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5 preguntas para entender las repercusiones del caso de Kyle Rittenhouse

Imagen: Unsplash https://unsplash.com/photos/veNb0DDegzE

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Kyle Rittenhouse, el joven que a sus 17 años se vio involucrado en un incidente de violencia durante los disturbios ocurridos en 2020 en la ciudad en Kenosha no es un villano, por eso el jurado lo declaró no culpable de los cargos de homicidio y otros delitos que buscaba endosarle la fiscalía, pero aclaremos, tampoco es un héroe, sencillamente es una persona que actuó en legítima defensa propia.

Kyle fue directamente a involucrarse en el conflicto, llevó un arma para enfrentarse con los manifestantes, ¿se merecía que lo atacaran?

No. Kyle salió la noche del 25 de agosto del 2020 a defender Kenosha, la ciudad donde vive su familia y que estaba siendo destruida por hordas de criminales que tomaron el pretexto del “antirracismo” para incendiar vehículos y negocios, para golpear y agredir personas inocentes, para amenazarlas y para someterlas a un reino de capricho y de terror.

Rittenhouse, al sentir que su comunidad se encontraba en estado de vulnerabilidad, decidió defenderla. Y sí, llevó un arma, porque en el mundo real no existe Superman, y quien quiera defender a su familia y su comunidad ante la furia de una turba incendiaria e irracional necesita un instrumento para disuadirla e incluso para proteger su propia vida.

¿Esto quiere decir que Kyle Rittenhouse tenía derecho a defenderse por medio de la violencia?

Sí, por supuesto. Ese derecho a defenderse y proteger a los demás incluso por medio de la violencia, (cuando el agresor previamente recurrió a ella) está en la propia base de la Segunda Enmienda. Para acabar pronto, es algo tan obvio y tan propio de la naturaleza humana, que durante la mayor parte de la historia no sería ni siquiera un factor de discusión: si tu familia y comunidad están siendo destrozadas por un grupo violento, y tú puedes defenderlos, dar un paso adelante para protegerlos, por todos los medios razonables posibles, es más que comprensible.

Y sí, también es indiscutible que Kyle pudo simplemente no estar ahí, salir del pueblo o esconderse en su casa jugando videojuegos, pero en lugar de ello decidió ponerse a sí mismo en una situación de peligro mortal. Podremos juzgar su prudencia, pero no podemos negarle su derecho a la defensa.

¿Kyle Rittenhouse debió salir en libertad?

Sí, puesto que en lugar de acobardarse o permanecer en la apatía, Kyle arriesgó su vida en defensa de algo más allá de sí mismo, y cuando llegó el momento de recurrir a la violencia, como último recurso y a pesar de su corta edad, Rittenhouse reaccionó con relativa madurez y disciplina. Sí, a pesar de que ni siquiera era mayor de edad y estaba siendo rodeado por una turba, no perdió el control. Mantuvo la sensatez y solo respondió con la fuerza estrictamente necesaria; no se quiso sentir Rambo, no disparó a lo loco. Solo se defendió, y por eso sus acciones fueron en legítima defensa, jurídica y moralmente.

Más allá de la polarización, la clave es entender que se trató de legítima defensa. Kyle Rittenhouse es un héroe. Imagen: EFE/EPA/TANNEN MAURY
Más allá de la polarización, la clave es entender que se trató de legítima defensa. Kyle Rittenhouse solo se defendió. (EFE)

¿Por qué la prensa industrializada nos lo presentó como un villano sediento de sangre?

Por dos razones:

La primera es que casi un siglo de paz en occidente nos ha hecho perder de vista algo importante: hay cosas, incluyendo nuestros hogares y familias, por las que vale la pena arriesgar la propia vida e incluso recurrir a la violencia defensiva, especialmente cuando se enfrentan a turbas (como las del 2020) que sistemáticamente utilizaron la violencia contra personas, hogares y comercios, como mecanismo de control y de terror.

Ese principio aplica a las naciones, como lo explicó Barack Obama (en su brillante discurso al recibir su inmerecido Nobel) cuando señaló que, “la fuerza puede en ocasiones ser necesaria… es un reconocimiento de la historia, de las imperfecciones del hombre y de los límites de la razón”, es cierto, y también aplica a nivel individual, concretamente en el caso de la legítima defensa.

Dicho esto, sí, el diálogo tiene que ser la herramienta básica y no podemos caer en la tentación de resolverlo todo con armas. Pero hay excepciones y una de ellas es cuando tu vida depende directamente de que te defiendas.

La segunda razón es que el ecosistema de la izquierda ha desarrollado un plan de juego que le permite tomar algún pretexto político (el racismo, la globalización, el aumento en los precios del metro) para lanzar hordas que destruyan incluso ciudades enteras y básicamente extorsionen al resto de la sociedad para asumir como propias las demandas de esos “activistas” que avanzan con impunidad a golpe de incendios y destrucción.

La legítima defensa de Rittenhouse les recordó a los bravucones de izquierda que el pueblo americano está armado y no está, por ahora, lo suficientemente manipulado para ceder en silencio a la destrucción de su país a manos de un puñado de profesionales del disturbio. Eso los enfureció, porque en el fondo los aterroriza.

¿Puede lo de Rittenhouse convertirse en un patrón a seguir?

No debería, y justamente para evitar un mal mensaje es muy importante insistir en que la clave para calificar las acciones de Rittenhouse como legítima defensa es su disciplina para no recurrir a la violencia más allá de lo indispensable ante enemigos que lo amenazaban directamente, y que muy probablemente lo habrían matado.

Esto es clave: no le disparó a nadie más, no los roció con balas. No intentó ser un héroe, fue simplemente un joven de 17 años que intentó proteger lo mejor posible a su comunidad y, ante el ataque de un grupo de inadaptados, se vio atrapado en una situación en la que también tuvo que defenderse a sí mismo.

Gerardo Garibay Camarena, is a doctor of law, writer and political analyst with experience in the public and private sectors. His new book is "How to Play Chess Without Craps: A Guide to Reading Politics and Understanding Politicians" // Gerardo Garibay Camarena es doctor en derecho, escritor y analista político con experiencia en el sector público y privado. Su nuevo libro es “Cómo jugar al ajedrez Sin dados: Una guía para leer la política y entender a los políticos”

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