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¿Por qué Biden atacó las patentes de vacunas en medio de una pandemia?

patentes de vacunas, El American

Mediante la preferencia temporal, la teoría económica es la que mejor explica un gran problema político de las democracias. Una preferencia temporal alta implica mayor valoración de bienes presentes a costa de bienes futuros, en tanto que una preferencia temporal baja, implica mayor valoración de bienes futuros que se obtendrán mediante una razonable reducción temporal del consumo de bienes presentes. 

Quien se oriente por una alta preferencia temporal destruirá su futuro para obtener mayores satisfacciones presentes, dilapidará hoy y se endeudará para gastar en lugar de invertir, por lo que su futuro será siempre peor que su presente. La fábula de la hormiga y la cigarra es un resumen moral del problema de la alta preferencia temporal. La cigarra disfruta, canta y baila en el verano mientras la hormiga trabaja, ahorra y se prepara para el duro invierno. Con el invierno la cigarra muere de frío y hambre. La hormiga sobrevive y prospera. 

Un gran problema de las democracias es que sus políticos tienen motivos poderosos para orientarse hacia la preferencia temporal alta, gobiernan temporalmente si ganan hoy una elección y es hoy cuando pueden satisfacer a votantes y grupos de interés. Mañana probablemente no estarán en el gobierno. Es un problema para políticos de cualquier ideología, pero es peor entre los socialistas, porque los socialistas teorizan falazmente que destruir capital productivo presente será la vía hacia un futuro brillante, que en realidad no llegará jamás.

La cigarra en la pandemia 

La tendencia natural de políticos y grupos de interés hacia la preferencia temporal alta combinada con  las falacias económicas del socialismo explican que tras dejar sus economías al borde del colapso, mediante la terca insistencia en el error de los cierres, que además de efectos económicos catastróficos, resultaron un fracaso como estrategia contra el virus, pues naciones y regiones que resistieron presiones mediáticas y políticas del terror y optaron por estrategias flexibles han tenido similares e incluso mejores resultados en el combate del virus que las que aplicaron estos draconianos y prolongados cierres.

Los gobiernos democráticos de la mayor parte del mundo acumularon déficits aterradores mientras desarticularon la compleja estructura dinámica del capital, e insisten todavía en ese endeudamiento para mantener en vigor cierres y restricciones que han fracasado como estrategia sanitaria contra la pandemia. Tratan de ocultar su fracaso mediante el miedo y la propaganda porque se niegan a aceptar la imposibilidad de planificar exitosamente el orden espontáneo de una sociedad compleja mediante mandatos políticos.

Vacunas para los pobres

Que a los países más pobres lleguen vacunas a través de sus frecuentemente autoritarios y corruptos gobiernos tiene más de problema que de solución. Y los políticos y burócratas occidentales lo saben muy bien, pero simulan ignorarlo porque poco o nada les importa. Cuando hablan de vacunas para los pobres es porque les sirve de excusa para incrementar el control político al que la pandemia les hizo adictos en casa. Y se ocupan —tarde y mal— de problemas geoestratégicos de diplomacia de vacunas de los que primero se ocuparon —cada cual según su capacidad— el totalitarismo de Beijing y el autoritarismo de Moscú. 

Las grandes burocracias transnacionales han fallado más miserablemente incluso que los Estados nacionales que apelaron a la centralización, los cierres draconianos y el estatismo sanitario exacerbado de los insostenibles Estados del bienestar, mientras que las soluciones mayormente privadas, descentralizadas y competitivas, así como las estrategias gubernamentales flexibles y abocadas al mínimo de interferencia gubernamental temporal y concentrada única y exclusivamente en donde sea realmente necesaria han sido exitosas, tanto en el terreno sanitario como en el económico. Y es lo que fracasó lo que se pretende ahora imponer a las naciones más pobres. 

Mientras el grueso de la intelectualidad y la casi totalidad de la prensa de occidente ven a otro lado, admitiendo poco y tarde que funciona y que no, sin asumir responsabilidad alguna por sus intensas campañas de terror en favor de lo que no funciona y contra lo que sí funciona.

La propiedad y sus incentivos

Dañar los incentivos económicos de la investigación —y nunca he dejado de criticar lo que de criticable tienen los contubernios mercantilistas anticompetitivos entre grandes farmacéuticas y políticos— lo único que logrará es dejar a la humanidad más expuesta a futuras pandemias que tarde o temprano llegarán. Un futuro que no importa a políticos y burócratas cortoplacistas. Y hablar de ayudar a los más débiles ha sido y será siempre la manera más hipócrita de atacar los derechos de propiedad.

La propuesta de Biden de “renunciar” —lo que propone realmente es expropiar— a la protección por patentes de vacunas en todo el mundo sería una incalificable estupidez. Biden sabe perfectamente que la escasez de vacunas en las zonas más pobres del mundo no se debe a la protección de patentes, sino a una capacidad de producción insuficiente y una logística desastrosa en esas partes del mundo, junto a los problemas burocráticos y la torpeza política con la que se ha manejado el asunto en otros países con sistemas de salud fuertemente estatizados y centralizados. Y a la todavía peor ineptitud de instancias que como la Unión Europea han retrasado y dificultado en lugar de acelerar y facilitar la vacunación. 

Los gobiernos de países pobres ya estaban obteniendo vacunas a precios bajos gracias a los mecanismos creados por los fabricantes y patrocinadores —y los escándalos sobre la corrupción con que las manejan y las desvían hacia sus clientelas políticas apenas empiezan a conocerse— por lo que el ataque a los derechos de patente de las vacunas no mejorará en nada la esperanza de vacunación en esos países. Pero la propuesta creó un precedente favorable al desmantelamiento de la protección de patentes para todos los productos médicos, algo que está en casi todos los programas socialistas y globalistas contemporáneos. Y es por eso que la propuso Biden.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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