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Mr. Jones: el héroe, el canalla y los tontos útiles

Nuestro mundo es tan diferente de aquél en que la mayor amenaza a la libertad era el poder soviético, que fácilmente creemos que la historia de aquellos tiempos nada puede enseñarnos. Después de todo, dos grandes totalitarismos socialistas surgieron y cayeron el siglo pasado. El mundo pasó de la lucha entre el nacionalsocialismo alemán y el socialismo soviético por la hegemonía, a la guerra fría entre las superpotencias americana y soviética. Es decir: al colapso soviético.

Y hoy emerge la superpotencia totalitaria china ante un Occidente asediado por enemigos internos. El socialismo de Occidente pretende hoy ser nuevo y diferente. Hoy como ayer es mentira. Y hoy como ayer abundan los canallas a su servicio. La clave del éxito socialista es la mentira. Algo que nos deja claro la película de Agnieszka Holland, Mr. Jones. Un drama histórico que muestra al socialismo como lo que es, un criminal esfuerzo genocida brutalmente explotador que únicamente produce destrucción material y moral. Y sí, hay mucho para aprender de esa historia en nuestros tiempos.

Mr. Jones

Se estrenó en la primavera de 2019 sacando nuevamente a la luz uno de los mayores crímenes del poder soviético. Pero el gran tema de la película no es ese. La hambruna ucraniana es el trágico telón de fondo de otro crimen. El gran tema de la película es la completa y consciente complicidad de la intelectualidad progresista —liberal en inglés americano— de Occidente con los crímenes soviéticos. La co-producción británica-polaca-ucraniana revela la forma de pensar de aquellos que creyéndose moralmente superiores, fueron cómplices del genocidio en que inevitablemente termina el falso ideal socialista. Y no es diferente hoy, aunque los totalitarismos y sus crímenes sean hoy otros.

El héroe

Gareth Jones era un periodista galés, un izquierdista moderado. Y el único del círculo de asesores cercanos a Lloyd George que comprendió el peligro para el imperio británico que implicaba el que la cúpula nacionalsocialista realmente creyera —fanaticamente— en su propio discurso totalitario. Se hizo un muy reconocido periodista independiente al entrevistar a Hitler. Y viajó a una Unión Soviética, de la que estuvo entre los pocos en notar que exportaba más trigo del que podría obtener como excedente.

El galés fue un periodista comprometido, pero no con la causa socialista como tantos periodistas discípulos de Rosen y Marcuse de hoy, sino con la verdad. Y tropezó con una verdad que se reveló contraria a sus simpatías políticas e ideológicas. En la temprana Unión Soviética escapó del estrecho seguimiento de la policía política a los corresponsales extranjeros y descubrió la hambruna genocida provocada por el Kremlin en Ucrania.

El canalla

Tal y como dibuja el carácter moral de Jones, la película describe el mayor propagandista de la mentira socialista del siglo pasado, el corresponsal en jefe del New York Times en Moscú, Walter Duranty. Un canalla cuya desinformación fue la clave del agitprop soviético en Occidente por décadas. Desinformación y propaganda por la que obtuvo un premio Pulitzer. Premio —jamás revocado— que deja claro el compromiso consciente de la gran prensa, e intelectualidad izquierdista de Occidente con el totalitarismo soviético.

Un equivalente al compromiso con otros proyectos totalitarios de hoy. La complicidad del New York Times en los crímenes morales de Duranty se sostiene hasta nuestros días. Y hoy hacen ahí otros el mismo trabajo sucio que él hizo en ese entonces. La prensa que cerró filas contra la verdad en defensa del ideal socialista ayer, es la misma y sigue defendiendo lo mismo, con nuevos disfraces, pero con los mismos trucos sucios de entonces. (Y otros peores).

Los tontos útiles

El tonto útil es representado en Mr. Jones en su más ingenua versión por quien luego escribió “Rebelión en la granja”. Con lo que dejó de ser un idiota útil. Vio demasiado del verdadero poder soviético en la Guerra Civil de España. Pero empezó a ver, cuando entendió que Jones decía la verdad, una verdad que él mismo no deseaba escuchar, aunque tampoco no podía negar. Así, pues, observó cómo, teledirigidos por Duranty —con todo el poder del Comintern tras él— periodistas, políticos e intelectuales de izquierda se lanzaron al asesinato moral de Jones, para defender la mentira de Moscú.

Y, a diferencia de Orwell, no dudaron, creyeron lo que querían creer cerrando los ojos intencionalmente a la verdad. Jones murió joven, asesinado por agentes soviéticos en Mongolia. Duranty murió a edad avanzada, disfrutando su inmerecido prestigio hasta el final.

La lección

Paradójicamente, solo William Randolph Hearst, el padre del amarillismo moderno, osó dar tribuna en su cadena a esa verdad que negaba la gran prensa occidental, y la cómplice intelectualidad de izquierda. Pero no nos equivoquemos. La mentira y el totalitarismo sí ganaron.

El Holodomor hoy sigue siendo apenas conocido por el gran público y los nuevos herederos de Duranty siguen hoy en los mismos periódicos, las mismas universidades y muchos otros espacios claves, como las empresas de redes sociales, (que en aquel entonces ni existían), tan comprometidos con la mentira y el agitprop socialista. Hoy su proyecto totalitario es otro.

Un proyecto que incluye equivalentes objetivos inhumanos e idénticas mentiras. Y dispone de herramientas de control social más poderosas que nunca: Hoy es tecno-totalitarismo. En efecto, la apuesta no se limita a la influencia del enemigo totalitario externo sobre Occidente, sino a poderosos proyectos socialistas internos en los que vemos alianzas de grandes corporaciones con fuerzas políticas radicales y oportunistas de toda ralea, compartiendo una nueva cultura política totalitaria.

Eso, dicho sea de paso, ya lo hemos visto antes, en los agitados tiempos que vivió Jones. Porque así se estableció, ante y contra el asombrado poder soviético, el otro gran totalitarismo de entonces. Quien vea con atención la película Mr. Jones comprenderá más de nuestros tiempos que de los de Jones y Duranty. Y notará que aunque el mundo es otro (y muy diferente), los males y peligros son muy parecidos. Pero ahora son peores, porque están más cerca que nunca antes.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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