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¿Cómo responderá Beijing a la creciente presencia de la OTAN en el Indo-Pacífico?

Beijing, El American

En una reciente columna explicaba el contraste entre la voluntad de la OTAN de hacer frente a China en la primera línea del Indo-Pacífico y la decepcionante “respuesta” occidental ante la iniciativa neo-imperial china de la “nueva ruta de seda”. Anuncié que lo que China haría ante la creciente actividad de la OTAN en el Indo-Pacífico y la desagradable realidad para Beijing del inevitable compromiso de Washington con sus aliados en la región, sería tema de otra columna y es esta. 

La política de un Indo-Pacífico libre y abierto de los Estados Unidos pasa necesariamente por asegurar la libertad de Operaciones de Navegación (FONOP, por sus siglas en inglés) y en el Mar de China Meridional. Eso significa que fuerzas navales de la OTAN operan dentro de las 12 millas náuticas de las áreas reclamadas por China y muy cerca de bases militares chinas. 

Desde 2015 las fuerzas navales de Estados Unidos han realizado más de 30 operaciones FONOP, frecuentemente ante maniobras agresivas de la Armada del Ejército Popular de Liberación de China. El apoyo británico tampoco es novedad, en 2018 el barco de asalto anfibio HMS Albion atravesó las disputadas islas Paracel respondiendo a desmesurados reclamos marítimos de China. Pero el CSG21 del que tratamos en esa previa columna, no lució como “más de lo mismo” sino como una primera muestra del nuevo compromiso de la OTAN de hacer frente a China en el Indo-Pacífico.

En Beijing tal vez esperaban demasiado de Biden

Las expectativas de personas próximas a la cúpula del Partido Comunista de China sobre la administración Biden —reveladas en un video de un millonario “capitalista” miembro del partido— eran excesivas. 

Biden desearía regresar a los “buenos negocios”, complacencia y ceguera ante China de una administración Obama de la que fue vicepresidente. Y la ultra-izquierda neomarxista, hoy tan influyente del Partido Demócrata, siempre tuvo influencias maoístas. Pero la realidad geopolítica se impone para unos woke que tienen su propio proyecto socialista —distinto al de Beijing— para los Estados Unidos y el mundo. 

Están despertando de su sueño chino tan a disgusto como Beijing de las excesivas expectativas con Biden. Después de todo, el 1 de julio el Partido Comunista Chino (PCch) celebró su centenario en Beijing. Y se los agrió la presencia de una fuerza naval significativa de la OTAN en su “patio trasero”.

La gran “Muralla de Arena”

En todo caso, la creciente presencia militar en el Indo-Pacífico forma parte de la agenda de poder de Beijing así como las alianzas y compromisos con sus aliados de la zona forman parte de los intereses de Washington, a gusto o disgusto de la administración de turno. El 23 de abril, Xi Jinping, quien entre sus cargos incluye el de presidente de la Comisión Militar Central puso en servicio tres nuevos buques de guerra, agregando 60 mil toneladas de potencia naval a la base de Yulin en Hainan. Se trata del primer portaaviones anfibio de helicópteros tipo 075 de China; un crucero de misiles guiados Tipo 055  y un submarino nuclear de misiles balísticos tipo 094. 

Beijing apostó a bases militares sobre atolones ocupados en las disputadas aguas del archipiélago de las Islas Spratly. Aunque su utilidad militar real es discutible, Beijing gastó miles de millones de dólares en construir puestos militares de última generación ahí, ocupando aguas y atolones en disputa y arrojando toneladas de arena dragada sobre arrecifes destruidos —algunos dentro de  Zonas Económicas Exclusivas de otros estados reclamantes— creando islas artificiales. Así creó una cadena de bases militares sobre islas artificiales de arena que el almirante Harry B. Harris Jr. condenó como una “Gran Muralla de Arena” en el mar.

La Armada del Ejército Popular de Liberación (EPL) opera regularmente en esas bases, al igual que una Guardia Costera China en rápida expansión. Y la llamada  flota de “casco azul” de China, una Milicia Marítima de las Fuerzas Armadas del Pueblo también; enmascarados como flota pesquera usan técnicas de “enjambre” para multiplicar la presencia china en los muchos atolones en disputa de las Islas Spratly. 

En marzo de este año esa Milicia Marítima estacionó un enjambre de 200 embarcaciones en un atolón también reclamado por Vietnam y Filipinas. Y a principios de junio 16 aviones de la Fuerza Aérea del EPL sobrevolaron las islas Spratlys y siguieron hacia el espacio aéreo de Malasia frente a Borneo, ignorando repetidos intentos de contacto radial de controladores civiles de tráfico aéreo, lo que ocasionó un incidente diplomático. Más recientemente, los chinos  han exhibido aviones de alerta temprana y guerra electrónica y al menos un barco de recopilación de inteligencia Tipo-815G al borde del archipiélago de las Spratlys.

Las ambiciones chinas en dos tiempos

No se ha visto un abierto despliegue de destacamentos de aviones caza y bombarderos en esas bases chinas. Muchos expertos consideran esas posiciones inherentemente vulnerables y excesivamente expuestas. Misiles guiados de la OTAN podrían reducirlos rápidamente a escombros en un conflicto de alta intensidad. 

La real utilidad estratégica de las bases como línea defensiva, estiman muchos expertos, sería tan nula como una “Línea Maginot” marítima. Los militares chinos podrían coincidir, pero aun así apostar a esa “Gran Muralla de Arena” únicamente por su utilidad política en un escenario de subconflicto, e incluso de conflicto de baja intensidad. 

Las bases le sirven a China para adelantar pacientemente  alucinantes reclamaciones de soberanía marítima contra la soberanía marítima de otras naciones, así como para propósitos civiles de presencia activa en materias como búsqueda y rescate, seguridad de la navegación y la polémica gestión de la pesca. Pero “el gran dragón” busca sus objetivos estratégicos en dos tiempos: a corto y mediano plazo puede avanzar y retroceder “tácticamente” buscando aprovechar cualquier oportunidad; mientras que a largo plazo espera avanzar sin pausa conquistando pacientemente todo el espacio que desea dominar directa o indirectamente. La clave de la respuesta china será la diferencia entre su táctica de corto plazo y su estrategia a largo plazo.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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