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9 años de Francisco

El 13 de marzo de 2013 la Iglesia católica conoció quién sería el nuevo papa tras la renuncia de Benedicto XVI a la Cátedra de San Pedro. Tuvieron que pasar 2013 años desde el nacimiento de Jesucristo y 521 desde el descubrimiento de América para que un Pontífice llegara a Roma desde el Nuevo Mundo. 

Francisco fue recibido con entusiasmo por la prensa —que durante el pontificado de su predecesor profesaba un desprecio casi homogéneo hacia El Vaticano—. El nuevo papa abrió un nuevo capítulo y creó expectativas de cambio que hoy, 9 años después, es necesario estudiar.

La renuncia de Benedicto XVI, impulsada en parte por una Curia corrompida a la que su edad no le permitía enfrentar, dejó en evidencia que El Vaticano, como lo veníamos conociendo, debía cambiar. Francisco ha logrado reestructurar dicasterios e instituciones para simplificar la anquilosada burocracia vaticana, pero en su lucha se ha encontrado con resistencias internas más poderosas de lo que imaginaba.

He de reconocer que durante su pontificado se ha endurecido la línea de “tolerancia cero” con los curas abusadores de menores. La Iglesia ha reiterado su vergüenza por los crímenes de numerosos clérigos y ha pedido perdón a las víctimas, intentando dejar atrás el capítulo de secretismo que le explotó en las manos a Benedicto XVI.

Muchos sienten que esta época de Francisco al frente del ministerio petrino le ha dejado cambios positivos a la Iglesia católica, pero hay un aspecto que resulta bastante decepcionante: su política exterior como jefe de Estado frente a las dictaduras latinoamericanas ha sido tan endeble que las víctimas de los tiranos se han sentido abandonadas por el papa. Esa es, quizás, su gran diferencia con san Juan Pablo II, quien luchó contra el comunismo en Europa hasta las últimas consecuencias.

Francisco escogió su nombre gracias a que el cardenal Hummes, de Brasil, le dijo tras su elección: “no te olvides de los pobres”. Hummes, amigo cercano del criminal Luis Inácio Lula da Silva y defensor de la agenda izquierdista, intentó marcar desde entonces la tendencia ideológica del pontificado.

Sin embargo, reconozco como católico que Francisco ha renovado la Iglesia en gran medida. La juventud se siente más acogida, los marginados más abrazados y muchas minorías aceptadas desde la misericordia. Espero que su vida y su ministerio sigan dando frutos, y que algún día los hispanos veamos en él al papa que nos defiende de quienes se empeñan en robar nuestra libertad.

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