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La traición de Biden a las mujeres del mundo

Biden

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El presidente Joe Biden prometió en su programa de candidatura “proteger y empoderar a las mujeres alrededor del mundo”. Se aseguró además de nombrar a una mujer como número dos (que, paralelamente, perteneciese a una, dos o tres minorías) y así, con un par de gestos nimios, se presentó como abanderado de la causa feminista. Con su desprolija retirada de Afganistán, el presidente deshizo en instantes el compromiso que había asumido.

La vida de las afganas no ha sido particularmente fácil, con cortos períodos de “progreso”. A modo de ejemplo, el rey Amanulá Kan (1919 – 1929), muy notoriamente, abolió el matrimonio infantil, el matrimonio forzado y aumentó las restricciones a la poligamia. No obstante, ser mujer en Afganistán siempre ha sido sinónimo de opresión. Aún así, en estas últimas dos décadas, y a pesar de la incesante violencia, la presencia americana en el país garantizaba el respeto a ciertos derechos básicos, como el sufragio universal, la no obligatoriedad de porte de velo y ciertas libertades educativas.

Todo esto desapareció el domingo 15 de agosto, cuando el Talibán se hizo de Kabul gracias a Joe Biden. El país volverá sin dudas al oscurantismo del pasado, y quienes más sufrirán son aquellas a quienes el presidente americano prometió proteger.

Las mujeres serán las principales víctimas del régimen talibán y la traición de Biden

Una residente de Kabul, que pidió permanecer en el anonimato, relata en The Guardian que ya el domingo en la mañana, en un intento de regresar de la universidad, no pudo usar el transporte público y que “los conductores no nos dejaban subir a sus coches porque no querían asumir la responsabilidad de transportar a una mujer”. Recuerda además que “los hombres que estaban alrededor se burlaban de las niñas y las mujeres, riéndose de nuestro terror. ‘Ve a ponerte el chadari [burka]’, gritaba uno. ‘Son sus últimos días en la calle’, dijo otro. ‘Me casaré con cuatro de ustedes en un día’, dijo un tercero”.

La situación es desesperante y urgente. Casi la mitad de la población afgana se compone de mujeres (15 millones de hombres, 14.2 millones de mujeres). Todas ellas desaparecerán de un día para el otro. Están desapareciendo hoy, mientras usted lee este artículo.

Como cuenta la testigo: “he trabajado durante muchos días y noches para convertirme en la persona que soy hoy, y esta mañana, cuando he llegado a casa, lo primero que hemos hecho mis hermanas y yo ha sido esconder nuestros carnets de identidad, diplomas y certificados”.

El impacto de la llegada al poder del Talibán es inmediato. “Sentí que ya no podría reír a carcajadas, que ya no podría escuchar mis canciones favoritas, que ya no podría reunirme con mis amigos en nuestra cafetería favorita, que ya no podría ponerme mi vestido amarillo favorito o mi lápiz labial rosa. Y ya no podría ir a mi trabajo ni terminar la carrera universitaria por la que he trabajado durante años”, cuenta la estudiante afgana.

Combatientes talibanes patrullan en Kandahar, Afganistán, el 17 de agosto de 2021. El cofundador de los talibanes, Abdul Ghani Baradar, declaró el 16 de agosto la victoria y el fin de la guerra de décadas en Afganistán, un día después de que los insurgentes entraran en Kabul para tomar el control del país. (EFE)

Y no solo el acceso a la salud o la educación está en juego. Toda manifestación de vida social es ahora un recuerdo borroso. “Me encantaba hacerme las uñas. Hoy, de camino a casa, he echado un vistazo al salón de belleza al que solía ir a hacerme la manicura. La fachada del local, que estaba decorada con bonitas fotos de chicas, había sido encalada de la noche a la mañana”, explica esta fuente anónima.

“Las mujeres afganas sacrificaron mucho por la poca libertad que tenían. Siendo huérfana, tejí alfombras para obtener una educación. Me enfrenté a muchos problemas económicos, pero tenía muchos planes para mi futuro. No esperaba que todo acabara así. Tener cualquier tarjeta de identificación o premios de la Universidad Americana es arriesgado ahora; incluso si los conservamos, no podemos usarlos. No hay trabajo para nosotras en Afganistán”, dijo.

La joven estudiante de 24 años detalla la sorpresa de este dramático desenlace. “Mis hermanas y yo no pudimos dormir en toda la noche, recordando las historias que mi madre nos contaba sobre la época de los talibanes y el modo en que trataban a las mujeres. No esperaba que se nos volviera a privar de todos nuestros derechos básicos y que volviéramos a viajar a hace 20 años; que después de 20 años de lucha por nuestros derechos y nuestra libertad, tuviéramos que buscar burkas y ocultar nuestra identidad”, agregó desesperada.

Biden no podrá esconder el enorme peso de su traición fácilmente. No debemos dejar que eso suceda; nosotras como mujeres, nosotros como seres humanos. Toda esta ignominia debe caer sobre los hombros del presidente, que no podrá pasar por feminista señalando a Harris o en un eventual encuentro con Malala. El daño (irreparable, inmensurable, deshonroso) está hecho, y lo hizo el presidente de los Estados Unidos.

Pris Guinovart is a writer, editor and teacher. In 2014, she published her fiction book «The head of God» (Rumbo, Montevideo). She speaks six languages. Columnist since the age of 19, she has written for media in Latin America and the United States // Pris Guinovart es escritora, editora y docente. En 2014, publicó su libro de ficciones «La cabeza de Dios» (Rumbo, Montevideo). Habla seis idiomas. Columnista desde los 19 años, ha escrito para medios de America Latina y Estados Unidos

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