fbpx
Saltar al contenido

Biden da a Xi una victoria propagandística en reunión de G-20

Biden Hands China’s Xi Propaganda Victory at G-20, EFE

Read in English

Por Michael Cunningham*

El presidente Joe Biden acaba de dar a su homólogo chino, Xi Jinping, una victoria propagandística en la reunión de G-20.

Ambos se reunieron el lunes al margen de la cumbre del Grupo de los 20 en Bali (Indonesia), su primer encuentro en persona de la presidencia de Biden. Aunque es positivo que los dos líderes se comuniquen, la óptica de la reunión podría haber hecho más daño que bien.

Si Biden quiere encaminar la relación entre Estados Unidos y China por una vía más favorable, debe comprometerse con Pekín desde una posición de fuerza. Eso no es lo que ocurrió el lunes.

El momento de la cumbre no podía ser peor. Xi llegó a Bali recién llegado del 20º Congreso del Partido Comunista Chino, en el que obtuvo un tercer mandato sin precedentes y consolidó su poder hasta un punto que no se veía desde la época de Mao Zedong.

El video en el que se ve al presidente cruzando con entusiasmo el escenario para estrechar la mano de un Xi que espera pacientemente no deja lugar a dudas sobre quién es el que domina a los dos. La dinámica no fue muy diferente a las recientes reuniones virtuales entre Xi y Biden, que permitieron a los medios de comunicación chinos mostrar imágenes de Xi dando lecciones a Biden, mientras este último tomaba notas.

Estas indicaciones simbólicas de la dinámica de poder pueden carecer de sustancia, y puede que ni siquiera reflejen el tono de la discusión general, pero son importantes.

Interacciones como éstas ocultan el simple hecho de que Estados Unidos supera con creces a China en prácticamente todas las medidas de poder. Pekín lo sabe y está trabajando duro para reducir la brecha de poder, pero de alguna manera Biden -como muchos otros presidentes estadounidenses antes que él- parece incapaz de actuar de acuerdo con esta realidad.

Aunque la administración de Biden no se ha desviado sustancialmente del firme enfoque del expresidente Donald Trump hacia China, su interacción con Pekín hasta la fecha revela un preocupante exceso de afán por situar la relación bilateral en una trayectoria más positiva. En administraciones anteriores, Pekín ha utilizado hábilmente este afán en su beneficio, y si Biden no tiene cuidado, su administración no será una excepción.

El afán de Biden por complacer a Pekín quedó patente el lunes. Aunque sólo quienes asistieron a la reunión de tres horas a puerta cerrada saben con certeza lo que ocurrió, las lecturas públicas y las escasas imágenes que fueron televisadas muestran que Biden puso la mayor parte de su énfasis en cuestiones de bienestar, como evitar conflictos y cooperar en asuntos transnacionales, como el cambio climático.

Aunque Biden también sacó a relucir temas espinosos como Taiwán, Hong Kong y Xinjiang, estos no ocuparon un lugar destacado en los informes oficiales de la reunión. La predecible retórica de Xi sobre la cooperación en la que todos ganan y que China nunca busca suplantar a Estados Unidos puede haber sido lo que el equipo de Biden quería escuchar, pero contrasta fuertemente con las recientes declaraciones de Xi ante audiencias internas, incluso durante el Congreso del Partido Comunista.

Otro motivo de preocupación es la última línea de la lectura de la reunión por parte de la Casa Blanca, que dice que el Secretario de Estado Antony Blinken visitará China en una fecha futura no especificada para “hacer un seguimiento de sus discusiones”. El hecho de que Blinken viaje a China para esta reunión y no al revés implica que Estados Unidos quiere la reunión más que China, lo que no debería ser el caso.

Para algunos en China, también evoca imágenes de un estado satélite que rinde homenaje al emperador chino. Sin embargo, la pregunta más importante es por qué se celebra esta reunión.

Sin duda, la comunicación a alto nivel entre Washington y Pekín es positiva desde el punto de vista de la gestión de las diferencias y la prevención de conflictos. Pero si Pekín cree realmente en su retórica de ser una potencia emergente benévola que busca la paz y la coexistencia con Estados Unidos, debería permitir a sus líderes militares reanudar el diálogo con sus homólogos americanos. (China suspendió los diálogos militares bilaterales tras la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taiwán en agosto).

En cuanto a la reanudación de este diálogo, la pelota está en el tejado de Pekín. Biden debería tener cuidado de no hacer concesiones, por pequeñas que parezcan, para reiniciar un debate que Pekín suspendió unilateralmente.

Las anteriores administraciones americanas han tendido a actuar como si la mayor parte de la responsabilidad del estado de las relaciones entre Estados Unidos y China recayera sobre sus hombros. A menudo se esforzaban por negociar los problemas difíciles de la relación, lo que daba lugar a concesiones innecesarias y que no beneficiaban a Estados Unidos.

El gobierno de Biden debería resistirse a la tentación de entablar un diálogo excesivo con Pekín con el fin de encontrar áreas de cooperación o trabajar hacia una noción abstracta de “progreso” en la relación.

Las relaciones entre EE.UU. y China están en un punto bajo, pero las tensiones son impulsadas en gran medida por Pekín. China sufre más las consecuencias económicas y diplomáticas de esta tensión que Estados Unidos. Pero la experiencia ha enseñado a Pekín que, mientras mantenga su línea, el presidente estadounidense hará concesiones para aliviar las tensiones.

Las insinuaciones de Biden a Xi sugieren que puede estar en esa pendiente resbaladiza hacia tales concesiones. La administración debería cambiar su enfoque y tratar con Pekín desde la posición de confianza que corresponde al país más poderoso de la Tierra.

Biden debería estar abierto a negociar con China, pero esas negociaciones deberían ser buscadas por Pekín, y las concesiones deberían ser hechas por Pekín, no por Washington.


*Michael es investigador del Centro de Estudios Asiáticos de The Heritage Foundation.

Este artículo forma parte de un acuerdo entre El American y The Heritage Foundation.

Total
0
Share