes cuya existencia entendemos todos.

El problema del que el valor marginal del dinero se derivase de su utilidad como medio de intercambio y aquella a su vez de su poder de compra, fue resuelto por el teorema regresivo de Mises en su “Teoría del Dinero y el Crédito de 1912. Rothbard resumió la teoría marginal aplicada al dinero por Mises así:

“Las utilidades relativas de las unidades monetarias comparadas con otros bienes determinan la demanda de saldos de caja de cada persona, es decir, qué porción de su ingreso o su riqueza conservará como saldo de caja, comparado con la cantidad que habrá de gastar. Aplicando al dinero la ley de la utilidad marginal (ordinal) decreciente, y teniendo en cuenta que su ‘uso’ ha de reservarse para su futuro intercambio, Mises llegó implícitamente a una curva de demanda descendente para el dinero en relación con el poder adquisitivo de la unidad monetaria”.

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Friedrich August von Hayek & Ludwig von Mises.

Este poder adquisitivo, al que Mises denominaba también “valor de cambio objetivo” del dinero, estaba determinado entonces, como en el análisis común y corriente de la oferta y la demanda, por la intersección del stock de dinero y la demanda de un plan de saldos de caja. (…). Mises terminó de redondear el análisis señalando que la oferta total de dinero en cualquier momento dado no es ni más ni menos que la suma de los saldos de caja individuales existentes en ese preciso momento. En ninguna sociedad existe dinero que no tenga dueño: el dinero pertenece siempre a alguien y, por tanto, siempre forma parte del saldo de caja de algún individuo.

Y es en ese sentido que el dinero fiduciario es dinero, en la medida que los saldos de caja están depositados a la vista, el circulante ampliado resulta ser el dinero, y no es difícil comprender que tal frágil es un dinero que existe únicamente como promesa sobre una base monetaria muy inferior al circulante. Ese es el problema que no estamos viendo a tiempo, en medio de urgencias, políticas y económicas importantes en sí mismas. La expansión monetaria que financia la desordenada expansión fiscal desarticulará la estructura del capital más que los efectos de la pandemia —y del desastrosos avance del intervencionismo aprovechando la misma— con consecuencias terribles que pagarán principalmente quienes —están creando hoy la tormenta futura— afirman proteger con lo que hacen.

La expansión del crédito —que financia la desordenada expansión del gasto— desarticulará la estructura del capital más que la pandemia y las consecuencias recaerán principalmente sobre aquellos a los que, quienes están creando hoy la tormenta futura, afirman proteger con lo que hacen. Es un problema de teoría económica. Ni es cierto que no había otra manera. Ni que se hizo lo mejor posible. Había otra manera y se ha hecho lo peor posible. Las consecuencias llegarán —para los Estados Unidos y el mundo— en las peores circunstancias  posibles. El problema será el efecto sobre la estructura del capital, que no es “un fondo homogéneo que se auto reproduce” sino una estructura intertemporal en equilibrio dinámico. Y constante cambio.

Mises resumía el ciclo explicando que en ausencia de aumento en los productos intermedios y sin posibilidad de alargar el período medio de producción, se establece una tasa de interés correspondiente a un período medio de producción más largo, “la caída en el tipo de interés debilitase los motivos de ahorro, haciendo más lento el tipo de acumulación de capital” con lo que tienden a consumirse los medios de subsistencia antes de que los bienes de capital empleados en la ampliación se transformen en bienes de consumo, la reducción de los bienes de consumo disponibles eleva su precio en tanto descienden los bienes de producción.

Y lo que hizo que los bienes de producción subieran más que los de consumo, se revertirá haciendo que los bienes de consumo se eleven y los de producción desciendan relativamente, aproximándose la tasa de interés nuevamente a la tasa natural.

