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El allanamiento a Trump

El allanamiento a Trump, EFE

Una audiencia judicial fue convocada para resolver acerca de la publicidad de la denuncia que condujo a algo totalmente inédito, como lo fue el allanamiento a la residencia privada de Donald Trump. Terreno desconocido, ya que nunca había ocurrido con un expresidente y que, dada la polarización que vive USA, podría tener duraderas e insospechadas consecuencias si, como se espera, los republicanos ganan las próximas elecciones de medio termino en noviembre.

Aún mayores serían las repercusiones si llegaran no a debilitar, sino a fortalecer la candidatura presidencial de Trump, que no es oficial solo porque seguramente él está a la espera de la evolución de su situación judicial, que incluye además varias otras investigaciones, en la Cámara de Representantes y en varios estados como New York y Georgia, y por lo mismo es llamativo que no se haya hecho este registro con los mayores niveles posibles de trasparencia y cuidado.

Menciono lo anterior ya que muchas o algunas de las dudas o críticas hacia el FBI o el Departamento de Justicia (DOJ) simplemente o no existirían o no se darían de la misma forma, ya que para Estados Unidos suena extraño que se hubiesen apagado las cámaras de la casa como también que no se hubiese permitido la presencia de sus abogados que permanecieron afuera o, en un mundo que reclama trasparencia, no se hubiesen transmitido imágenes del allanamiento, quizás algunas en directo, tal como se ha hecho en situaciones de menor trascendencia.

Lo anterior apunta a que seguramente decisiones de este tipo se tomaron al más alto nivel, lo que dificulta la comprensión de que se hubiese hecho de esta forma, toda vez que, en un país polarizado, surgieron las criticas inmediatas de politización de la justicia y de la policía, lo que puede ser injusto, pero como lo que está ocurriendo en la base republicana era esperable, es incomprensible que no se hubiesen asegurado de que iba a estar libre de sospecha. De hecho, en la audiencia el propio juez le pidió al DOJ que le propusiera una redacción que acotara la búsqueda, sin afectar la investigación.

Esta forma de actuar puede también tener consecuencias para la división de USA en el mediano plazo, ya que al ser un tema donde lo policial inevitablemente se va a transformar en constitucional, al mezclarse con los límites y alcances de las prerrogativas presidenciales, con lo que va a llegar a la Corte Suprema, se van a sentar precedentes en torno a lo que puede o no hacer un presidente con los documentos recibidos, y allí hoy las posiciones que representa Trump parecen tener mayoría para una decisión a su favor.

Aunque hay otras investigaciones, al ser Trump quizás el presidente más escrutado en la historia del país, el tema detrás de este allanamiento se originó en una disputa con los Archivos Nacionales, los que fueron encargados por una ley federal de hacerse cargo de los documentos de importancia histórica. Así se inició esta trama y, al igual que en otros casos de expresidentes, hubo intercambio de opiniones, y se ignora en qué momento estos se rompieron.

Habría sido una declaración jurada la que estuvo detrás del allanamiento, y ante la petición de los abogados de Trump de que todo se haga público, el desconocimiento o publicidad de su contenido y del denunciante fue lo que estuvo detrás de lo que se le pidió resolver al juez.

Como en muchas situaciones, el telón es una guerra o guerrilla cultural de las dos mitades de USA, con visiones contrapuestas del pasado, del presente y del futuro, una batalla de narrativas, donde incluso los medios de comunicación han tomado partido, sin que siquiera exista acuerdo sobre los hechos, y donde esa mitad partidaria de Trump postula la sospecha de politización, argumentando que el único objetivo sería impedir que Trump se presente a las elecciones presidenciales del próximo año. Un Trump que, además, ha resuelto a su favor las disputas al interior de las primarias republicanas, donde el triunfo mayor fue que 8 de los 10 representantes (diputados) que votaron a favor de su juicio político hayan quedado fuera del Congreso, incluyendo a Liz Cheney, su más visible opositora dentro de los republicanos.

De acuerdo con esta visión, este allanamiento es una verdadera “expedición de pesca” que alude a algo que se hace solo por si se encuentra algo. Así, se habría utilizado como pretexto para aplicar una severa legislación el tema de los documentos, ya que al estar basado en una ley federal permite un registro donde todo lo que se encuentre (sobre todo si es cierto el trascendido de que la denuncia aludiría a un lugar específico) puede ser utilizado en contra de Trump.

Se agrega que la utilización de la Ley de Espionaje en contra de un expresidente sería una continuación de la llamada “trama rusa”, presente en Estados Unidos desde la elección del 2016, de acuerdo con la cual Trump habría sido electo por una manipulación de Putin, y para la cual no se ha encontrado suficiente evidencia que la respalde. Sus abogados han agregado que la utilización de esta ley y los trascendidos de las penas a las que se haría acreedor no tienen sentido, ya que los expresidentes, todos, incluyendo Trump, mantienen completo nivel A en materias de acceso a temas de seguridad, pudiendo averiguar lo que deseen, y hasta el día de su muerte.

