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El ABC de China para conquistar Occidente

Biden

El año 2020 ha sido indudablemente el peor para la humanidad en lo que va de siglo, cientos de miles de personas muriendo por una pandemia, economías arrasadas, hambre, sufrimiento, incertidumbre, en prácticamente todos los países del mundo ha reinado la angustia, en todos menos uno al que la situación le ha venido bastante bien: China.

A ciencia cierta y basándonos en los hechos verificables es temprano para determinar si el coronavirus que hoy invade al mundo fue una creación de China o si fue un accidente que se salió de control, lo que sí está demostrado es que el Partido Comunista sabía de esta amenaza antes que se esparciera por el planeta y no hicieron absolutamente nada para detenerlo, sino todo lo contario, presionaron para que la OMS no declarara una pandemia a principios de años y permitieron la salida de sus ciudadanos del país al resto del mundo, mientras cerraban sus propias ciudades. De cualquier forma, su culpabilidad es innegable, gracias a ellos hoy millones de personas pasan hambre, miles lloran sus pérdidas familiares y las economías del planeta sufren tempestades, y es allí, en este último apartado donde China está sacando provecho.

Mientras el mundo se encuentra en una profunda recesión económica, China ha sido el único país en presentar números positivos, en el tercer trimestre del año, su PIB creció un 4,9 % interanual, contradiciendo los pronósticos de especialistas económicos que esperaban un desempeño negativo, tal como ocurre en casi todo el mundo. ¿Y cuál fue uno de los principales bienes de exportación de esta economía durante el año? Las mascarillas y equipos médicos para “combatir el coronavirus”.

Bajo este contexto la influencia de China también se ha multiplicado en los últimos años, el país asiático ha prestado más dinero a los países en desarrollo —una gran mayoría ubicados en África— que el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y todos los demás gobiernos del mundo. Solo en el año 2018 China le ofreció 60.000 millones de dólares en financiamiento a África y la condonación de la deuda a los países más pobres en forma de préstamos sin intereses, todo esto a cambio claro está, de convertirse en sus marionetas, seguir las ordenes de Pekín y por supuesto, votar siempre a su favor en todo organismo multilateral; así han logrado por ejemplo instalar en la OMS como director general al etíope Tedros Adhanom, quien a su vez les pagó ocultando la gravedad del coronavirus para que así pudiera China cumplir sus objetivos geopolíticos y económicos. 

Lo más peligroso de toda esta situación es la llamada “deuda escondida”, expertos afirman que un 60 % de los préstamos chinos se conceden con menos garantías, pero tienen tasas de interés más altas y plazos de vencimiento más cortos, de esta forma los países que no puedan cumplir con los compromisos adquiridos se ven en la obligación de entregar sus puertos, minas, infraestructura, concesiones y otros activos a China, lo que a su vez incrementa todavía más su influencia sobre ellos y el resto del mundo.

Estudios han estimado que la deuda del mundo con China ya se encuentra por encima de los 5 billones de dólares, una cifra que equivale al 6 % del PIB de todo el mundo. Países como Yibuti por ejemplo, tienen una deuda por encima del 100 % de su PIB, mientras que otro grueso de naciones en desarrollo en África, pero también en Asia y América Latina, tienen deudas con el gigante asiática que van desde el 10 al 40 % de su PIB, siendo Venezuela, el país con las mayores reservas de petróleo del mundo, y que tiene una de las más grandes reservas de gas, oro y otros minerales, uno de los más comprometidos con China.

Hoy en día ya en la capital de Kenia, Nairobi, ya pueden verse carteles en chino donde se anuncia la construcción de diversos proyectos inmobiliarios e infraestructura, de hecho, la línea ferroviaria Kampala—Nairobi—Mombasa la están realizando constructores chinos, ya poco se mueve en esta parte del mundo sin que pase primero por la aprobación del Partido Comunista de China.