Indicaba también que el contra movimiento se refuerza en que la reducción del valor de cambio objetivo del dinero empuja la tasa de interés por encima del nivel que se exigiría de no haber modificación en el valor de cambio objetivo del dinero. Y concluye que debido a que los bancos no pueden reducir continuamente la tasa de interés y poner a circular nuevos medios fiduciarios, en aquel tiempo momento por el limite metálico, pero también —ya advertía Mises que el limite metálico sería abandonado— porque de ser institucionalmente posible una avalancha de medios fiduciarios originaría finalmente una “situación de pánico imposible de contener”. Así, la antigua relación entre los precios de los bienes de producción y los de consumo no se restablecerá debido a que la distorsión habrá ocasionado una redistribución de la propiedad.

Y no será factible trasladar todo el capital de aquellos usos en que ya no produce beneficio a otros que sí lo produzca, con lo que una parte del capital se deberán dejar de emplear, o emplearse malamente en una actividad apenas económica. El problema de fondo de los efectos nocivos del desorden fiscal y su financiamiento monetario es que “algunos bienes económicos que podrían haber satisfecho necesidades más importantes se han empleado para otras de menor importancia” y únicamente “en la medida que pueda rectificarse la equivocación sufrida dirigiendo los recursos hacia un mejor empleo podrá evitarse la pérdida”.

Las principales obras en que Hayek trabajó sobre la teoría del ciclo de Mises fueron “Precios y producción“, “La Teoría monetaria y el ciclo económico“, y “La teoría pura del capital“. Y es interesante que las desarrollase paralelamente a su controversia con Keynes y sus seguidores de Cambridge de una parte. Y de la otra respondiendo a los monetaristas que intentaban una versión mecánica de la teoría cuantitativa adoptando la teoría del capital la de J.B. Clark y F.H. Knight. La del modelo de flujo circular de la renta.

El que el paradigma dominante en la facultades de economía tras la segunda guerra mundial fuera una síntesis de aquello colocó a la escuela austríaca en mala posición en el mundo académico, cuando menos hasta la segunda mitad de la década de los años ’70 del pasado siglo, cuando la síntesis neo-keynesiana —también llamada síntesis neoclásica— tropieza con la inesperada estanflación, Hayek es distinguido con el Nobel de economía por “su trabajo pionero en la teoría del dinero y las fluctuaciones económicas y por su penetrante análisis de la interdependencia de los fenómenos económicos, sociales e institucionales” y los macroeconomistas comienzan a tomar conciencia de una desconexión sin solución entre la teoría microeconómica y la teoría macroeconómica que usan.

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En ninguna sociedad existe dinero que no tenga dueño.

Lo cierto es que el precio presente de dinero es su poder de compra, y cuando cae, los agentes ajustarán eventualmente su preferencia temporal al nuevo valor subjetivo que darán en sus escalas de preferencias al dinero presente, y aunque modificarán su valoración subjetiva del dinero futuro, no mantendrán inalterada exactamente la proporción anterior  entre uno y otro. Variarán su preferencia temporal en favor del dinero presente porque requerirán mayores montos para hacer frente a equivalentes gastos. Y porque tenderán a no ahorrar en un dinero fiduciario que ha perdido valor.

Eventualmente las tasas de interés subirán para ajustarse a las expectativas de inflación futura, pero con un importante componente de incertidumbre el ahorro se debilitará cada vez más, mientras el medio de ahorro real se desplazará del dinero a otros bienes siempre —lo que implicará un incremento relativo del consumo— y a veces a otras divisas.

Generalmente las personas tenderían a reaccionar ante la pérdida de valor presente del dinero de maneras que ocasionarían una variación hacia una tasa de preferencia temporal intersubjetiva más alta, incluso si no anticiparan más inflación futura. Y esa es la fuerza económica subyacente que implica el alza de la tasa natural como producto de la baja de la tasa monetaria. Y que hace eventualmente insostenible la tasa monetaria artificialmente baja.

Nada hay de diferente hoy, excepto que las circunstancias políticas, geopolíticas e ideológicas son las peores posibles. Como siempre, el costo de la irresponsabilidad fiscal y monetaria recaerá fatalmente de un lado sobre los que menos tienen y del otro sobre los que más producen. 

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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