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Lo que aprendí sobre el embargo cubano en mi viaje a La Habana

Lo que aprendí sobre el embargo cubano en mi viaje a La Habana, EFE

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By Christian Monson*

Cuba es un país tan empobrecido que la gente no pide dinero en las calles. Piden ropa interior, lápices y aspirinas. Y este es un país que era uno de los más ricos de América Latina antes de la revolución comunista cubana, por no hablar de un famoso destino turístico conocido por el glamour y el lujo, todo lo cual se puede ver ahora en decadencia en las calles de La Habana.

Por supuesto, si se le pregunta al gobierno cubano, su difícil situación económica se debe a las sanciones de Estados Unidos. Promulgadas en 1960 en respuesta a la nacionalización por parte del gobierno de Castro de las refinerías de petróleo de propiedad estadounidense, así como a la confiscación de otras propiedades y negocios de estadounidenses, el embargo cubano es el más largo de su tipo en la historia moderna y es famoso por impedir que los ciudadanos estadounidenses viajen al país, salvo en circunstancias especiales.

El 11 de julio de 2021, estallaron protestas masivas en todo el país debido a la escasez de alimentos, medicinas e incluso agua, lo que provocó la detención arbitraria de activistas, algunos de ellos menores de edad. En julio, viajé a Cuba para el aniversario, y fue más evidente que nunca que es hora de que el embargo termine. No solo cuesta a los ciudadanos estadounidenses y cubanos por igual, agravando la pobreza de una nación que ya sufre las políticas comunistas, sino que es contraproducente.

En realidad está ayudando al régimen castrista a mantenerse en el poder.

Cuba es el ejemplo por excelencia de una economía basada en el consumo de su cosecha. Se puede ver en los miles de edificios, máquinas y piezas de infraestructura que eran claramente de primera línea hace 50 años y que ahora han sido llevados al límite y están en mal estado.

En una encuesta realizada a expertos de la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago, el 98% coincidió en que las dificultades económicas de Cuba se debían a las propias políticas del gobierno cubano, no a las sanciones de Estados Unidos. Esto se debe a que, si bien es cierto que existe un embargo que interrumpe el comercio entre Estados Unidos y Cuba, no es el bloqueo que el gobierno cubano pretende.

De hecho, el Gobierno de USA incluso dio su aprobación a una empresa estadounidense para construir una planta de maquinaria agrícola en Cuba, el tipo de capital que el país necesita desesperadamente. Sin embargo, el gobierno cubano lo rechazó, ya que a los particulares no se les permite tener fábricas en el país. De hecho, un ciudadano cubano afirmó que la frecuente escasez de agua que sufren, incluso en las zonas turísticas preferidas, se debía a que, si bien Cuba tiene mucha agua, ni siquiera tiene suficiente infraestructura industrial para producir algo tan simple como botellas de plástico.

Con una planificación estatal absoluta que ha destruido casi toda la producción en la isla, Cuba debe depender de las importaciones para casi todo. Sin embargo, importar es difícil porque nadie confía en que el gobierno cubano pague debido a décadas de impagos de la deuda. Por ejemplo, China ha tenido que condonar casi 5,000 millones de dólares de deuda a Cuba, justo la mitad de la deuda total que ha condonado a sus socios comerciales. Como resultado, el comercio con China ha disminuido al igual que con otras numerosas naciones que han intentado acudir en ayuda de Cuba, como Rusia, Venezuela y México.

Un memorando del Departamento de Estado revela el propósito del embargo: “El único medio previsible de alienar el apoyo interno [al régimen de Castro] es a través del desencanto y la desafección basados en la insatisfacción y las dificultades económicas”.

Pero si el propio gobierno cubano es responsable de la pobreza de la nación (la tasa de pobreza de Cuba se estima en torno al 50 %) y el régimen se ha mantenido en el poder durante más de seis décadas, el embargo no ha conseguido gran cosa. Mientras tanto, ha tenido una serie de consecuencias negativas.

Aunque los problemas económicos de Cuba son el resultado de sus políticas comunistas, no del embargo estadounidense, no se puede negar que las sanciones ayudan poco a la situación de la isla. Las estimaciones abundan. Algunos afirman que el embargo ha costado a la economía cubana bastante más de un billón de dólares; la Cuba Policy Foundation ofrece una cifra menor, de 685 millones de dólares al año, o casi 50.000 millones de dólares en total.

