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La bondad de la izquierda: una hipócrita mentira

La bondad de la izquierda: una mentira

CREO, AMIGO amigo conservador, que es justa y necesaria la simpatía que usted y yo tenemos por liberales de la vieja escuela como Bill Mahler, cuando afirma cosas tan sensatas y necesarias hoy como que:

“Tenemos que superar esta mentalidad interminable, implacable y de tolerancia cero empeñada en castigar y hacer desaparecer a cualquiera que sea sorprendido diciendo algo incorrecto. La respuesta correcta al discurso que no te gusta es más discurso, no la respuesta perezosa y cobarde de cancelar a las personas”.

Pongo de ejemplo a Mahler porque, como el excelente comediante que es, tiene la maravillosa capacidad de hacernos primero reír de buena gana y de inmediato pensar seriamente sobre importantes problemas que traduce en graciosas ironías como:

“Las personas que no pueden aceptar una broma ahora no son ancianas en el Cinturón de la Biblia. Son Gen Z en universidades de élite […] Los chicos solían ir a la universidad y perder la virginidad. Ahora van a perder el sentido del humor […] Pronto no habrá nada de lo que bromear excepto la comida de las aerolíneas y Starbucks malinterpretando su nombre”.

Como otros liberales de la vieja escuela, él choca constantemente con la ultraizquierda, hoy ideológicamente dominante en el universo demócrata, porque se niega a renunciar al sentido común, y por mero sentido común ve las contradicciones, locuras y absurdos del marxismo teórico traducidos en el intolerante fanatismo woke, como el problema que realmente es.

Pero esa simpatía no debería hacernos olvidar que esos liberales de la vieja escuela han defendido siempre, de manera moderada y aparentemente sensata, un conjunto de ideas y políticas cuyo resultado final no podía ser otro que lo que ahora rechazan y denuncian. Ellos fueron quienes por lo que creían, y siguen creyendo, que eran los mejores y más nobles objetivos, lograron poner en práctica políticas públicas asistencialistas y discriminatorias en todos los campos. Y son las mismas políticas que siguen y seguirán defendiendo, “bondadosa”, “sensata” y “moderadamente”, pese a sus evidentes fracasos y al para ellos inesperado resultado destructivo sobre los grupos de personas a los que pretendían “ayudar”.

El problema de fondo es que hemos permitido que la intelectualidad izquierdista, de ayer y hoy, se apropie de la idea misma de la bondad, que es tanto como apropiarse de la ética. Demasiados conservadores comparten el fondo, consciente o inconscientemente, de esa errada e impracticable ética liberal. Olvidamos que insistir en que su hipócrita e impracticable ética es la única ética posible, por estar basada en la única supuesta “bondad” real, que le permitió a la izquierda “pasar de largo” ante sus resultados, que siempre son contrarios a lo que prometen.

Al final, la ética del personal perjuicio autoinfligido en favor del colectivo bien ajeno es un error porque es impracticable y empuja a la hipocresía culposa. Para lo que realmente ha servido es para justificar los crímenes y fracasos de una interminable serie de experimentos sociales fallidos que en los peores casos costaron millones de vidas inocentes en la URSS, la RPCh o la Camboya de Pol Pot; y en los menos severos arruinan estados tan prósperos como California y New York en los propios Estados Unidos.

Todos los esfuerzos serios por imponer coherentemente la ética del falso altruismo en el orden social condujeron a totalitarismos criminales e infernales. Todos los esfuerzos, “razonables” y “moderados” por aplicar esa misma ética mediante políticas “sociales” produjeron división social, dependencia del Estado de grandes categorías de población, destrucción familiar y cultural, más violencia criminal y declive económico.

Ese será siempre el resultado de aceptar como “buenos” y “nobles” los fines y medios de la izquierda, moderada o radical. Sigamos simpatizando con el sentido común y el humor de Mahler, él es realmente una buena persona, pero no olvidemos que el fondo de lo que él mismo piensa, siente y cree, moderada y razonablemente, es un error al que todavía hay que responder con “más discurso”.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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