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China es la gran amenaza

China, El American

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Vladimir Putin es alguien fácil de detestar. A pesar de los considerables éxitos socioeconómicos de su gestión autoritaria de Rusia y de la popularidad de la que goza en su país y en algunos otros lugares, Putin es un déspota cruel. El apetito hegemónico mundial que ha exhibido desde que llegó al poder en el año 2000 es bien conocido. Toda esta verdad no eclipsa, sin embargo, el duro hecho de que Rusia no es la mayor amenaza del mundo. Ni siquiera está cerca. Ni siquiera ocupa un lejano segundo puesto. China es la gran amenaza.     

Tanto si Rusia invade Ucrania como si no, el régimen de Putin ya ha demostrado su carácter imperialista. Invadió Georgia en 2008 y se anexionó Crimea en 2014. El argumento hitleriano de la protección étnica y el lebenscraum (“espacio vital”) se ha incorporado a la praxis de la política exterior rusa bajo el liderazgo del antiguo teniente coronel del KGB (Putin). Sin duda, este patrón de comportamiento es inquietante, desafía la estabilidad mundial y justifica una revisión de los compromisos militares y económicos del mundo libre. 

Medida en cifras absolutas del Producto Interno Bruto (PIB), la economía rusa es del tamaño de la italiana. Si se considera per cápita, Italia es mucho más potente. Aunque el arsenal nuclear de Moscú no es algo que deba minimizarse, China, Pakistán, Israel, India, Francia, Reino Unido y Estados Unidos también lo poseen. Una reflexión sobre la evidencia empírica guiará nuestra atención hacia el régimen comunista chino, que ha hecho una mayor incursión en la desestabilización y subversión de Occidente.   

Cuando Mao Tse-tung llevó el comunismo chino al poder en 1949, anunció el inicio de un maratón de 100 años. La hazaña establecida por el asesino de masas más notorio del mundo fue nada menos que la dominación hegemónica. Esta política ha sido continuada por todos sus sucesores. A través de una guerra asimétrica facilitada por las maniobras económicas concedidas a la dictadura comunista por Occidente, China ha conseguido una presencia impresionante dentro de los pasillos del poder de todas las democracias del planeta.  Ni siquiera los soviéticos lograron esto.

Sin el uso de tropas o tanques, China ha invadido y ocupado reinos estratégicos dentro de Estados Unidos y Europa, los arsenales del orden democrático mundial. Esta “ocupación” se ejerce a través de una influencia extrema y de esquemas de trazado de políticas que están orientados a avanzar en el propósito general de hacer del comunismo chino la potencia global dominante. Los ejemplos abundan. 

La mayor parte de Silicon Valley está en el bolsillo del régimen marxista-leninista-maoísta. Google y Microsoft, por ejemplo, están fuertemente enredados en asociaciones, no solo con operativos del Partido Comunista chino (PCch), sino con miembros del PCCh que forman parte del Ejército Popular de Liberación (EPL). Peter Schweizer en un nuevo libro, Red-Handed: How American Elites Get Rich Helping China Win, ofrece abundantes pruebas de la relación perjudicial entre los más ricos y bien conectados de Estados Unidos y el comunismo chino.   

No es únicamente la oligarquía de las Big Tech la que está engranada intrínsecamente con la maquinaria mercantilista socialista de Pekín. Wall Street no se ha quedado atrás. Bridgewater Associates, una de las empresas de gestión de activos más importantes de Estados Unidos, está profundamente entrelazada con el PCch. Su fundador, Ray Dalio, se ha convertido en un apologista de la China comunista. Alabando al régimen chino por su capacidad y modelo “redistributivo”, Dalio espera que Estados Unidos adapte una versión americana del modelo chino. “Estados Unidos, a través de su propio sistema”, nos dice, “necesita más prosperidad común, y muchos otros países también”. El Grupo Blackstone, uno de los principales actores del mercado de fondos de cobertura, es también una poderosa entidad que controla miles de millones de dólares de inversión y es extremadamente pro-PCch. 

Hollywood, los deportes profesionales y los políticos de Washington defienden los intereses de los comunistas chinos porque el PCCh y las irresponsables políticas económicas nacionales han hecho millonarios a muchos de ellos (algunos multimillonarios). La Unión Soviética, a pesar de la elaborada red de sus capacidades de inteligencia, de la que Putin formaba parte, nunca adquirió tanta influencia sobre Estados Unidos. Su éxito fue periférico si se compara con el de China. 

Los minerales de tierras raras, metales de vital importancia para la producción y el mantenimiento de la alta tecnología, están controlados en un 85 % por la dictadura marxista, según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. Esto es muy peligroso. La dependencia mundial de los productos manufacturados chinos para el abastecimiento doméstico ha fomentado, además de una malsana dependencia de la tiranía china, también ha dado vida a un industrioso ejército de cabilderos que trabaja diariamente en las capitales de las democracias del planeta, haciendo la puja por el PCCh. 

Si introducimos en la ecuación el papel neocolonialista que ha adquirido China a través de su Iniciativa de Ruta y Cinturón, una licencia para robar y ocupar países, la noción de lo que significa una “invasión” adquiere un nuevo significado. Putin es un matón y su régimen es autocrático. Pero, no nos equivoquemos, la China comunista lanzó una invasión para aplastar a Occidente en la década de 1970 (por invitación de Occidente). Es esta ofensiva la que debe recibir la prioridad de Occidente.   

Julio M Shiling, political scientist, writer, director of Patria de Martí and The Cuban American Voice, lecturer and media commentator. A native of Cuba, he currently lives in the United States. Twitter: @JulioMShiling // Julio es politólogo, escritor, director de Patria de Martí y The Cuban American Voice. Conferenciante y comentarista en los medios. Natural de Cuba, vive actualmente en EE UU.

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