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La única energía “verde” realmente viable es la nuclear

Desde que en el paleolítico algunos geniales homínidos desconocidos comenzaron a usar las lascas de pedernal, desperdicios de la producción de “hachas de mano” para crear filos para diferentes usos, la transformación del desperdicio en materia prima de nuevos procesos ha sido una de las claves del avance de la tecnología y el progreso económico de la humanidad.

El petróleo solía ser un indeseable contaminante que aparecía en la búsqueda de agua en pozos o manaba naturalmente en ciertos lugares. Pero el kerosén para lámparas, que desplazó a la industria ballenera, transformó al petróleo en la luz del mundo. La gasolina fue un desperdicio costoso hasta que el motor de combustión interna la hizo el combustible de un mundo sobre ruedas.

Ya expliqué en una previa columna que las llamadas energías verdes sí son seriamente contaminantes y forzar su adopción acelerada nos condenaría a más pobreza. Y en otra que la combinación de captura de rentas, capitalismo de amigotes y voluntarismo político nos amenazan con desastres que van de una transición energética fallida a una gran burbuja verde. Pero al asunto de reducir emisiones de CO2 nos limitamos, la realidad técnica y económica señalan un único camino: la energía nuclear.

La primera generación de plantas eléctricas nucleares de occidente se construyó entre 1955 y 1960. Producían alrededor de 300 megavatios e incluían contención contra accidentes, sistemas de refrigeración de emergencia y seguridad en triple paralelo. La segunda generación producía alrededor de 800 megavatios e incluía contención reforzada y múltiples sistemas de enfriamiento posterior y emergencia mejorados.

La tercera generación procede de la década de 1990, cuando China, Alemania, Rusia, Corea del Sur y los Estados Unidos estandarizaron los procedimientos de aprobación. El resultado fueron plantas con reactores de agua a presión capaces de producir entre mil y mil 500 megavatios, sistemas de seguridad y protección completamente digitalizados, y tras el 11 de septiembre de 2001 un rediseño de la contención para soportar el impacto de aviones civiles.

Cerca de dos tercios de las 443 centrales nucleares activas para finales de 2020 usan reactores de agua a presión. Y unas 50 centrales nucleares de tercera generación ya están en funcionamiento o en construcción en el mundo. China está planeando 44 nuevas plantas nucleares, Rusia 24 e incluso los Emiratos Árabes Unidos tienen ya cuatro centrales nucleares en operación.

Los reactores de IV Generación funcionarán a temperaturas mucho más altas que los de II y III. Dividirán más uranio y emplearan parte del plutonio generado en la producción de energía. Plutonio que hasta la III generación sigue siendo un desecho problemático. Las investigaciones en curso apuntan hacia reactores de reproducción rápida, con los que el combustible nuclear que no se puede utilizar hoy será empleado. Centrales de IV generación podrían incluso utilizar como combustible plutonio desechado por centrales II y III generación.

La siguiente tecnología, todavía imposible, serían reactores de fisión que mantendrían un pequeño sol artificial en una contención electromagnética, sin generar desperdicios radioactivos como los que resultan de la fusión. Hacia finales de nuestro siglo podrían ser viables y cambiarían todo. Entre tanto, la tecnología avanza hacia reactores que reutilicen como combustible buena parte del desperdicio radioactivo que generan y hacia reactores seguros de pequeño tamaño capaces de funcionar como sistemas de generación aislados de las grandes redes.

La producción de energía solar o eólica no es permanente, sigue siendo costosa, destruye el paisaje y produce desechos electrónicos contaminantes en grandes cantidades. Los desechos nucleares son peores, pero la cantidad generada por megavatio es infinitamente menor y las tecnologías de contención existen, son efectivas y serán menos costosas en la medida que parte del desperdicio se transforme en combustible en el futuro.

Apartando las hidroeléctricas, que están limitadas por la geografía, la energía nuclear es la única forma de producir electricidad sin interrupciones y sin quemar hidrocarburos. La única alternativa técnica, económica y ecológicamente viable para una transición energética que deje atrás los hidrocarburos estaría en la III y IV generación de la energía nuclear. Todo dependería de la gestión segura de desperdicios nucleares y de las tecnologías que hagan de ellos combustibles. Hasta que la fusión controlada sea posible, algún día.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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