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Biden apuntalará a la izquierda progre del Gobierno mexicano

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Por Raúl Tortolero:

Con la ratificación del Colegio Electoral a Joe Biden, veo la sonrisa de Marcelo Ebrard. El canciller es el más progresista del gabinete mexicano, y con esto se pone a la delantera como presidenciable para 2024.

Biden es un bono para los progresistas y uno de los últimos presidentes del mundo en felicitarlo tras su triunfo electoral fue Andrés Manuel López Obrador, el mandatario mexicano fundador de Morena, ese partido hoy en el poder, afiliado al Foro de Sao Paolo. Pareciera que AMLO profesara gran cercanía ideológica con Donald Trump —como Jair Bolsonaro—, pero es justo lo contrario.

AMLO nunca quiso a Trump

Veo cuatro claves altamente simbólicas que retratan el presente de la relación entre el Gobierno de México y el nuevo de Estados Unidos.

Primera clave, la carta a la defensiva. Apenas el 14 de diciembre AMLO envió una misiva de felicitación a Biden. La veo escrita en un tono molesto, nada amistoso. Pone el acento en la soberanía de México y su libre autodeterminación, sin que venga al caso. Advierte a Biden como un consuetudinario intervencionista.

Segunda clave, la reforma a la Ley de Seguridad, que regulará las actividades de agentes extranjeros en México. Obra de Morena, ya causa escozor entre las élites políticas de Estados Unidos. Es una respuesta de AMLO a la detención del general Salvador Cienfuegos con inteligencia de la DEA, que causó ira en la milicia.

El senador republicano por Texas, Ted Cruz, escribió que esta nueva legislación socava la actuación de esa agencia antidroga, al obligar a sus elementos a compartir con autoridades mexicanas la información recabada. Esto astilla la cooperación binacional en materia de seguridad.

El General Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa en la pasada administración, fue detenido y acusado de narcotráfico en Los Ángeles, como consecuencia de grabaciones de la DEA. La reacción fue una silenciosa pero radical protesta entre militares mexicanos. El gobierno de AMLO, sudando, operó la liberación del General para relajar la animosidad castrense.

Tercera clave, la intempestiva salida de la embajadora de México en Estados Unidos, Marha Bárcenas, quien, en lealtad al trumpismo coyuntural de AMLO, aguantó infinitas presiones del equipo de Biden para que México lo reconociera como presidente electo. Bárcenas tuvo tensiones además con la cancillería de Marcelo Ebrard. Hoy se va, argumentado su deseo de jubilarse. Otro punto para Ebrard.

Cuarta clave, el nombramiento como embajador de México en Estados Unidos, del otrora secretario de Educación, Esteban Moctezuma, quien tiene un perfil amable y constructor, nada rijoso. Será un puente.

El Embajador de Estados Unidos en México, Christopher Landau, hizo un excelente trabajo de apoyo a la inversión y solución de conflictos. Será lamentable su partida para que Biden ponga una ficha propia.

Biden apuntalará a progresistas del Gobierno mexicano

Encuentro tres enfoques en la relación México-Estados Unidos: el ideológico, el estructural y el geopolítico.

A nivel ideológico no hay tanta coincidencia en la agenda de AMLO y en la de Biden, pero aún los militantes de alto perfil de Morena, de origen comunista, apoyaron a Hillary en 2016.

Hay intelectuales mexicanos liberprogres en la oposición que siempre han sido devotos del partido Demócrata, o sea globalistas (cercanos a George Soros), y creen que a México le conviene la llegada de Biden sólo porque rechazan a Trump y a AMLO. No pienso así. Biden acabará apuntalando al Gobierno de la Cuarta Transformación.

Nunca hubo una relación de cercanía ideológica entre Trump y AMLO, sólo de mutua conveniencia. AMLO entendió desde su llegada en 2018 que era mejor llevar la fiesta en paz con Trump, para que lo dejaran gobernar a su antojo.

