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Alemania hoy, la potencia que superó su pasado

Alemania, El American

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Ningún estado realizó en las últimas décadas un esfuerzo como Alemania por cambiar radicalmente, desmarcándose de su pasado sin negar su responsabilidad histórica. A diferencia de Japón o Turquía, que intentan minimizar los excesos cometidos contra China y Armenia, los alemanes han asumido y estudiado la política que los llevó a provocar la más trágica de las guerras mundiales. Durante la época nazi (1933-1945) el régimen asesinó decenas de millones de personas en Europa, entre las naciones ocupadas y la propia Alemania.

En el marco de esta increíble cifra de crímenes, se incluyen 6 millones de judíos europeos, junto con gitanos, disidentes, demócratas, comunistas, masones, cristianos principistas y personas con discapacidad, entre tantos. Once millones en total fueron ejecutados en campos de exterminio y cámaras de gas. La guerra y el genocidio nazi provocaron más de 50 millones de muertos.

En todos los países se formaron movimientos de resistencia. Hubo civiles y diplomáticos que lograron salvar a miles de perseguidos, como el sueco Raúl Wallenberg, el italiano Giorgio Perlasca o el cónsul compatriota en Hamburgo Florencio Ribas, entre muchos otros.

Alemania perdió buena parte de su territorio en 1945 y absorbió 13 millones de desplazados. Con la reunificación de 1990, la nación recuperó su plena independencia. Hoy es un Estado democrático, parlamentario y federal. Tiene 84 millones de habitantes en una superficie de 356,000 km2 (solo dos veces la superficie uruguaya). Su capital, Berlín, unida en 1989 tras la caída del muro ordenado por Moscú, se ha convertido en una ciudad con nuevo brillo.

Alemania, El American
“Dentro de la Unión Europea (UE), Alemania ejerce la posición de “potencia central”. (EFE)

Alemania está integrada por 16 estados federados denominados Länder.  El sistema político alemán opera bajo la Ley Fundamental. La canciller Ángela Merkel lidera el Poder Ejecutivo. El Legislativo recae en el Parlamento (Bundestag), órgano federal supremo. Representa la voluntad popular, vota las leyes generales y controla al gobierno. Lo integran 598 diputados electos por cuatro años.

El canciller federal puede ser destituido a través de una moción de censura del Bundestag, que simultáneamente debe elegir un sucesor. Desde 1949, el sistema de partidos ha estado dominado por la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y el Partido Socialdemócrata (SPD). La Ley Fundamental indica que los estados deben cumplir las disposiciones del Poder Legislativo. El derecho federal prevalece sobre las leyes de cada estado. El Bundesrat es el órgano federal a través del cual los estados participan en la legislación nacional. Cada estado es muy autónomo en su organización interna.

Alemania integra la zona Schengen y adoptó el euro en 1999. Integra la ONU, la OTAN, el G7 y adhirió al protocolo de Kioto. Es la cuarta economía mundial, con un PBI de 51,000 dólares per cápita y una alta calidad de vida (IDH 0.95).  En términos absolutos, asigna el tercer mayor presupuesto anual en ayuda a proyectos de desarrollo en el mundo. El país posee un avanzado sistema de seguridad social. Tiene una posición clave en Europa y es reconocido como líder en ciencia y tecnología.

Después de la reunificación, Alemania convirtió su capital en una ciudad de altísimo nivel social y cultural. Además de proyectos de prestigio, la nación está a la vanguardia de la “construcción verde” (energía solar, materiales no contaminantes como la madera y ahorro de energía). Es el país más importante de la Unión Europea por su fuerza económica. Las exportaciones representan la mitad de la economía y sus empresas destacan en los mercados mundiales, con automóviles de calidad y maquinaria industrial.

La cuestión turca tiene un gran peso en Berlín; por razones económicas —las empresas alemanas poseen grandes inversiones— y por la población turca en Alemania. Se calcula que hay más de 3 millones de personas de origen turco, siendo la mayor comunidad no alemana del país, además de la mayor diáspora de Ankara.

Desde el frustrado golpe de Estado en Turquía del 2016, las relaciones bilaterales han ido deteriorándose. Ankara acusó a Alemania de no tomar una posición clara respecto al golpe, así como de no hacer nada frente al predicador exiliado Fethulla Gülen, a quien Erdogan acusa de ser el cabecilla de la sublevación militar. Seguidamente, comenzó a purgar militares, políticos y funcionarios, acusados de haber actuado contra él, y muchos se refugiaron en Alemania, lo que provocó una dura reacción de Ankara.

Berlín ha comenzado a frenar esta influencia en el país. El ministro del Interior propuso limitar la presencia de imanes turcos. Para ello, el Estado formará sus propios imanes, una política similar a la francesa. La presencia de escuelas turcas en Alemania también ha causado polémica, pues sus críticos las definen como “satélites del dictador Erdogan”.

