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Se acerca el escenario que Beijing espera para invadir Taiwán

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Que el Kremlin no obtuviera la rápida victoria que esperaba en Ucrania e incluso esté lejos de repetir lo que para Putin fue el éxito de Crimea en 2014 no está disuadiendo a Beijing de invadir Taiwán. Xi Jinping y la cúpula del Partido Comunista Chino están viendo en la reacción de occidente ante la invasión rusa de Ucrania, junto a la caída de Afganistán, la debilidad de Europa y las erráticas políticas de Washington bajo Biden, un escenario cada vez más propicio para invadir Taiwán. Sea o no inminente, la amenaza es real y una disuasión ambigua no la detendrá.

Para Xi Jinping la guerra de Ucrania lo que demuestra es que los Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido, cuyas economías sumadas son 25 veces la de Rusia, no solo no pudieron disuadir a Putin de la invasión, sino que la dependencia energética europea de Moscú debilitó las sanciones a Rusia haciéndolas ahora tardías e incompletas y, en el futuro cercano, insostenibles para economías como la alemana.  

Beijing planea invadir Taiwán hace décadas y para crear el escenario propicio empezó por aislar diplomáticamente a Taipéi. Ahora en Beijing piensan que nadie se atreverá a sancionar seriamente a China porque es la segunda economía del planeta y de ellos dependen demasiadas cadenas de suministro e innumerables etapas críticas de producción de las economías occidentales.

Además, Beijing se envalentonó con el colapso de Afganistán. Mientras Kabul caía, el tabloide de propaganda The Global Times afirmaba que los Estados Unidos no podrían hacer frente a China porque ni siquiera podían lidiar con los talibanes y que, cuando estalle la guerra en el Estrecho de Taiwán, las defensas de Taipéi colapsarán en horas y el ejército estadounidense no acudirá en su ayuda.

El 15 de abril, Beijing enviaba al estrecho aviones caza, bombarderos y fragatas de su Comando del Teatro del Este, y afirmaban en un comunicado que “Taiwán es una parte sagrada e inalienable del territorio chino” y “no hay lugar para ninguna interferencia extranjera en el tema”.

La movilización militar respondía a la visita a Taipéi de seis legisladores americanos encabezados por la senadora Lindsey Graham (republicana de Carolina del Sur) y Robert Menéndez (demócrata de Nueva Jersey) quien preside el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, para reunirse con la presidenta Tsai Ing-wen y otros altos funcionarios taiwaneses.

La visita, no anunciada, de dos días fue calificada de furtiva por el Ministerio de Defensa Chino mientras su Comando del Teatro Este hablaba de “señales incorrectas (…) malas acciones y trucos completamente fútiles y muy peligrosos” de Washington sobre “el asunto de Taiwán”.

El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian dijo que la incursión fue “una contramedida a las acciones negativas de Estados Unidos recientemente, incluida la visita de los legisladores a Taiwán”. El Global Times afirmó que los simulacros no solo eran una “advertencia” sino que iban “más allá de la disuasión al prepararse para acciones reales y potenciales que resolverían la cuestión de Taiwán de una vez por todas cuando fuera necesario”.

La ambigüedad estratégica por la que Washington no reconoce a Taiwán como Estado soberano pero tampoco como territorio de la República Popular China es insostenible. Los arcos de contención a China en el Indo-pacifico fueron seriamente debilitados por el desastre de Afganistán, y la caída de Taiwán los rompería definitivamente, entregando la región a Beijing.

En enero explicaba aquí porque defender Taiwán es vital para los Estados Unidos. Ahora agregaré que le urge a Washington: armar más y mejor a Taipéi; declarar que defenderá Taiwán de una invasión China; negociar entre Washington, Tokio y Sídney un tratado de defensa regional que incluya a Taipéi y, como propuso el ex-secretario de Estado Pompeo, reconocer a Taiwán como Estado soberano.

Disuadir a Beijing todavía sería posible aunque costoso, pero el costo de entregarle el Indo-Pacífico sería mucho mayor. La administración Biden no enfrentará a China a menos que se vea políticamente forzada. Llegado el momento Taiwán será la gran prueba para la credibilidad de Washington y el poder de Beijing.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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