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Biden, Europa y el fantasma de Snowden

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Hace ocho años, Edward Snowden se convirtió en una de las figuras de actualidad más discutidas de la década. Héroe para algunos y villano para otros, el otrora administrador de sistemas de la CIA y la NSA fue formalmente acusado de espionaje, robo y uso ilegal de propiedad gubernamental luego de que publicase, en cooperación con el británico The Guardian y The Washington Post, documentos con información clasificada sobre programas de vigilancia masiva como PRISM y XKeyscore.

Snowden comenzaría así una odisea digna de Homero, que incluyó pedidos de asilo en más de veinte países (Austria, China, Venezuela, Bolivia, Cuba, Francia, España, Nicaragua, Alemania, entre otros). Los distintos rechazos propiciaron una serie de especulaciones (y roces diplomáticos) que mantuvieron al mundo en vilo. Muy notoriamente, el 3 de julio de 2013, Francia, España, Italia y Portugal negaron el aterrizaje del entonces presidente boliviano Evo Morales por sospechar que Snowden se encontraba a bordo. De hecho, Morales fue incluso demorado en Viena por esta misma razón.

«No es una ofensa al presidente, sino a todo un pueblo, a toda una región como Latinoamérica. Vamos a estudiar jurídicamente, constitucionalmente y basándonos en las normas internacionales. No puedo entender que digan, que afirmen y que me detengan porque estaba llevando a un señor, Edward Snowden. Este señor no es una maleta, no es un bicho, no es una mosca a la que yo pueda meter al avión y llevármelo a Bolivia», declararía Morales luego del incidente.

Snowden, que incluyó a numerosos destinos de ínfima fiabilidad democrática, fue también respaldado por el dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, quien aseguró que «si nos lo pidiera [el asilo] lo pensaríamos y casi seguro se lo daríamos. Porque el asilo político es un derecho humanitario para proteger a los perseguidos. Es un muchacho que no ha puesto bombas ni ha matado a nadie». 

Así, el antiguo empleado de la NSA fue a parar en Rusia luego de una breve estadía en Hong Kong.

La realidad sociopolítica del 2021, particularmente después de una pandemia devastadora, pareciera haber olvidado al informante que conmocionara al mundo hace menos de una década. No obstante, Snowden sigue siendo relevante y el medio danés DR nos recordó por qué el pasado 30 de mayo.

Los primeros informes de que la NSA espiaba a varios de sus aliados se hicieron públicos en 2013 justamente a través de Snowden, pero el evento no pasó a mayores, aunque el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, fue brevemente increpado al respecto por sus socios europeos.

El problema hoy es más delicado de lo que se suponía en 2013, ya que la NSA habría tenido apoyo logístico de un estado miembro de la Unión Europea, Dinamarca, para la vigilancia (espionaje) de la primera potencia del bloque, Alemania, y su canciller, Angela Merkel.

La situación es complejísima: por un lado, tenemos a dos países vecinos de la Unión Europea. Por otro, un aliado histórico, Estados Unidos. Para colmo, ¡el actual presidente de Estados Unidos era vicepresidente en el momento de los hechos! Las implicaciones son inmensas y podrían derivar en el primer gran tropiezo protocolar de Joe Biden, que visitará Europa a mediados de junio.

Al respecto, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, declaró que «si estas revelaciones son correctas, quiero decir que no es aceptable entre aliados, muy claramente. Es aún menos aceptable entre aliados y socios europeos». «No hay espacio entre nosotros para la sospecha», agregó.

Europa
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y la canciller de Alemania, Angela Merkel. (Présidence de la République)

Por su parte, Angela Merkel declaró que «no puedo sino suscribir las palabras de Emmanuel Macron. Ya hemos hablado de estas cosas hace mucho tiempo en relación con la NSA. Nuestra posición en relación con la investigación de las cuestiones en aquel momento no ha cambiado. Nos basamos en relaciones de confianza y lo que era correcto entonces lo es ahora».

En este contexto, Bart Groothuis, representante neerlandés especializado en ciberseguridad, explicó que «el espionaje político no está prohibido por el derecho internacional. Esa es la realidad. No es agradable, no siempre es decente, pero no hay ningún problema si se tiene en cuenta el derecho internacional».

Biden tiene entonces un desafío enorme: convencer a sus aliados políticos y económicos de que no estaba al tanto de las oscuras maniobras de espionaje de Obama. De su éxito, aún por corroborar, dependerá no solo la fluidez de las relaciones con el bloque europeo, sino la imagen que el mandatario planea proyectar al mundo.

Pris Guinovart is a writer, editor and teacher. In 2014, she published her fiction book «The head of God» (Rumbo, Montevideo). She speaks six languages. Columnist since the age of 19, she has written for media in Latin America and the United States // Pris Guinovart es escritora, editora y docente. En 2014, publicó su libro de ficciones «La cabeza de Dios» (Rumbo, Montevideo). Habla seis idiomas. Columnista desde los 19 años, ha escrito para medios de America Latina y Estados Unidos

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