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9/11, el mundo 20 años después

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Todos supimos en ese instante que el mundo no volvería a ser el mismo; que las sombras de ese evento nos perseguirían por al menos el resto de un siglo que no hacía más que comenzar. No hacía falta ser un adulto para entenderlo, ni un analista político. Se ha dicho muchas veces, pero bien vale repetirlo: ese ataque no fue a New York, ni a los Estados Unidos, fue un ataque a los libres, a una forma de vivir y entender el mundo.

«Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos», reza el Poema XX, y ciertamente que es así. No obstante, veinte años después, luego de múltiples invasiones y retiradas, más allá de las alianzas que fueron y las que no y, sobre todo, después de tanta sangre inocente derramada, de los héroes caídos, de las víctimas colaterales, parecemos estar estancados en los miedos de hace dos décadas: el terrorismo internacional y el fundamentalismo islámico han desgarrado continentes enteros, directamente a través de la cobardía de los ataques, indirectamente a través de inimaginables crisis migratorias.

El amargo sentimiento de que, dejando de lado la seguridad en aeropuertos y la pérdida de privacidad digital, no estamos muy lejos de donde estábamos antes de aquel 9/11, es inevitable. Tras la precipitada retirada de Afganistán (que es, por cierto, responsabilidad absoluta de la persona más poderosa del mundo, Joe Biden), cuando se hizo evidente que el Talibán recuperaría lo que perdió por apenas veinte años, los afganos y el mundo volvimos a caer en las manos del oscurantismo. 

9/11, el mundo 20 años después
Las Torres Gemelas tras el atentado del 9/11. (EFE)

Es erróneo pensar que el Talibán afecta solo a 38 millones de afganos en un rincón alejado del mundo. El hecho de que Mullah Hasan Akhund, quien integra las listas negras de Naciones Unidas, haya sido nombrado primer ministro, es muy elocuente. Lo mismo corre para Sirajuddin Haqqani, flamante ministro del Interior, que figura entre los más buscados del FBI por distintos ataques (entre los cuales murió un ciudadano americano) y por sus vínculos a Al-Qaeda, la organización terrorista detrás de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, del 11 de marzo de 2004 en España y del 7 de julio de 2005 en el Reino Unido.

Hijo de este mismo terror es DAESH o ISIS, que cuenta más de 140 ataques alrededor del mundo y que en sus orígenes fuese aliado de Al-Qaeda (ISIS participó en la insurgencia iraquí de 2003, donde llevó a cabo una sangrienta limpieza étnica). De hecho, mientras se escriben estas líneas, declara ante la justicia francesa Salah Abdeslam por los ataques del 13 de noviembre de 2015 en el que 131 personas fueron cobardemente asesinadas. Abdeslam comenzó su declaración diciendo «me gustaría testificar que no hay más dios que Alá. Y que Mahoma es su siervo y mensajero». 

Aquel 9/11 se comenzó a engendrar un monstruo indomable que atormenta a Occidente hasta el día de hoy, y que, ante la caída de Afganistán, se alimentará de la debilidad y falta de coherencia de sus enemigos.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Somos una generación marcada por el terror y la ignominia. Pero ellos, los de entonces, permanecen inamovibles en su cúspide de horror y muerte. Vencerlos sigue siendo nuestro más urgente desafío.

Pris Guinovart is a writer, editor and teacher. In 2014, she published her fiction book «The head of God» (Rumbo, Montevideo). She speaks six languages. Columnist since the age of 19, she has written for media in Latin America and the United States // Pris Guinovart es escritora, editora y docente. En 2014, publicó su libro de ficciones «La cabeza de Dios» (Rumbo, Montevideo). Habla seis idiomas. Columnista desde los 19 años, ha escrito para medios de America Latina y Estados Unidos

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