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Bioshock: Un videojuego de liberalismo clásico

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Bioshock (2K Boston-Irrational Games, 2007) es uno de los videojuegos más populares y aclamados de todos los tiempos, no sólo por su jugabilidad y diseño sino, sobre todo, por sus personajes y su compleja y profunda historia, llena de referencias filosóficas y políticas.

Bioshock se desarrolla en “Rapture”, una ciudad ficticia secreta, sumergida en el Océano Atlántico, a donde el jugador llega tras un accidente de avión, en el cual pierde la memoria. El objetivo es escapar de esta ciudad -que está sumida en la guerra civil y llena de amenazas-, a medida que va aprendiendo sobre la historia de “Rapture” y va recuperando su memoria.

En la superficie puede parecer simplemente un muy buen juego de disparos en primera persona, con elementos de horror de supervivencia, sigilo y juego de rol; pero si nos zambullimos en él, descubriremos un sinfín de comentarios e ideas políticas, filosóficas e intelectuales del mundo real. En particular, el jugador se verá expuesto a las ideas del liberalismo clásico y el minarquismo, a través de archivos de audio, mensajes de radio y personajes que se va encontrando a medida que explora la ciudad.

El videojuego y la “Rebelión de Atlas”

Ken Levine, creador del videojuego y sus secuelas, se inspiró expresamente en el objetivismo, un sistema filosófico creado en el siglo XX por Ayn Rand. Esta filósofa y escritora, nacida en Rusia en 1905, abogaba por la libertad, la razón, los derechos naturales, la propiedad privada, el capitalismo y el gobierno limitado. Fue autora de decenas de ensayos y varias novelas, en especial “El Manantial” y “La Rebelión de Atlas”, que están consideradas entre las más vendidas e influyentes de todos los tiempos.

El Manantial” fue adaptada con éxito al cine en la película homónima de 1949 dirigida por King Vidor y protagonizada por Gary Cooper. La novela de “La Rebelión de Atlas”, en cambio, nunca tuvo una adaptación cinematográfica exitosa, siendo las películas de 2011, 2012 y 2014 un patético y fallido intento de hacer penetrar en la cultura popular las ideas de Ayn Rand.

Bioshock podría considerarse la única manifestación de cultura popular en el siglo XXI que ha presentado las ideas fundamentales del objetivismo y el liberalismo clásico a un gran número de personas en todo el mundo. No se trata de una adaptación de “La Rebelión de Atlas”, sino más bien, de una continuación de lo que sucede en la novela. Es una especie de secuela apócrifa en forma de videojuego. Hay que recordar que la industria del videojuego ya es mayor que la del cine y la música juntas.

El personaje principal del videojuego es Andrew Ryan (nótese que su nombre es un acrónimo de Ayn Rand), un magnate estadounidense multimillonario y firme defensor de los derechos individuales y del libre mercado quien, tras haber huido del terror comunista en Rusia y harto del avance del socialismo en Estados Unidos, se decide a fundar en secreto la ciudad submarina de “Rapture”. Allí invita a mudarse junto a él a las mejores y más brillantes mentes del mundo para fundar una nueva sociedad basada en los principios del objetivismo, donde todos compartan los valores de la libertad y el capitalismo de libre mercado.

El objetivismo ha de servirles para vivir una vida virtuosa y feliz basada en la razón y el pensamiento crítico, apartada de todo misticismo o religión, así como lejos del intervencionismo y regulación estatal. Esta visión objetivista de la vida se basa en la visión aristotélica de la felicidad.

Ayn Rand, como Aristóteles, creía que la felicidad viene de nosotros mismos, de nuestro propio interés y del egoísmo racional, siendo el amor propio la forma más elevada de amor. Servir a la felicidad de otras personas sólo puede darse después de servir a tu propia felicidad. En palabras de Ayn Rand, para poder decir “yo te amo” primero hay que saber decir y entender la palabra “yo”.