Además, con la pésima economía del régimen castrista, la única forma que tienen los cubanos de adquirir productos extranjeros de calidad es con divisas. Los turistas estadounidenses podrían poner dólares en los bolsillos de los ciudadanos cubanos particulares si no tuvieran que enfrentarse al absurdo burocrático de conseguir una “licencia” solo para viajar allí y someterse a una posible auditoría.

Por supuesto, no se trata solo de los cubanos. El libre comercio siempre es beneficioso desde el punto de vista económico, por lo que resulta irónico que un país como Estados Unidos, que generalmente aboga por el libre comercio mundial (con notables excepciones), esté dispuesto a sofocarlo para sus propios ciudadanos prohibiéndoles comerciar con los cubanos. La Cámara de Comercio de Estados Unidos estima que el embargo cuesta a los estadounidenses 1.200 millones de dólares al año, lo que significa que ha costado aproximadamente 75.000 millones de dólares desde su inicio.

Además, pone a los estadounidenses en una grave desventaja de cara al futuro. Durante mi visita, no hablé con nadie en Cuba que tuviera algo positivo que decir sobre su propio gobierno, y es poco probable que el régimen comunista dure mucho más. Cuando inevitablemente caiga, los inversores de otras naciones desarrolladas tendrán una ventaja. Tras la decisión de Raúl Castro de permitir la compra de viviendas, los cubanos están vendiendo en masa sus casas a los europeos por casi nada para conseguir euros y poder alimentar a sus familias. Los estadounidenses no tienen las mismas oportunidades por culpa de nuestro propio gobierno.

Sin embargo, los costes económicos son lo de menos. El peor efecto del embargo estadounidense a Cuba es que ayuda a mantener el régimen castrista en el poder. Esto se debe a que el Partido Comunista de Cuba -por no hablar de sus partidarios en todo el mundo- puede utilizarlo como chivo expiatorio de todos sus problemas.

Las protestas del 11J y el sentimiento general antigubernamental del pueblo cubano son una prueba perfecta de ello. Ahora que Internet ha proporcionado a los cubanos un medio para ver el mundo exterior y difundir información, como el medio de noticias clandestino Cibernoticias, los cubanos creen cada vez menos en la excusa del bloqueo. Un ciudadano especialmente apasionado llegó a decirme: “¿Bloqueo? No hay ningún bloqueo. Los pollos dicen ‘Producto de USA’ justo en el costado”.

Sin embargo, hasta hace poco, los cubanos no tenían acceso a Internet, por lo que el régimen ha podido culpar al embargo de todos los problemas que el propio régimen ha causado. El levantamiento del embargo eliminaría esta excusa y demostraría que Cuba es un ejemplo más de un estado comunista fracasado.

Las sanciones estadounidenses contra Cuba simplemente no han funcionado. Sesenta y tres años después, los comunistas siguen en el poder, mientras que la mayoría de los implicados en la revolución original, tanto por parte de Estados Unidos como de Cuba, hace tiempo que han muerto.

A pesar del fracaso total que ha supuesto el embargo a Cuba, hasta el punto de conducir a lo contrario de su propósito declarado, los políticos han estado deseosos de repetir la estrategia siempre que sea posible. Basta con considerar la respuesta de la administración Biden a la invasión rusa de Ucrania: “sanciones sin precedentes”. Supuestamente, éstas iban a poner al pueblo ruso en contra de Putin. Sin embargo, en abril de 2022, el índice de aprobación interna de Putin había subido a casi el 82% desde el 67% anterior a la invasión.

El Gobierno de Biden no necesitaba haber mirado tan lejos como Cuba para saber que esto sucedería. Podrían haber mirado las sanciones que Estados Unidos y la UE aplicaron a Rusia y a Putin tras la anexión de Crimea en 2014. En este caso, el índice de aprobación de Putin se disparó desde uno de sus puntos más bajos hasta el 89 %.

Parece que hay un patrón cuando se trata de sanciones. Ayudan al régimen en el poder. Sin embargo, nuestros gobiernos siguen diciéndonos que son la solución para frustrar los regímenes autoritarios.

Si los funcionarios quieren realmente ayudar a acabar con los regímenes autoritarios, ya sea en Cuba o en Rusia, sería mucho mejor quitarse de en medio y dejar que el libre mercado funcione.

Si se fomenta la paz, el libre comercio y la inmigración, quedará muy claro qué crea prosperidad y qué inflige pobreza. Estos regímenes no sobrevivirán a la verdad.


*Christian Monson is a writer and journalist covering subjects from motorcycles and guns to economics and European history. You can see more of his work at ChristianMonson.com.

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