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La batalla de los monarcas socialistas contra los ciudadanos libres

monarcas socialistas

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Si algo nos ha enseñado la historia y también la ciencia, es que la vida siempre encuentra formas para desarrollarse y adecuarse a los cambios que producen las interacciones universales. Con la biología observamos como las especies vivas transmutan con la intención de sobrevivir a los avatares del destino, así los renacuajos fueron evolucionando hasta convertirse en animales más fuertes, y lo mismo hicieron los monos en su camino a la racionalización.

Hace miles de años, cuando no existían las casas, los autos, la electricidad, los mercados, ni las lenguas, los homo sapiens llevaban vidas ermitañas dedicadas a la caza y la pesca como forma de sustento, al no tener mecanismos eficientes de comunicación daban cualquier acercamiento de otro individuo por amenaza, y cada encuentro podía terminar en una batalla mortal.

La evolución fue produciendo mecanismos de interacción, la necesidad de ayudarse mutuamente fue creando estructuras de lenguaje corporal y posteriormente hablados que fueron permitiendo vías de comunicación abiertas, entonces el hombre fue estableciéndose en pequeñas tribus con el propósito de trabajar en conjunto por un fin común: la sobrevivencia.

En esos tiempos en los que el hombre se agrupaba en pequeñas tribus para sobrevivir, debían trabajar numerosas horas e incluso días solo para conseguir alimentos, recorrer bosques enteros en la búsqueda de una presa, y las tres comidas al día no era una norma como lo es hoy en la mayoría de sociedades, entonces podían pasar varias lunas antes que sus hijos comieran un trozo de carne, por ello la esperanza de vida era muy inferior a la de la actualidad.

Con el crecimiento de las tribus se abrió paso a grupos sociales cada vez más compuestos que ofrecían dinámicas distintas, el hombre empezó a especializarse en labores y mediante el intercambio de bienes podía suplir sus necesidades y las de su familia de forma más sencilla y sin tanto sacrificio. Las tribus se transformaron en villas, las villas en pueblos, los pueblos en ciudades, las ciudades en estados y los estados en países, todo esto claro está, en un proceso evolutivo de siglos que nos ha permitido llegar a las formas sociales que conocemos en el presente, con distintas monedas, culturas, lenguas, sistemas jurídicos, políticos y económicos, empujados por avances tecnológicos que hoy permiten a millones de personas en el mundo trabajar y crear valor desde sus casas, algo completamente impensado hasta hace unas décadas atrás.

Con la llegada de la industrialización en el siglo dieciocho se dio entrada al capitalismo, un sistema económico que aumentó de forma paulatina y drástica la calidad de vida de millones de personas, por primera vez en la historia de la humanidad las empresas podían convertirse en un vehículo de riquezas infinitas no solo para los dueños, sino también para los empleados de las mismas. Todo este desarrollo y crecimiento dejó en el pasado a los sistemas colectivistas tribales por razones lógicas y evidentes, la fortaleza del individuo era ahora la fortaleza de la colectividad, el tejido social debía producir hombres y mujeres fuertes y autosustentables que por la vía del intercambio de bienes consiguiera su propio sustento.

Con el paso del tiempo, las sociedades han ido experimentando cada vez más cambios, y allí donde hay plenas libertades y cada individuo encuentra el valor agregado que puede aportar para generar riquezas para sí mismo y su gente, ha mejorado la calidad de vida de sus integrantes; pero en otras partes, este sistema de libertades se ha visto coartado por gobernantes que consideran que son una especie de autoridad divina a la que sus súbditos ciudadanos deben rendir pleitesía y obedecer de forma medieval.

La historia está cargada de errores que han permitido a las generaciones futuras ir adquiriendo conocimientos para evolucionar, no obstante, en las últimas décadas han surgido movimientos ideológicos antiliberales cuya finalidad es precisamente reescribir la historia para borrar los patrones de aprendizaje y llevar a la humanidad a sistemas políticos monopensantes donde un ente gobernante impone una ley arbitraria sobre el resto de la sociedad que debe obedecer sin ningún reparo; esos son los socialistas, comunistas y progresistas de hoy en día, quienes afianzados en el colectivismo de pensamiento único se consideran a sí mismos como una especie de seres superdotados que tienen no solo el deber, sino también el derecho de dirigir a sociedades estúpidas compuestas por ciudadanos incapaces de valerse por sí mismos, y que necesitan de la intervención del Estado benefactor para salir adelante.

Lastimosamente nuestras sociedades, plagadas por el adoctrinamiento marxista que se ha venido implementando desde hace décadas, consideran de forma mayoritaria que el camino a la servidumbre es el que brinda mayores beneficios a todos, despreciando de esa forma su propia libertad y trabajando para proveer de cada vez más poder a la bota que le aplasta, mientras sonríe por la bolsa de comida que le acaba de dar.

Los progresistas —socialistas—no son seres empáticos a los que mueve el cuidado de la gente, son personas que consideran al resto de la población como sus súbditos naturales, un colectivo tonto al que puede manipular para cumplir sus objetivos y así apropiarse de la riqueza de todos los privados para reconducirla a su antojo, tomando una gran porción para sus bolsillos.

Los socialistas de hoy son los monarcas del pasado, la gran diferencia es que hace trescientos años estos monarcas imponían su ley por la fuerza, mientras acumulaban todo el poder político y económico en manos de la monarquía; hoy en día el monarca—socialista, también quiere acumular todo el poder político y económico, pero ya no necesariamente a través de la fuerza, ahora lo hace a través de las “buenas intenciones”, de la redistribución de la riqueza, de la “ayuda a los pobres”, así cumplen sus objetivos de dominio absoluto sin la necesidad de entrar en constantes conflictos armados con la población, mientras mete las manos en los bolsillos de los ciudadanos, sobre todo en los de quienes más producen, para supuestamente “igualar” a la población.

Si quitarle el dinero a unos para darle a otros realmente resolviera el problema estructural de la pobreza, países como Venezuela o Cuba hoy serían sumamente ricos y sus ciudadanos gozarían de una calidad de vida superior al resto de la humanidad, pero muy al contrario la pobreza en estos países ha llegado a estar por encima del 90 %; o yendo un poco más lejos, si entregar dinero a los pobres sacara a la gente de la pobreza, entonces África sería el continente más rico del planeta, pues desde hace décadas se han destinado miles de millones de dólares anuales en ayudas económicas para “paliar” la pobreza, y lo único que han conseguido es empobrecer aún más a los africanos.

Cada vez que los socialistas piden aumentar impuestos, regulaciones, planificar la economía, en realidad le están diciendo a usted como individuo que no tiene la inteligencia suficiente para hacerse cargo de sí mismo, y que por lo tanto ellos deben intervenir para decirle cómo debe manejar usted su dinero y su vida. Entre más grande es el Estado, entre más tareas se atribuya, más pequeñas son sus libertades civiles e individuales.

De alguna forma debe entenderse, esto no es izquierda contra derecha, no es socialismo contra capitalismo, es autoritarismo contra libertades. Yo le invito a ser independiente, a ejercer su derecho a ser autónomo y gobernar su vida, no permita que otros le planifiquen su existencia, el mundo será un lugar mejor a medida que usted sea una persona más libre.

Emmanuel Rincón is a lawyer, writer, novelist and essayist. He has won several international literary awards. He is Editor-at-large at El American // Emmanuel Rincón es abogado, escritor, novelista y ensayista. Ganador de diversos premios literarios internacionales. Es editor-at-large en El American

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