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El antiamericanismo del discurso de Biden en Filadelfia

El antiamericanismo del discurso de Biden en Filadelfia, EFE

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Si a Joe Biden le importase el daño que su administración le ha hecho a Estados Unidos y al mundo libre, se habría dirigido a la nación y al mundo con una pantalla de fondo de imágenes de los supermercados en donde los precios de los alimentos para las familias americanas suben sin pausa por la inflación que sus desastrosas políticas ocasionan. Habría seguido con imágenes de las bombas de gasolina para admitir que sus políticas energéticas regresaron América a la fatídica dependencia energética de potencias extranjeras, buena parte de ellas hostiles no solo a Washington, sino a los ideales occidentales de Estado de derecho, orden republicano, democracia y economía de libre mercado.

Incluso habría admitido que su partido y su administración, rendidos ante su propia ultraizquierda neomarxista radical, han fomentado la ola de violencia criminal mostrando cómo afecta principalmente a ciudades gobernadas por demócratas. Pero, sobre todo, habría admitido ante el país y el mundo la magnitud del desorden global que su incoherente política exterior de error tras error, tras error, tras error está ocasionado con imágenes como las de la retirada de Afganistán. Y tras eso, sí que habría podido colocarse ante el Independe Hall de Filadelfia para, en el espíritu de los Padres Fundadores, rectificar y llamar a la unidad para recuperar el camino mediante acuerdos bipartidistas sobre política interna y externa, para los que tendría que haber tendido sinceramente la mano a los líderes de las bases republicanas conservadoras, empezando por Trump.

Claro que hizo todo lo contrario. El liderazgo demócrata del Congreso y la Casa Blanca es una combinación única de estulticia y corrupción con fanatismo ideológico antiamericano. Incluso cuando entre ellos alguien acierta es en un raro instante personal de rebeldía que terminará por diluirse en nada. La marioneta en la Casa Blanca únicamente podía gritar su odio a más de medio país con una provocativa escenificación del Independence Hall iluminado de focos rojos en medio de un discurso ferozmente partidista, irresponsable y mentiroso, para dividir más profundamente a una nación fracturada.

Pero el problema del discurso no fueron sus excesos retóricos, sino en la idea de fondo. Lo que Biden asumió fue al intelectual neomarxista Herbert Marcuse, y su famoso artículo sobre la “tolerancia represiva”, como ideología de su administración. Marcuse decía que:

“La noción misma de falsa tolerancia, y la distinción entre limitaciones correctas e incorrectas a la tolerancia, entre adoctrinamiento progresivo y regresivo, violencia revolucionaria y reaccionaria exige la declaración de criterios para su validez […] Estas normas deben ser anteriores a los criterios constitucionales y legales que se establezcan y apliquen en una sociedad existente. Tolerancia liberadora, entonces, sería intolerancia contra los movimientos de derecha y tolerancia hacia los movimientos de izquierda. En cuanto al alcance de esta tolerancia e intolerancia: … se extendería tanto a la etapa de acción como a la de discusión y propaganda, tanto de hecho como de palabra”.

Ese fue el verdadero fondo ideológico del discurso de Biden en Filadelfia. Una ideología neomarxista para la que “las clases enemigas” () deben ser exterminadas para crear la sociedad “progresista” de la “liberación” woke. Y “clases enemigas” son las que ellos caprichosamente definen como tales mediante la teoría crítica de la raza y la teoría de género. Y sí, es a eso, no a otra cosa, a la que apuntan los discursos como el de Biden en Filadelfia. El actual liderazgo demócrata se empeña en dividir y enfrentar a los americanos mediante el odio, el racismo y la envidia, para demoler ideológica y políticamente las bases del sueño americano y el liderazgo global de Washington. Por eso Biden le declaró la guerra en ese discurso a más de medio país en los mismos términos que todos los totalitarismos socialistas han usado para justificar el extermino de las “clases enemigas”.

Lo cierto es que mientras idiotas útiles como Biden trabajan para destruir a Occidente desde dentro soñando con un totalitario gobierno global woke, el totalitarismo que podría llegar a la hegemonía global mediante la debacle de occidente no es de Davos, sino el de Beijing.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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