Por último, surge la pasión al comparar un trato supuestamente diferente hacia Trump en relación con la impunidad que habría acompañado a Hillary Clinton en el episodio de los correos a los que tuvo acceso cuando fue secretaria de Estado y, sobre todo, en el caso más reciente de Hunter Biden, el hijo del presidente, y lo que estaría en un computador en manos del FBI, donde supuestamente habrían pruebas de actuaciones irregulares que involucrarían a su padre, quien por cierto siempre lo ha negado.

Es posible que todo esto sea información falsa, pero el hecho de que la mayoría de los medios tradicionales se negaran a publicarla en la elección del 2020 y que haya sido censurada por las grandes empresas tecnológicas no ha hecho sino aumentar las teorías conspirativas en las redes sociales, con el argumento que todo ocurrió para evitar el triunfo de Trump y favorecer la candidatura de Biden.

Cierto o falso, la realidad es que el silencio de los medios tradicionales fue real, y que más allá de una decisión editorial, han reaparecido las sospechas, y con renovada fuerza presentan a Trump como una especie de mártir.

Ahora, dado el nivel de polarización de USA, ¿qué pasa si los republicanos ganan las elecciones de noviembre? Hay múltiples elecciones, no solo locales de alcaldes, fiscales, jueces o sheriffs, sino también de políticas de gobernadores. Se renueva la totalidad de los 435 representantes como cada dos años, y parcialmente de los 100 senadores, que, al durar seis, se renueva un tercio.

Particularmente importante es la de la Cámara de Representantes, ya que si ganan los republicanos, en un partido que hoy es sólidamente pro-Trump, Nancy Pelosi seria reemplazada, y el nuevo líder no solo sería el tercero en la jerarquía constitucional, sino que también podría ser el fin de la comisión investigadora de los sucesos del 6 de enero, controlarían los recursos para todo el gobierno, incluyendo el aporte presupuestario a la Casa Blanca, y se crearían nuevas comisiones, probablemente sobre el hijo de Biden y de la violencia que tuvo lugar durante meses en ciudades controladas por los demócratas como Seattle o Portland, antes de la elección del 2020.

Ahora, ¿qué pasaría si Trump gana la Casa Blanca? Ahí no solo llegaría un presidente mucho más empoderado para combatir a sus rivales y, por lo tanto, más bencina para el fuego, sino también podría ser el anuncio de investigaciones surtidas incluyendo al FBI y, la madre de todas las batallas, las Big Tech y los billonarios activistas de esas empresas. También porque los políticos norteamericanos son los únicos que pueden hacerlo, no solo por ser sede de las matrices y de la ubicación física de sus supercomputadores, sino también porque de ellos depende un estatuto legal proveniente de los 90 como la muy importante Sección 230, que les confiere un estatus especial.

Hay indicios que se ha creado una tormenta perfecta, donde por sobre las intenciones judiciales se podría consolidar la narrativa que la razón es política para impedir la participación de Trump en las próximas elecciones. No solo ello, sino que pareciera que recibe ayuda de algunos demócratas, que, sin quererlo, han contribuido a mantenerlo vigente, ya que casi todo vuelve siempre a su gestión de gobierno.

Los tribunales han acompañado a Trump toda su vida empresarial, y ahora se agrega su gestión política, donde se acogió al silencio como derecho de la Quinta Enmienda, y como protesta de lo que sus partidarios califican como violación de la Cuarta, es decir, la que protege contra registros injustificados.

Y aunque exista fundamento para el allanamiento, mientras no salgan todos los antecedentes que permiten tener opinión, me limito a hacer tres preguntas como conclusión:

  • ¿Es posible que no solo por Trump, sino también como consecuencia de la lucha en contra de él, USA haya perdido parte de su esencia?
  • ¿Es posible que, como consecuencia de la polarización, Estados Unidos haya perdido parte de su excepcionalidad y le esté pasando lo mismo que a tantos otros países?
  • ¿Es posible que la división haya logrado que Estados Unidos vaya camino a su latinoamericanización?

Este artículo forma parte de un acuerdo entre El American y el Interamerican Institute for Democracy.

Ricardo Israel es un reconocido escritor, bogado, analista político y académico chileno. Fue candidato presidencial de su país en 2013. Actualmente hace parte del directorio del Interamerican Institute for Democracy // Ricardo Israel is a renowned Chilean writer, lawyer, political analyst and academic. He was a presidential candidate in his country in 2013. He is currently a member of the board of directors of the Interamerican Institute for Democracy

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