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López Obrador y la izquierda, ahogar a los pobres

EFE/Isaac Esquivel

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Ahogar a los pobres, o al menos inundar sus casas fue la decisión que tomó el Gobierno de México hace un par de semanas. Sí, literalmente. Lo sabemos porque así lo explicó el sábado 14 de noviembre el propio presidente Andrés Manuel López Obrador durante un recorrido aéreo por la zona de desastre en el estado de Tabasco. Sus palabras concretas:

«Que el agua saliera por el [río] Samaria, por las zonas bajas. Desde luego se perjudicó a la gente de Nacajuca, son los chontales, los más pobres»

Esta tragedia, que suma al menos 8 personas muertas y más de 300.000 damnificados, ha exhibido en toda su crudeza la incompetencia y las brechas al interior del oficialismo de izquierda que gobierna México desde el 2018, y que pretende instalarse en la historia del país como la “cuarta transformación” de la república. Veamos:

  • Hace menos de un mes, el 18 de octubre, el propio López Obrador había anunciado la entrada en funcionamiento de un caudal ecológico para evitar inundaciones en las regiones aledañas a la hidroeléctrica Peñitas, para «que no se vuelva a inundar la planicie de Tabasco». Spoiler alert: en la actualidad es la presa la que está inundando esas mismas.
  • El gobernador de ese estado, Adán Augusto López (que también es de Morena, el partido de López Obrador) responsabiliza directamente al Gobierno federal, en concreto a la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Según el mandatario estatal, esa entidad cometió un «error de cálculo» desfogando la presa Peñitas a más de 1.500m3 por segundo, algo que califica como «irresponsabilidad y negligencia criminal».

Lo de “no mentir y no traicionar al pueblo” era mentira de López Obrador

A la irresponsabilidad se suma la mentira. Todavía hace una semana, cuando los reporteros le preguntaron si se estaba inundando a otros municipios para proteger al de Centro (donde se encuentra la ciudad de Villahermosa), López Obrador había respondido, con ignorancia o cinismo, «No. Hay muchos rumores, mucha desinformación, pero le digo a mis paisanos: tengan confianza. Nunca les voy a mentir, acuérdense de no robar, no mentir y no traicionar al pueblo». Hoy sabemos, por su propia voz, que estaba mintiendo.

Va otra vez: el Gobierno de izquierda, que hizo del “primero los pobres” su lema de batalla, reconoce abiertamente que ordenó inundar las casas de los más pobres, bueno intento por disfrazar la incompetencia de sus funcionarios, que ni siquiera pudieron realizar exitosamente los cálculos básicos para el desfogue de una presa. La tragedia amerita dos reflexiones:

  • La primera es el absurdo doble estándar de la izquierda mexicana. Si los centristas Enrique Peña Nieto (PRI) o Felipe Calderón (PAN) hubieran dicho algo similar a lo que reconoció López Obrador sobre inundar intencionalmente las casas de los más pobres, el país inmediatamente hubiera estallado en llamas.

Los grupos de choque y las pandillas de vándalos controladas por las mafias de la izquierda se habrían lanzado a una ola de vandalismo con el pretexto de la indignación, mientras que intelectuales, medios de comunicación y tontos útiles de la izquierda caviar estarían repartiendo congojas. Ya tendríamos lema de la movilización social, tiendas saqueadas y canciones de denuncia.

Sin embargo, López Obrador fue quien lo dijo, no hay denuncia, vandalismo ni canción. Hay que tenerlo claro: a la izquierda no le interesa realmente ni el bienestar de los pobres, ni la representación de las minorías, ni los derechos humanos. Para ellos son puros pretextos, y a la derecha más le vale a entenderlo.

  • La segunda es que detrás de la torpe sinceridad el presidente López Obrador se oculta una confesión que aplica a todos los gobiernos izquierdistas: hacen campaña “en defensa de los pobres”, destrozan instituciones “para hacerle justicia a los pobres”, se atrincheran en el poder “en nombre de los pobres”, pero sus decisiones afectan principalmente a esos pobres.

Ahogar a los pobres

Para no ir más lejos, hace un par de días López Obrador lanzó una iniciativa de ley para prohibir el outsourcing, con el pretexto de proteger los derechos de los pobrecitos trabajadores. En la práctica, el efecto que tendrá esta iniciativa será incrementar el desempleo, particularmente en el caso de las personas cuya vulnerabilidad las vuelve menos competitivas en el mercado laboral.

Lo mismo sucede con caprichos como la cancelación del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México y el desperdicio de millones de dólares en el vano, en un intento para “salvar a Pemex”. El resultado es incertidumbre, parálisis y una recesión económica que empezó incluso antes de que nos llegara la COVID-19. Así de sencillo, tanto en México como en Venezuela y en cualquier otra de las historias de terror socialista en América Latina, los primeros afectados por la demagogia son los pobres.

Los ricos tienen más opciones de emigrar, de negociar con el gobierno, o de adaptar sus modelos de negocio a la nueva realidad. Los ricos sufren, pero pueden sobrellevar la situación. En cambio, para los demás, un gobierno caprichoso es una sentencia de muerte y de hambre, que los condena a estar permanentemente sometidos a la misericordiosa despensa (o Clap) del burócrata que les había prometido liberación.

Para acabar pronto, las intenciones de la izquierda quizás estén a discusión, pero los resultados son evidentes. Más temprano que tarde optan por ahogar a los pobres.

Gerardo Garibay Camarena, is a doctor of law, writer and political analyst with experience in the public and private sectors. His new book is "How to Play Chess Without Craps: A Guide to Reading Politics and Understanding Politicians" // Gerardo Garibay Camarena es doctor en derecho, escritor y analista político con experiencia en el sector público y privado. Su nuevo libro es “Cómo jugar al ajedrez Sin dados: Una guía para leer la política y entender a los políticos”

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