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Los americanos quieren que América sea la prioridad

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Por Brooke Rollins

En los últimos meses, el pueblo americano ha manifestado su deseo de que las políticas de “America First” ayuden a dar un giro a nuestro país. En toda la nación, nuestros ciudadanos han visto previamente los resultados positivos de las políticas de America First y el contraste que ofrecen con los esfuerzos fallidos de la izquierda radical. Hoy, incluso en los estados conocidos por las políticas de la izquierda radical, el apoyo a las políticas de America First está ganando un poderoso impulso.

Esto plantea una pregunta: cuando lleguen los resultados esperados, ¿el principal motor de los acontecimientos serán las pérdidas de la izquierda o las victorias de la derecha? Dicho de otro modo, ¿habrán hecho los votantes americanos, en primer lugar, una elección positiva a favor de la gobernanza de “America First” o una negativa en contra de un gobierno muy progresista?

Las motivaciones próximas de los votantes que se enfrentan a la serie de políticas desastrosas de la era Biden -desde el aumento vertiginoso de la delincuencia hasta las guerras perdidas, pasando por la inflación ruinosa y más allá- sugieren firmemente que habrá prevalecido esta última motivación.

Esto no quita nada a los probables vencedores, que al menos tienen la virtud de presentar una alternativa, y ahora tienen una oportunidad única de reivindicar su victoria gobernando con los intereses reales de los estadounidenses en mente. Parece un principio sencillo de cumplir, pero el hecho de que haya que declararlo pone de manifiesto hasta qué punto las preocupaciones de los americanos de a pie no son escuchadas ni atendidas en Washington, D.C., hoy en día. El primer paso para cambiar esto llega el martes.

La buena noticia es que el siguiente paso ya está trazado, probado por las encuestas y listo para ser dado. Se llama la America First Agenda, y en el America First Policy Institute la hemos estado elaborando y perfeccionando precisamente para este momento. Al hacerlo, somos conscientes de nuestro propio papel y lugar en el proceso político. En sus memorias, Henry Kissinger acusa (con razón) a los redactores de discursos de ser directores frustrados, deseosos de imponer sus propias opiniones a los oradores para los que escriben.

Existe un fenómeno similar en el ámbito de las instituciones políticas, para las que los legisladores son meros instrumentos de sus opiniones y aspiraciones. En el America First Policy Institute somos muy conscientes de ello, y por eso nos preguntamos constantemente no sólo qué necesitan los americanos, sino qué quieren. Lo primero es nuestro verdadero norte, y lo segundo es el timón que nos dirige hacia él.

La “America First Agenda” responde plenamente a las necesidades y deseos de los estadounidenses en la actualidad, y por eso los nuevos gobernantes, tanto en los estados como en Washington D.C., están bien asesorados para llevarla a cabo.

Afortunadamente, la Agenda no sólo es popular, sino que casi toda ella es de puro sentido común. Entre sus preceptos está la propuesta de que los americanos merecen una economía floreciente, sustentada en un dinero sólido que no infle artificialmente sus ahorros e inversiones. Esa economía debe estar formada y empleada al servicio del pueblo americano en general: nuestros trabajadores, nuestros productores, nuestros empresarios, nuestros creadores y nuestros soñadores. La eficiencia del mercado es insuficiente como fin en sí mismo. Lo que deberíamos preguntarnos es si nuestra economía produce vidas dignas y respetuosas para todos los americanos que deciden trabajar.

De ahí surgen una serie de prioridades relacionadas que abarcan nuestra economía y, más ampliamente, nuestro civismo. Incluyen el imperativo de garantizar que nuestra energía sea asequible, abundante y americana. Creemos profundamente que los padres, y no los fanáticos ideológicos de la burocracia educativa, deben controlar la educación de sus propios hijos. Por último, las comunidades en las que los americanos viven y trabajan -y en las que sus hijos juegan y se educan- deben ser seguras, estar bien vigiladas y libres de delitos.

Todo ello constituye una constelación de los fines políticos que, en conjunto, ponen el Sueño Americano al alcance de todos, no sólo de los bien conectados y acomodados.

Conseguir todo esto implica necesariamente una tremenda reforma del modo en que se gobierna ahora Estados Unidos. Los americanos son conscientes de la necesidad de esa reforma: por eso, por ejemplo, la reforma de la integridad electoral es tan popular. El americano de a pie entiende que tenemos que hacer que sea fácil votar, y difícil hacer trampas. Del mismo modo, la administración de la seguridad americana debe cambiar de enfoque y de prioridades.

Los esfuerzos en guerras interminables en teatros marginales sin importancia estratégica duradera para Estados Unidos deben pasar a un segundo plano para centrarse en las amenazas gemelas de la China comunista y los cárteles mexicanos. En casa, la gobernanza real de Estados Unidos requiere un reajuste, con el “pantano” drenado, el poder burocrático restringido y los derechos de los americanos respetados en su totalidad.

Todo esto es una descripción necesariamente parcial de una agenda amplia y profundamente detallada. Supone una tremenda ruptura con el statu quo de la gobernanza, pero eso no significa que sea radical. Radicalismo es lo que nos han impuesto desde hace años. Esta agenda no es radical: es una restauración. Es lo que Estados Unidos necesita y quiere, por igual y en su totalidad. Confío en que los responsables políticos de “America First” puedan comenzar la labor de aplicar esta agenda cuando el pueblo estadounidense les dé la oportunidad de hacerlo.

Brooke Rollins es la presidenta y directora general del America First Policy Institute. Anteriormente fue asistente del presidente Donald J. Trump y directora del Consejo de Política Interior de la Casa Blanca.

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