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Amanpour y las periodistas que no se quedaron calladas

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Siempre me ha impactado ver a periodistas mujeres occidentales cubriendo conflictos en Medio Oriente. Sin duda se debe a que ellas corren todavía más riesgos en aquellas latitudes de los que corremos los reporteros varones. Es una realidad lamentable.

Recientemente, tras la desastrosa retirada de tropas americanas de Afganistán, el trabajo de Clarissa Ward, de CNN, acaparó las miradas del mundo al portar un chador en lugar del velo, una vez que los talibanes se hicieron con el poder.

La periodista española Ana Pastor es recordada por su entrevista a Mahmoud Ahmadinejad, el entonces presidente de Irán. Comenzó la conversación con el velo perfectamente puesto, pero durante la conversación fue cayendo sobre sus hombros, algo que ella desestimó y generó incomodidad en el presidente iraní, y escándalo en el mundo árabe.

Si seguimos retrocediendo en el tiempo, llegaremos a la histórica entrevista de Oriana Fallaci ante el ayatollah Khomeini, líder de la revolución islámica de Irán, a la cuál fue con un chador que dejaba ver únicamente su rostro. Una vez entrada en materia y confrontando a su entrevistado, se quitó el velo y lo expuso ante él como un símbolo de opresión a la mujer: ¡escándalo en el mundo árabe! ¡Ícono en el mundo occidental! (¡qué mujer aquella!),

Esta semana marcó el regreso de Christiane Amanpour a las asignaciones internacionales en Oriente Medio, tras una temporada atendiendo su salud y trabajando sobre todo en Europa. Lo hizo en Afganistán, donde entrevistó al ministro del Interior talibán, Sirajuddin Haqqani. Lo hizo con el mismo velo verde con el que entrevistó hace 26 años a Sher Mohammad Abbas Stanikzai, cuando los talibanes llegaron al poder por primera vez.

Los titulares no tardaron en llegar. “Mantenemos en casa a las mujeres traviesas”, diría el talibán, que respondió a las preguntas directas e inclementes de la periodista británico-iraní. Valiente, como siempre.

Hay algo en la imagen de estas periodistas, mujeres occidentales, que siempre nos llama la atención cuando las vemos cubrir su cabeza ante un hombre. Pensamos que ello significa sumisión o respeto, pero sus preguntas y trabajo demuestran que por dentro son tan libres como siempre. Capaces de ir por respuestas a cualquier costo.

Si no la vieron, recomiendo la historia que compartió Amanpour en su programa sobre cómo las mujeres que estaban preparándose profesionalmente en Afganistán, han sido vetadas de la educación superior y ahora deben aprender los oficios permitidos, como el de costurera. La impotencia aflora. Nos golpea. Pero nunca tanto como a las víctimas de un régimen retrógrada, cuya esencia cruel siempre queda develada por las mujeres brillantes, que se atreven a contarlo.

Este artículo apareció originalmente en el newsletter de El American el 22 de mayo de 2022. ¡Suscríbete gratis aquí!

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