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Colombia, la tierra que lucha por mantenerse a flote

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En 2018, tras el triunfo de Iván Duque como presidente de Colombia, se tenía algo claro: una gestión deficiente no solo debilitaría aún más la institucionalidad del país, sino que le terminaría de abrir las puertas a ideologías radicales que buscan agrandar la grieta que hay en la sociedad colombiana para, en medio del caos, hacerse con algo de poder e imponer un pensamiento único sobre cada ciudadano.

Aunque, con las mejores intenciones y en contra del ala más radical de su partido (el Centro Democrático), Duque ha intentado dirigir un país que viene en una espiral de corrupción, a una sociedad con las heridas abiertas tras décadas de sangre derramada por guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes e integrantes de fuerzas del Estado, pero no ha podido. Su debilidad de carácter y su afán por intentar quedar bien con todos no le han permitido leer las verdaderas necesidades de la sociedad, esas que se pierden tras el excesivo ruido que hacen en momentos de crisis uribistas, petristas, fajardistas, charistas, robledistas, istas y más istas. Duque está metido en una burbuja de la que teme salir.

Así solo ha logrado animar a quienes ven a Colombia como un buen botín. Uno de ellos, uno de los alfiles del debilitamiento de la torpe democracia que se ha construido hasta ahora, es Gustavo Petro. Quien además de buscar la Presidencia, tiene un objetivo más peligroso: posicionar como mayoría en el Congreso a personas que le rindan cuentas y militen con sus ideas. Con el lógico debilitamiento de la imagen de nuestros políticos, con gamonales que empiezan a retirarse y dejar huérfanos millones de votos, y con las torpes decisiones tomadas por el Gobierno Duque, las posibilidades de más radicales en el Congreso son altas.

No importa si debido a sus estrategias y al evidente aprovechamiento que ha hecho de la indignación de los ciudadanos, la imagen de Petro cae. Desde hace décadas viene difundiendo una narrativa que, aunque se alimenta de un verdadero sentir de la ciudadanía, está llena de engaños. Un discurso lo suficientemente fuerte como para cooptar unos cuantos millones de votos y poner a más de los suyos a su diestra y siniestra.

Hacia el otro lado las cosas tampoco pintan bien. Partidos cuyos cimientos están llenos de farcpolítica, parapolítica, coca y clientelismo. Expresidentes que no han entendido que su momento ha pasado, que sus palabras solo alimentan la rabia de los colombianos, que sus formas ya no sirven y que la mejor forma de ayudar a que el país avance es disfrutando de la pensión que les pagamos lejos de la arena política.

El Gobierno Duque presentó una reforma tributaria que encendió nuevamente los ánimos de muchos ciudadanos. (EFE) cOLOMBIA
El Gobierno Duque presentó una reforma tributaria que encendió nuevamente los ánimos de muchos ciudadanos. (EFE)

Los males de nuestros cuestionables políticos son solo síntomas de una sociedad que no ha querido enfrentar sus propias decisiones y se ha dejado convencer de que necesita ser salvada. “Tranquila, papá Estado tendrá que ayudarte”, nos han dicho durante años. Hemos alimentado un monstruo al que se le multiplican los estómagos y papá Estado se ha convertido en un depredador aberrante. Su tamaño es tan apetecido que una gran cantidad de seres desagradables está dispuesta a dar las vidas de otros por comer una tajada.

La renovación política de Colombia no está en ninguna de las cabezas que hoy buscan imponer sus ideas a como dé lugar. No hay líderes visibles que comprendan que la libertad de los ciudadanos no debe ser puesta a discusión, mientras —lo más básico señoras y señores— no se irrespete la libertad del otro. No hay cabezas visibles que entiendan que un Estado gigante es un desagüe por donde se pierde el dinero de los ciudadanos. Por el momento solo hay “males menos peores” que terminan allanando la entrada a algo cada vez más oscuro. Si la sociedad no entiende cuán importante es su libertad y la del otro, ¿cómo pretender que impulsen líderes que sí lo comprendan?

Un país que vive agarrado de los bordes y que solo se echa peso en las piernas está destinado a tocar fondo. Seguir agrandando el Estado a punta del dinero extraído de los que se lo luchan día a día y de los que generan riqueza, para que lo administren los políticos que llevan décadas parasitando, es una idiotez de proporciones descomunales.

Las décadas de violencia que hemos vivido los colombianos serían argumento suficiente para convencer a algunos de que hemos aprendido de nuestro pasado, pero todo muestra que no nos espera un futuro amable. Aún luchamos por construir una nación próspera para todos, pero ponemos barro como cimientos y exigimos de jefes de obra a los que durante años han estado, de una forma u otra, al frente.

Es claro que lo que ocurre en las calles de Colombia es aprovechado por quienes solo quieren llenarse las manos de más poder. Pero esa no puede ser una excusa para ocultar que las personas están terriblemente cansadas. Más que de las cuarentenas, de la mierda que soportan día a día de quienes se venden como mártires y héroes desde ministerios, Presidencia y Congreso.

Son los ciudadanos, de pobres a ricos, los que mantienen a flote una nación que es jalada hacia el fondo por quienes pregonan estarla salvando, mientras que en la puerta se les acumulan los muertos.

Miguel Ángel Camacho is an editor at El American, Bachelor’s degree in Philosophy and Literature, and is currently pursuing a Master's degree in Creative Writing. // Miguel Ángel Camacho es editor en El American, profesional en Filosofía y Letras y actualmente cursa una Maestría en Creación Literaria.

1 comentario en «Colombia, la tierra que lucha por mantenerse a flote»

  1. Excelente artículo. Pero creo que también se necesita hacer e impulsar propuestas concretas, para vislumbrar los mejores caminos. La lucha no es fácil pero debe intentarse. Unidos con un solo fin. Defender la democracia y el estado de derecho,así como mejorar la calidad de vida de los colombianos.

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