fbpx
Saltar al contenido

¿Por qué es malo que Biden pierda la independencia energética ganada con Trump?

Independencia energética, El American

Quienes creen que el descomunal plan de gasto “verde” de Biden superará la independencia energética —alcanzada durante la administración Trump y perdida por la administración Biden— no hablan de política, economía, geopolítica o tecnología con conocimiento de causa, sino de ideología y voluntarismo, o de pensamiento mágico. Lo único que puede lograr ese gigantesco plan de gasto artificioso es una burbuja de malas inversiones que impulsarán un ciclo de expansión artificial, que concluirá en una recesión. 

El mercado energético del siglo XXI

Como la creciente demanda de energía fue satisfecha durante todo el siglo pasado de forma abrumadoramente dominante por los combustibles producidos con petróleo, tanto en el transporte como en la generación de electricidad, tenemos una economía global críticamente dependiente del crudo. Es por ello que la demanda de petróleo depende a su vez de la demanda de energía en el sentido más amplio. 

El hecho de considerar al mercado petrolero en términos del mercado energético es importante a largo plazo —al cual está sujeta la recuperación de capital de las grandes inversiones del sector y del resto de la economía— pues es técnicamente factible satisfacer dicha demanda en hogares, industrias, comercio y transporte generando energía mediante combustibles no-petroleros, por lo que la probabilidad de la eventual reducción del segmento del petróleo en el mercado energético futuro es una variable importante, pero todavía está lejos de tener la inminencia y magnitud, al menos sin costosos subsidios y ventajas regulatorias que desvíen la inversión de sectores más eficientes a otros menos eficientes.

Una promesa que se ha hecho siempre para favorecer intereses concentrados y jamás casi nunca ha resultado cierta  que se deduciría de la propaganda de los intereses que favorecen el uso de mecanismos fiscales y regulatorios para forzar tal cambio.  

Precedida por una revolución industrial cuyos enormes incrementos de producción —y consecuentemente de población— se lograron con la tecnología de las máquinas de vapor y el carbón como combustible principal, nuestra era del petróleo emergería sin que declinasen las reservas de carbón, simplemente al descubrirse formas de usar el petróleo que lo transformaría en una fuente de combustible más eficiente en costos.  

Del kerosén para lámparas, pasando por la gasolina para motores de combustión interna, y el diésel para grandes motores, la sustitución del carbón sería un proceso más rápido y feliz de lo que fue su imposición natural como combustible dominante. 

En la actualidad, uno de los factores que inciden sobre el mercado son las probables señales de la cercana —o ya iniciada— declinación de la capacidad de producción de petróleo, un escenario de mercado políticamente interferido en la formación de precios, tanto por la cartelización gubernamental de la oferta por parte de los principales petroestados agrupados en la OPEP, como por la interferencia estatal sobre la demanda —y la oferta no cartelizada— por políticas públicas y regulaciones ad hoc del Estado en los grandes mercados consumidores.

Geopolítica petrolera

La geopolítica global del petróleo está determinada actualmente por las múltiples consecuencias de separación geográfica entre los yacimientos y los grandes mercados de consumo. No siempre fue así. Estados Unidos fue la primera y más importante de las fuentes de producción, al tiempo que el mayor consumidor por algo más de la mitad del siglo pasado. Al último cuarto de aquél, la declinación de nuevos descubrimientos y el costo creciente de su producción doméstica hacen del petróleo importando un condicionante de la seguridad energética de los Estados Unidos. 

Eso se rompe temporalmente durante la administración Trump por la combinación de la maduración de nuevas tecnologías de explotación que permiten recuperar de forma rentable petróleo en esquistos, con nuevas políticas de la administración más proclives a la recuperar la independencia energética presente por medios conocidos y comprobados que a apostarlo al futuro de tecnologías todavía en desarrollo. 

La citada separación geográfica adquiere un significado geopolítico de primer orden al considerar que las mayores reservas de crudos del mundo —desde el Árabe Light del legendario yacimiento de Gawar en Arabia Saudita hasta los extra pesados y bitúmenes del Orinoco en Venezuela— se encuentran en territorios económicamente subdesarrollados, políticamente inestables y —en diferente grado— hostiles al mundo desarrollado en general y los Estados Unidos  en particular.  

Irán tiene el 15 % de las reservas mundiales de gas y el 12 % de las reservas de petróleo, tan solo detrás de las capacidades de Arabia Saudita, lo que la hace de esa potencia antioccidental declarada una clave de la estabilidad o inestabilidad del mercado energético. 

Venezuela, un país destruido hasta sus cimientos por una inviable economía socialista entre cuyos “logros” está el que su industria petrolera no alcance a producir lo suficiente para garantizar el abastecimiento interno en una economía que se ha reducido a menos de 20 % de lo que era, hace apenas 20 años. Aunque su producción petrolera no deja de caer y su pobreza de crecer, concentra reservas probadas de crudos convencionales entre las mayores del hemisferio occidental  y no-convencionales en la faja petrolífera del Orinoco del orden de 300 mil millones de barriles extra pesados y bitúmenes, buena parte potencialmente explotables de manera rentable mediante tecnologías probadas. 

Pero Venezuela está hoy reducida a una curiosa combinación de la aspiración al totalitarismo socialista radicalmente antiamericano de su gobierno central y la realidad del Estado fallido y gobierno de irregulares en buena parte del territorio. Así que ha sido  indudablemente desastroso lo que hizo Biden al destruir la independencia energética de los  Estados Unidos. 

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

Deja una respuesta

Total
0
Share