China prestamos
Deuda de países africanos con China (EOM)
La justicia internacional al servicio de China

Con medio mundo a sus pies China escapa de la condena en tribunales y rompe tratados internacionales sin problemas ni temores, aun no son “oficialmente” los dueños del mundo, pero ya actúan como si lo fueran. De hecho, han aprovechado la crisis del coronavirus y todo lo que ha producido para terminar de poner sus tenazas en Hong Kong y romper con el histórico acuerdo firmado con el Reino Unido, la ley de seguridad aprobada este año quiebra la autonomía que tenía esta zona especial de China sin que haya encontrado obstáculos, y por si esto fuera poco, tras Hong Kong, ahora han anunciado que también irán por Macao, la otra región semiautónoma del país que llegó a pertenecer a Portugal.

Además de esto, en los últimos meses China también ha recibido denuncias en la Corte Penal Internacional por la deportación forzada de las victimas uigures desde Tayikistán y Camboya hacia Sinkiang, al noroeste de China, donde han sufrido asesinatos, encarcelamientos forzados, torturas y matrimonios forzados, entre otros crímenes de lesa humanidad, una situación que ha sido condenada fuertemente por los Estados Unidos pero que no ha encontrado mayor repercusión en los organismos multilaterales internacionales que evidentemente son hoy dominados por China, tal como se ha demostrado con su escandalosa injerencia sobre la OMS. Ahora China incluso ha recibido un puesto en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, a pesar de su extenso historial de abusos y violaciones, junto a países como Cuba y Rusia.

La construcción de islas artificiales “para extender su territorio”

No siendo suficiente con expandir su influencia en África y América Latina, China también ha buscado la forma de apoderarse de las rutas navegables a su alrededor, en el Mar de China Meridional, Pekín ha estado construyendo islas artificiales con el propósito de establecer una ampliación de su “territorio” que le conceda un mayor control marítimo, junto a ello ha estado llevando barcos a navegar por la zona para afianzar sus reclamaciones territoriales, pese a las protestas de Vietnam y Filipinas.

Los países implicados en el conflicto cuentan con el apoyo exclusivo de Estados Unidos, un país sumergido en una aguda crisis política que cada vez encuentra dentro de sus propias fronteras a más norteamericanos identificados con el comunismo de China en vez del capitalismo estadounidense, abanderados por un ala radical del partido demócrata e influyentes medios de comunicación. Por esta zona reclamada por China circula el 30 % del comercio global y alberga el 12 % de los caladeros mundiales, además de yacimientos de petróleo y gas.

Cada vez que algún país u organismo hace un tibio pronunciamiento contra el expansionismo descarado de China, estos responden que son “interferencias en sus asuntos internos” y así se sacuden a quien intente meterse en su camino, a excepción de Estados Unidos bajo la administración Trump, que es el único que ha realizado enérgicas condenas y ha impuesto sanciones a los miembros del Partido Comunista de China.

Donald Trump, el último obstáculo de China para mover fichas en Occidente y apoderarse del tablero

Para que triunfe el mal no es suficiente con la labor de los malos, también hace falta la claudicación de los buenos, y en este caso, una gran parte de los ciudadanos de Estados Unidos parecen decididos a renunciar a la batalla por la supremacía mundial y dar paso a la sumisión ante China. No es solo que la economía de China crece mientras que la de Estados Unidos ha sufrido la crisis de la pandemia generada por los primeros, sino que además, mientras que el Partido Comunista de China avanza en sus intereses internacionales, la mitad de los norteamericanos prefiere culpar por esto al presidente de su país, antes que señalar a Xi Jinping.

Internamente la nación más potente de Occidente se derrumba impregnada de manipulaciones ideológicas y una generación mediocre a la que han convencido o se ha convencido que los malos de la película son ellos, y que ahora deben entregar las armas y resignarse a ser unos segundones mantenidos bajo un formato de Estado de bienestar, esto impulsado por el Partido Demócrata más socialista del último siglo.

En la actualidad cuando estamos a solo días de desarrollarse, quizás una de las elecciones presidenciales más importantes en la historia de Estados Unidos, el pronóstico a largo plazo no es positivo. Por un lado está Donald Trump, rodeado de miles de enemigos internos, la prensa, Hollywood, grupos anarquistas, el Partido Demócrata, además de los enemigos externos, y toda una generación convencida de que hay acabar con los Estados Unidos tal como se conoce, condenar su historia, sus héroes patrios y su sistema económico, por eso han ido destruyendo estatuas, satanizando a George Washington y Abraham Lincoln, y generando una narrativa en la que se da a entender que es una vergüenza ser norteamericano.

