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Castrochavismo: ocaso, maniobras y mutaciones

Por Antonio G. Rodiles:

La doctrina Obama, nueva versión del Detente de los años 70, se aplicó durante un período crucial para la región. Luego de que el castrochavismo se adueñara de Venezuela y se lanzara a la conquista del continente, montado en la bonanza petrolera como sustento, vino un período de retroceso del llamado “socialismo del siglo XX”I.

En el año 2012 en Venezuela, Enrique Capriles le disputaba la presidencia a un Hugo Chávez enfermo. Los resultados de las elecciones estuvieron, como siempre, plagados de irregularidades. Pronto Hugo Chávez moriría y sería reemplazado por Nicolás Maduro, bajo el dictamen de la Habana. Capriles volvía a competir en un nuevo proceso en el que se reconocía como ganador, pero que decidió no reclamar cuando le fue arrebatado el triunfo. 

El presidente Obama, en diciembre del 2014, estableció vínculos con el castrismo. La oposición se fracturaba en dos sectores: uno que apoyaba el llamado deshielo, dando todo al régimen a cambio de nada, y otro en el que nos opusimos rotundamente al infame pacto. Los entusiastas alegaban que el sistema no resistiría la interacción con el capitalismo.

Siete años después, contra todos los pronósticos, el castrochavismo sigue vivo y aferrado al poder. Nicolás Maduro en Caracas y Miguel Díaz-Canel en la Habana como títeres de Raúl Castro. Han sobrevivido, transitando de crisis en crisis, y han ampliado sus alianzas con regímenes autoritarios y totalitarios a nivel global. 

El chavismo de la mano del castrismo ha administrado con cinismo, crudeza y total frialdad las presiones, golpes, asesinatos, torturas al pueblo y oposición venezolana. Los aparatos represivos, al interior de Venezuela y Cuba, trabajan en forma sistemática y personalizada sobre los actores de la oposición política para neutralizaros, exiliarlos y frenar sus alcances. Saben que la presión permanente y maliciosa termina agotando y, en algunos casos, doblegando. 

Han tenido cómplices a todos los niveles, en América Latina, Europa, también dentro de los propios Estados Unidos. La mano de seda aplicada durante la era Obama no hizo otra cosa que regalarles tiempo a los tiranos. La idea de jugar al Caballo de Troya no mostró resultados. 

Una vez que el presidente Trump tomó posesión, hubo un giro en la política. Las sanciones entraron con fuerza en la escena. Sin embargo, algunos asesores creyeron ciegamente que con las presiones externas el camino estaría casi andado para terminar con el régimen chavista. Se optó por los mismos actores políticos de la oposición, protagónicos de la era Obama, y se dejó correr el tiempo sin buscar una estrategia que valorara todo lo complejo del escenario.

Las falsas expectativas, llamamientos fallidos, corrupción, entre otros, han sido elementos presentes en sectores de la oposición. Los servicios de inteligencia del castro-chavismo han sacado dividendos y el gobierno interino de Juan Guaidó está visiblemente agotado. 

Las esperanzas de que las fracturas internas y la avaricia llevarían a un enfrentamiento entre  facciones del régimen, se han ido desvaneciendo. Quienes diseñaron las estrategias desconocen, que incluso los carteles de la droga, saben hasta donde escalar en sus confrontaciones.

Mientras, a los Castro en la Habana, se les presionaba pero en menor cuantía. Las sanciones económicas se reactivaron principalmente a través del Capítulo III de la Ley Helms-Burton, mientras Miguel Díaz-Canel era oficialmente reconocido por toda la comunidad internacional como nuevo “presidente” de Cuba. El régimen, como viejo lobo, se volcó a reducir a la oposición interna mediante un incremento del acoso, violaciones y presiones para que los activistas abandonaran la isla. A esto debemos sumar el escaso apoyo y el esfuerzo, desde el exterior de la isla, por desplazar el protagonismo a un único proyecto de carácter electoralista, Cuba Decide. Esta fallida estrategia sumado a la represión ha traído como resultado una oposición visiblemente reducida.  

La doctrina Obama demostró sus penosos resultados. El caso de Birmania es otro de los ejemplos más visibles. Recibir todo a cambio de nada, le permitía al castrismo mutar y entregar el país a los herederos familiares.

La política de Trump, en cambio, ha frenado el impulso de regímenes autoritarios o totalitarios, pero esto apenas es la mitad del camino. Dos desaciertos importantes han sido la selección de los aliados, así como la interpretación de la información del terreno. No se puede pretender  resultados distintos intentando imponer el liderazgo de los mismos actores protagónicos de la era Obama. Quienes han estado dispuestos a una cohabitación con el castro-chavismo. 

Los Estados Unidos, país fundamental en la dinámica regional, se encuentra en un proceso electoral que definirá políticas exteriores muy distintas: regresar a la doctrina Obama, o continuar con la línea de Trump.

Un regreso a la doctrina Obama nos obligaría a poner todo el empeño para frenar una nueva ronda de negociaciones fallidas que legitimen a las tiranías. Hoy existen sanciones que operan en forma efectiva contra ambos regímenes, la suspensión de ellas implicaría un penoso retroceso. 

Un segundo mandato del presidente Trump nos compromete a buscar una revaluación de  actores y acciones. Poco favor se le hace a la causa de la libertad del hemisferio, si algunos consejeros o funcionarios continúan obstinados en repetir los mismos errores. Los conceptos detrás de los fallos son tan similares en el caso Cuba y Venezuela que resulta evidente encontrar la fuente.

Si fuera reelecto el presidente Trump o ganara el candidato Biden, igualmente habrá que reforzar las alianzas regionales y lograr que los países amigos cumplan con los convenios y tratados vigentes. El escenario regional se complejiza en la medida en que los regímenes violadores y forajidos afincan sus bases en el hemisferio, mientras que los actores políticos democráticos se muestran apáticos. 

El reciente triunfo del MAS en Bolivia muestra que la historia pendular de la región sigue vigente. ¿Existe posibilidad de un nuevo remonte del castro-chavismo o mutación?

La capacidad destructiva del castrochavismo fue subestimada. El regreso a la democracia, de Cuba y Venezuela, implica un esfuerzo mayor del que muchos concebían. Los años venideros marcarán décadas a nivel global. Hoy es el momento de empujar por un verdadero giro político en nuestros países y la región. 


Antonio G. Rodiles es un activista político cubano.

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