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Floyd Mayweather no se presentó en Miami como un campeón retirado que quería recordar sus viejas glorias, sino como un showman. Pero falló, porque el show quedó en deuda. Su contrincante, el youtuber Logan Paul, combatió como digno amateur que piensa que el boxeo es cuestión de posar un buen físico y lanzar golpes fuertes: derrochó toda su energía en los primeros dos rounds y pasó la lengua por la lona en los otros seis. Triste espectáculo para los que pagaron sus entradas y el pay per view.
«Me divertí», espetó Floyd tras su combate con el youtuber. No creo que Floyd se haya divertido. De hecho, se lo vio irritado, no porque su contrincante lo pusiera en apuros, sino por lo contrario: tuvo que cargarlo durante toda la pelea para llegar hasta el final. Para que la exhibición no quedara tan desfachatada.
Sin embargo, en la conferencia de prensa sí que dijo algo más honesto: «Cuando se trata de robar bancos de forma legal, soy el mejor». Tiene razón.
La pelea fue un lastre, incluso el combate contra Conor McGregor tuvo mejores detalles de calidad técnica y muchísimo más morbo. En esta exhibición, además de que Floyd “arriesgó” un improbable ridículo contra una estrella de internet, no había nada que motivara a las masas o generara expectativas suficientemente altas para esperar un show memorable.
Paul tomó la iniciativa, yendo desbocado a por el excampeón, quien tomó su habitual postura conservadora. Muy enérgico, pero descoordinado, el youtuber soltaba manos sinsentido al cuerpo de Floyd que con una simple cobertura no sufrió prácticamente ningún daño. Si le encajaron cuatro golpes en los ocho asaltos, francamente fue mucho.
Luego del segundo asalto, con un Paul notoriamente fusilado, Floyd casi obligado tomó la iniciativa para castigar a su oponente. Solo un par de manos necesitó el hombre para poner a tambalear las piernas de Paul, quien parecía que no llegaría ni siquiera al cuarto round.
Hubo piedad. Mayweather decidió darle largas al asunto y dejar respirar a Logan, quien hizo un esfuerzo inconmensurable para no caer a la lona por su propio peso. Estéticamente, el youtuber estaba espantoso: encorvado, bajando la espalda hasta sus caderas y buscando aire como pez fuera del agua. Por eso buscó enredarse con Floyd lo más que pudo, quien tampoco opuso resistencia, pues la idea siempre pareció ser ir hasta el final.
Fresco, casi sin sudar, Floyd no lanzó casi golpes desde el quinto hasta el octavo round. El público, ya irritado, sobre el final lanzó solapados abucheos. Una reacción lógica, pero superflua, pues no fue un arrebato notable, sino más bien insignificante. Al final, lo mejor de la pelea fue, de nuevo, lejos del ring.
Ni Floyd Mayweather ni Logan Paul, perdió el Boxeo
Hay quienes obstinadamente dicen que Floyd Mayweather perdió hoy. Eso no puede ser más falso. Floyd ganó millones por pelear unos cuantos rounds sin apenas exigirse. Tampoco perderá el prestigio que logró durante su brillantísima carrera. Lo máximo que recibirá son algunas soñolientas críticas en la mañana del 7 de junio, nada importante para él.
Por otra parte, el gran ganador de hoy no es otro que el casi irreverente Logan Paul (le falta para llegar a ser controvertido), quien mostró su mejor versión fuera del ring, porque arriba de él lució realmente mal. Exhausto. Sin técnica. Excesivamente lento. A merced de un adversario que lo veía con lástima. Igual eso no importa, Paul podrá decir que peleó y aguantó 8 rounds con Floyd Mayweather. Se lo venderá a sus seguidores, a la crítica y al mercado. Ganará mucho más dinero de lo que cualquiera de nosotros podría soñar luego de esta noche.
Eso sí, Paul no tocará la gloria ni en sueños. Como dijo hace poco el fantástico futbolista Pulga Rodríguez: «La Gloria no se compra». Tiene razón, la trascendencia se gana.
Ahora, en toda historia hay un perdedor, así que usted se preguntará: «¿Y quién perdió, entonces?», pues, aquí el único que perdió fue el boxeo. Un deporte que sigue perdiendo prestigio a costa del burdo show y el dinero fácil.
Juzgue usted lo que se presenció en Miami: un excampeón esquivando y peleando con el aire, sin nadie en el ring corriendo riesgos físicos, diálogos entre risas entre los protagonistas sabiendo que hay final feliz para ellos.
El boxeo, como evento deportivo, es una oda a la masculinidad, a la estética, a la valentía y a la inteligencia. Los boxeadores son combatientes honorables que buscan vencer a su contrario por el sentido de trascendencia y la valía de honor que eso significa.
Hoy no se pudo apreciar nada de eso. Lo que sí ocurrió fue que el negocio aprovechó, una vez más, la gloriosa historia del pugilismo para desprestigiarlo.
Soy muy joven y no pude disfrutar a los más grandes de la historia ni a la vieja gloria del boxeo, pero no hay que ser un experto para darse cuenta de que la calidad del box está por el piso, como el estado físico de Logan Paul.
Por más que ahora hagan dinero, tarde o temprano ya no dará réditos económicos, pues lo que mantiene vivo este negocio es la calidad, no el humo. Deteriorar a leyendas no ayuda a mantener el fuego sagrado vivo.
Luego del show entre Floyd y Paul, solo queda preguntarse una cosa: ¿el boxeo es el deporte más vilipendiado de la historia? Si ya no lo es, es por los promotores, organizadores y agentes que se están encargando de lograrlo a pasos agigantados.
Emmanuel Alejandro Rondón is a journalist at El American specializing in the areas of American politics and media analysis // Emmanuel Alejandro Rondón es periodista de El American especializado en las áreas de política americana y análisis de medios de comunicación.
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