La relación de México con Trump no inicia con AMLO, sino, por el contrario, con el grupo que éste saca del poder, es decir, el de Enrique Peña Nieto, el expresidente. Y, en especial, con Luis Videgaray, hoy amagado por el gobierno de la 4T, a quien tienen en la mira para meterlo a la cárcel y presentarlo como un trofeo con fines electoreros. Videgaray fue canciller y cercano a Jared Kushner, a quien incluso el peñismo entregó la máxima condecoración, el Águila Azteca.

Peña y Videgaray apostaron por Trump en 2016, y lo trajeron a México en campaña, pero con protocolo como de Jefe de Estado, no de candidato. Un gran respaldo al neoyorkino.

Así que AMLO heredó paradójicamente de sus adversarios políticos la “buena” relación con Trump. Pero son polos opuestos: el presidente de Estados Unidos es de derecha popular, nacionalista, y AMLO es un socialista versión setentera.

Sin embargo, la izquierda de Biden es progresista, la misma de Obama y de Hillary, y AMLO se siente incómodo ante esa ideología. El feminismo, la agenda de género, el aborto, los homosexuales y el ambientalismo, le son causas extrañas, y a menudo lo critican y repudian.

A nivel estructural las cosas se mantienen en el camino del regionalismo unido, con el T-MEC —el tratado de América del Norte— pese a que México ya no es el principal socio comercial con Estados Unidos: ahora China ocupa ese lugar, con un comercio por 444,500 millones de dólares, entre enero y octubre de 2020.

Los globalistas y el capital chino-americano

En el tercer frente, el geopolítico, Estados Unidos sabe que no puede dejarse rebasar por China en la encarnizada guerra en la que el país oriental ya va sacando ventaja. Pero la administración de Biden —a diferencia de Obama— no vetará que grandes inversionistas chinos entren a México.

En febrero de 2014, Barack Obama, en México, durante la cumbre por los 20 años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), habló en privado con el entonces presidente Peña Nieto, y bloqueó la instalación del Tren Rápido México-Querétaro, que iba para inversores chinos.

Biden era su vicepresidente, y ambos pertenecen al mismo grupo político de quienes prefieren un gobierno mundial, y que operan al interior del partido Demócrata como del Republicano.

Se trata del establishment largamente denunciado por Trump, conformado por multimillonarias fundaciones que impulsan el socialismo cool como ideología, el progresismo, y que controlan al mainstrean media, el estado policial de las redes sociales, y la industria de las guerras intervencionistas.

Pero AMLO no es Peña y sí podría cobijarse en China si se viera presionado por el intervencionismo del establishment americano. De hecho, ya hay inversión china en un tramo del Tren Maya, proyecto icónico del gobierno de López Obrador.

Mientras Trump vetó hacer negocios con firmas chinas con presencia del Ejército Rojo, en México el gobierno eliminó aranceles a la importación de trolebuses eléctricos, y la jefa de gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum dio un contrato a una de esas firmas: CRRC Zhuzhou Locomotive.  

La geopolítica que ha jugado Biden es de buenas relaciones con China. Es previsible que le va a bajar los aranceles. No le preocupa esto en plena guerra comercial, porque la inversión china en Estados Unidos es también americana, de los globalistas.

Trump jugó con Rusia, contra China. Biden como punta de lanza de los globalistas, jugará con China para arrinconar a Rusia y controlar a Europa. Este esquema podría predeterminar que lleguen grandes inversiones de China a México, a lo cual se opusieron Obama y Donald Trump. 

Marcelo Ebrard es el principal ganador con la llegada de Biden al trono. En 2016 ayudó a la campaña de Hillary Clinton para obtener voto latino. Es cercano al partido Demócrata. Luego con el triunfo de AMLO vino en 2018 su nombramiento en Relaciones Exteriores. Sin experiencia en tal ramo. ¿Por qué ahí?

Por algo. Ahí ya calculaba AMLO que los globalistas podrían recuperar la presidencia en 2020. Y así fue finalmente. Ebrard queda como puntero en la carrera por la presidencia de México. Y hoy, ya es casi es un vicepresidente de facto.


Raúl Tortolero es periodista mexicano. Filósofo y con doctorado en Derechos Humanos.

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