En la otra esquina está Joe Biden, antiguo vicepresidente de Obama, anteriormente un sujeto moderado, que hoy ha decidido representar los intereses del partido demócrata más izquierdista y socialista en toda su historia, alegando que hay que aumentar la tasa impositiva a las empresas y ricos y desmontar el sistema de capitalismo por acciones, algo que trastocaría por completo las finanzas de Estados Unidos.

El candidato de Xi Jinping

El partido demócrata y republicano hoy representan dos modelos completamente antagónicos, en el pasado las diferencias entre ambos partidos eran más de formas y pautas específicas, solían coincidir en un modelo de nación, discutían por discrepancias impositivas, manejo de las relaciones internacionales y la forma de combatir los problemas sociales, pero hoy en día son dos planos completamente separados, los republicanos representan el modelo tradicional que ha hecho a Estados Unidos la potencia mundial que es hoy en día, y los demócratas buscan experimentar con lo que ellos llaman el “socialismo democrático”, ese mismo que ya ha fallado en numerosos país en el pasado.

Según el Instituto de Política Económica entre 2001 y 2015, 3.4 millones de trabajos estadounidenses, especialmente en manufactura y construcción fueron a parar a China, con la administración Obama, en la cual Joe Biden fue vicepresidente, a cargo durante la mitad de ese período.

En junio del año 2016, siendo todavía presidente, Obama dijo que algunos trabajos de fabricación “no van a volver”, en ese momento se burló del entonces candidato Donald Trump, y alegó que necesitaría de una “varita mágica” para cumplir sus promesas de trabajo en la manufactura.

Las burlas de Obama terminaron regresándose, pues en noviembre Donald Trump ganó la presidencia y durante los primeros 21 meses de su mandato, el empleo no agrícola creció en un 2,6% ajustado estacionalmente. Durante ese mismo período, los empleos en el sector manufacturero crecieron en un 3,1 %; después de todo la varita mágica de Trump sí funcionó.

En la revista Forbes se realizó una comparación de los últimos 21 meses de la administración de Obama con los primeros 21 meses de Trump, la cual mostró que bajo el mandato republicano se añadieron más de 10 veces el número de empleos en el sector manufacturero.

Sin embargo, no fue una varita mágica la que hizo esto posible, fue una política económica bien pensada dispuesta a hacerle frente a China y no sucumbir y resignarse ante ellos, como lo venía haciendo Obama. El desastre de la anterior administración demócrata inició con las grandes regulaciones económicas, una ampliación de normas laborales, el ObamaCare, y el “Plan de Energía Limpia”, produjo una paralización de inversiones y puestos de trabajo. Al llegar Donald Trump instauró un ambicioso plan de desregularización de la economía, hizo recorte de impuestos, mejoró las condiciones de inversión, y rápidamente se realizó una repatriación enorme de capitales.

Además del apartado económico, en lo que va de año también ha habido una fuerte pugna entre Estados Unidos y China, la nación occidental al mando de Trump prometió que no seguiría financiando organismos que sirvieran al gigante asiático, como es el caso de la OMS; y entre las promesas de Biden se encuentra volver a este organismo, y reacomodar las relaciones con los enemigos de Estados Unidos, eso incluye a China y también a Cuba.

Si la próxima semana llegase a ganar Joe Biden la presidencia, China tendía el camino asfaltado para lograr sus cometidos y convertirse en la primera potencia del mundo, podría seguir creciendo su influencia en África y América Latina sin ningún contrapeso, entonces, en un abrir y cerrar de ojos, el financiamiento de Beijing pondría presidentes en nuestros países, y de resultar eso así, no es solo Trump quien pierde, perdemos todos los que añoramos un mundo con mayores libertades, perdemos todos los que deseamos ver acabados los gobiernos totalitarios; en definitiva, no ganaría solo Biden y el socialismo internacional, el mayor vencedor sería Xi Jinping y el Partido Comunista de China.

Emmanuel Rincón is a lawyer, writer, novelist and essayist. He has won several international literary awards. He is Editor-at-large at El American // Emmanuel Rincón es abogado, escritor, novelista y ensayista. Ganador de diversos premios literarios internacionales. Es editor-at-large en El American

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