Tanto Ayn Rand como Andrew Ryan pensaban que todos los males de nuestro mundo se deben a la manipulación sentimental y al chantaje emocional que hacen los políticos y religiosos en nombre del altruismo. “Rapture” sería un lugar mejor porque sus habitantes podrían poner su interés personal por encima de los intereses colectivos, del bien común y del autosacrificio altruista.

Esto no debe confundirse con la bondad, la buena voluntad o el respeto por los demás, sino que se trata, pues, de rechazar la idea de que debemos anteponer la felicidad o el bienestar de los demás al de uno mismo. La solidaridad y la caridad deben ser actos voluntarios, algo que quieres hacer por amor propio, no como imposición.

En palabras del propio Andrew Ryan en la introducción del videojuego:

“Soy Andrew Ryan y tengo una pregunta que hacerte: ¿Acaso un hombre no tiene derecho al sudor de su propia frente? ¡No! dice el hombre Washington, pertenece a los pobres. ¡No! dice el hombre del Vaticano, pertenece a Dios. ¡No! dice el hombre de Moscú, pertenece a todos.

Yo rechacé esas respuestas. En vez de eso, elegí algo distinto. Elegí lo imposible. Elegí… Rapture. Una ciudad donde el artista no tenía que temer al censor; donde el científico no estaba limitado por la moral; donde los grandes no estaban constreñidos por los pequeños. ¡Y con el sudor de tu frente, Rapture también puede ser tu ciudad!”.

El sistema económico, político y social de “Rapture” era el minarquismo, con un gobierno muy limitado y con un capitalismo laissez-faire, sin regulación, sin control. Se esperaba que los ciudadanos y propietarios de negocios se ordenaran y autorregularan de forma espontánea, sin apenas participación del gobierno de Ryan.

Mientras vamos descubriendo la historia de “Rapture” aprendemos que durante un tiempo esto fue maravilloso y la ciudad disfrutó de un espectacular progreso económico, social y cultural, con avances científicos y tecnológicos sin parangón, como Andrew Ryan había predicho.

Pero todo empezó a descontrolarse porque algunos científicos y empresarios, (supuestamente al no tener control gubernamental alguno), crearon una droga de “plásmidos” llamada ADAM, que al consumirla te daba superpoderes que te permitían ser extremadamente productivo al principio, pero luego te convertían en un “splicer”, una especie de abominación zombi. Esto generó una tremenda desigualdad entre los productivos e improductivos y acabó provocando el alzamiento de las clases sociales más pobres de “Rapture”, desembocando en una guerra civil que acabó destruyendo todo.

Al principio Andrew Ryan parece el villano del videojuego, el malo de la historia, pero a medida que va avanzando el videojuego, el jugador va descubriendo que quizás lo vemos así porque estamos condicionados por el hecho de vivir en naciones socialdemócratas contemporáneas, en las que se espera que las personas sacrifiquen su propio interés en nombre del bien común y de la justicia social.

Estos valores socialistas son los que defiende el personaje de Frank Fontaine, el archienemigo de Andrew Ryan y líder de la revolución, quien aparentemente es el bueno del juego. Inicialmente el jugador tiende a empatizar con él en su lucha revolucionaria en favor de los pobres de “Rapture”.

Según avanzamos descubrimos que Fontaine se dedicó a socavar los valores de “Rapture” mediante el sabotaje y el contrabando del ADAM, que él mismo había creado sabiendo sus efectos secundarios, para así acabar con la utopía objetivista de Ryan.

En realidad, no todo fue culpa de Fontaine, sino que el problema se agravó cuando Ryan, desesperado y desestabilizado por Fontaine, abandona sus propios principios y trata de mantener el control de “Rapture” prohibiendo el comercio de ADAM, violando así su filosofía de libre comercio.