En cuanto a las varias aventuras militares turcas, en el Kurdistán o Libia, estas han hecho sonar alarmas en Berlín ante la expansión de Ankara. Sin embargo, como suele suceder con la política exterior alemana, las declaraciones no han sido acompañadas de actos. Lo más proactivo ha sido la Operación Irini, el embargo de armas a Libia, donde la marina alemana está desplegada. Con la elección de Joe Biden, Alemania espera que Washington se ocupe del problema turco.

La tímida política ante el mundo 

La política exterior germana se basa principalmente en fortalecer sus relaciones comerciales. Berlín no juega un papel activo en política exterior, al contrario de Francia, y carece de un proyecto geopolítico ambicioso. No ejerce un papel de liderazgo en el escenario mundial ni en la rivalidad entre potencias.

La posición alemana respecto a Rusia es ambivalente. Por un lado, está el apoyo al Nord Steam 2, y por otro el aliento a la imposición de sanciones debido al problema con Ucrania. Hay tres pilares en esta política: asociación comercial, solidaridad con Ucrania y apoyo a la OTAN en su objetivo de “contención”.

Después de la Guerra Fría, Moscú pasó a ser un socio. Una posición que se vio reforzada bajo el gobierno socialdemócrata. Angela Merkel heredó este nuevo vínculo, pero progresivamente se fue volviendo más desconfiada con Moscú. En 2014 la hostilidad aumentó. Berlín lideró la respuesta europea contra Rusia tras la crisis de Crimea y Ucrania, adhiriéndose a la estrategia de Estados Unidos. En este sentido, Berlín, al contrario de París, se alineó con la organización transatlántica.

Angela Merkel fue de las principales defensoras de presionar a Moscú por la anexión de Crimea. Acusó a Vladimir Putin de violar la “integridad territorial y la soberanía” de Ucrania, destacando que “debe haber consecuencias”. Sin embargo, paralelamente —en una línea pendular—, no quiso afectar sus propios negocios.

El proyecto Nord Stream 2 es emblemático, pues demuestra la prioridad para Alemania de su política comercial. Se refiere al gasoducto cuyo objetivo es transportar gas ruso hacia Europa occidental a través del mar Báltico, sin pasar por Europa oriental. Esto duplicará la cantidad de gas ruso recibido. 

En total la inversión suma 10,000 millones de euros. La Comisión Europea se mostró crítica del acuerdo, pues Bruselas sostiene que aumentará la dependencia: un tercio del gas que consumen procede de Rusia. De todas maneras, Alemania ha impedido que cualquier país frene las negociaciones, asegurando su puesto como líder. Washington ha definido el gasoducto como un “arma política del Kremlin”. El retraso en el proyecto se debió a las amenazas americanas, quienes plantearon una moratoria para dicho proyecto.

En cuanto a China, Alemania es el mayor inversor europeo allí, además de su mayor socio comercial en el viejo continente. Las relaciones con Pekín son prioritarias. Sin embargo, en 2016, el Grupo Midea chino compró Kuka, una de las joyas de la industria robótica alemana, produciendo un sacudón en Berlín, que vio con temor un posible vaciamiento de su motor económico. Ante eventuales nuevas compras se aprobó una ley para bloquear posibles compras extranjeras. 

Dentro de la Unión Europea (UE), Alemania ejerce la posición de “potencia central”. El país cuenta con la mayor representación en el Parlamento Europeo, en virtud de su condición de Estado más poblado del bloque. Además, cada año es el miembro cuya contribución es la mayor al presupuesto comunitario.

Alemania es líder mundial también en la construcción de canales. El canal de Kiel, que une el mar del Norte con el mar Báltico, es uno de los más imponentes. Numerosos canales fluviales, como el Rin-Meno-Danubio, el Dortmund-Ems o el Elba-Seitenkanal, dotan al país de una completa red de canales.

La pirámide de población de Alemania (13 % jóvenes, 66 % adultos y 21 % ancianos) es común en países desarrollados, con baja natalidad y mortalidad. Por lo general, esto indica que hay una larga esperanza de vida, alto nivel educativo y buena atención médica. La proyección de futuro es que el número de habitantes irá en descenso.

Desde el punto de vista religioso, el cristianismo es la fe mayoritaria —en sus versiones católica y protestante—, con 46 millones de adeptos. La segunda es el islam, con 4.3 millones de seguidores —la mayoría de origen turco— seguido por el budismo y el judaísmo, ambos con 200,000 fieles. El número de ateos y agnósticos alcanza el 39 % de la población. La recreación de una comunidad hebrea alemana ha sido impulsada por el gobierno, que a su vez mantiene vínculos estrechos con Israel.

Alemania realiza una permanente campaña de marketing a escala mundial, con el fin de promover su realidad actual. Se centra en sus sólidas instituciones democráticas, universidades, investigación científica, salud, atractivo turístico y cultura. La imagen del país ha cambiado. En las encuestas realizadas en el mundo ocupa las primeras posiciones. El enorme esfuerzo alemán por superar su pasado y proyectar un presente y futuro de libertad y progreso ha rendido sus frutos.

Eduardo Zalovich

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