Respetar los derechos de propiedad privada y respetar la libertad de comercio es primordial para el objetivismo y el liberalismo clásico. Al prohibir Ryan el comercio con el mundo exterior plantó la semilla de su propia destrucción, permitiendo a Fontaine enriquecerse con el contrabando de esta droga y así financiar su revolución socialista.

Al igual que en el mundo real, restringir el comercio de drogas crea un mercado negro que incentiva a las personas más despiadadas y peligrosas a formar cárteles que no tienen el más mínimo cuidado por la calidad de sus productos, ni las consecuencias de éstos sobre su clientela.

Perseguido por un obsesionado Ryan, Fontaine finge su propia muerte y crea el personaje de Atlas, que continúa sus esfuerzos por destruir “Rapture”. Nuevamente Ryan traiciona los principios objetivistas y expropia Fontaine Futuristics y todos sus activos, incluido el ADAM, unos orfanatos que tenía y otras organizaciones caritativas que había creado, que en realidad eran tapaderas para producir la droga.

Atlas pudo explotar esa política contra Ryan, provocando resentimiento y lucha de clases contra él y contra la clase alta, que finalmente conduciría a la guerra civil de Rapture.

El poder corrompe y el comportamiento de Ryan demuestra que los gobiernos, por pequeños que sean, tienden a crecer y pervertirse, convirtiéndose en lo que inicialmente despreciaban y pretendían evitar.

Por este motivo, plasmado a la perfección en el videojuego, es por lo que algunos liberales -conocidos como libertarios o anarcocapitalistas- abogan por la eliminación total del gobierno, prefiriendo sociedades libres sin ningún poder coercitivo central por muy minarquista que diga ser, como creía serlo el de Andrew Ryan.

La ciudad ficticia de “Rapture” cayó en desgracia convirtiéndose en una pesadilla distópica, pero las razones de ello no pueden atribuirse al capitalismo o al individualismo, sino precisamente por abandonar esos principios.

Andrew Ryan permitió que su “gobierno pequeñito” sobrepasara sus límites, sucumbiendo a la trampa de Frank Fontaine, quien manipuló a los pobres que él mismo había generado a través de la desestabilización, las mentiras, el altruismo y los plásmidos para empezar una guerra contra la clase alta.

Los splicers de “Rapture”, guiados por sus propios impulsos violentos, perdieron su libre albedrío, demostrando que no hay sociedad que pueda impedir su propio colapso una vez que las personas abandonan sus principios racionales.

Al final, lo que arrasó con “Rapture” es lo mismo que amenaza con destruir nuestro mundo y es lo que Ayn Rand se dedicó a advertirnos: “lo que puede acabar con nuestro mundo es abandonar la razón y los valores de la libertad”.

Durante toda la partida, el jugador es sutilmente manipulado para que tome decisiones en contra de los principios liberales y racionales. Cuando al final te das cuenta de que el juego puede terminar de tres maneras diferentes en función de las decisiones que hayas tomado, consigue que te cuestiones hasta tu propio libre albedrío.

Spoiler: al final óptimo se llega eligiendo respetar la vida de las “Little Sisters”, unas niñas mutantes que te vas encontrando desde el principio. Si las matas y absorbes su ADAM, serás más poderoso y el juego será más fácil, pero acabará mal. Si respetas su vida el juego será más difícil pero acabará de una forma mucho más satisfactoria, corroborando la ya legendaria frase final de Andrew Ryan: “Todos creemos hacer elecciones, pero al final son nuestras elecciones las que nos hacen a nosotros”.

Ignacio Manuel García Medina, Business Management teacher. Artist and lecturer specialized in Popular Culture for various platforms. Presenter of the program "Pop Libertario" for the Juan de Mariana Institute. Lives in the Canary Islands, Spain // Ignacio M. García Medina es profesor de Gestión de Empresas. Es miembro del Instituto Juan de Mariana y conferenciante especializado en Cultura Popular e ideas de la Libertad.

Social Networks: @ignaciomgm

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