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¿Cómo romper la tiranía de Maduro en Venezuela?

Venezuela, El American

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Por Antonio Ledezma *

Las redes sociales son un lugar donde se cruzan los más variados puntos de vista. En ese océano de opiniones navegan las versiones de quienes no se esconden tras seudónimos, sino que asumen sus puntos de vista abiertamente. Suelo interactuar con muchas personas que piden explicaciones o razonamientos para aclarar incógnitas y resolver dudas sobre diversos temas. Esas ráfagas están llenas de disparos que apuntan a objetivos específicos, mientras que otras municiones son de las llamadas “bolitas locas” que se activan para causar un efecto, sin siquiera pensar en lo que realmente se busca.

En uno de esos debates online en los que me veo envuelto, alguien afirmaba que “nos hemos equivocado” en las posiciones que sostenemos pública y coherentemente, a la hora de fijar una posición respecto a la estrategia asumida por los líderes de la oposición en diversas circunstancias. Esa forma frívola con la que se pretende calificar nuestra postura merecía una respuesta, así que la di, y ahora quiero compartirla en este artículo.

¿Fue un error advertir a los miembros del G4 de que estaban infiltrados, como lo demostró el asalto a los símbolos de los partidos? Además, el doble rasero de los diputados que “enarbolan banderas de la lucha contra la corrupción”, mientras expiden certificados de buena conducta a personajes que están implicados en negocios irregulares a gran escala ¿O el papel de espías que asumieron los dirigentes de los partidos que asistieron a reuniones con Guaidó para debatir la estrategia a seguir y después aparecieron recibiendo del régimen los símbolos robados de los partidos?

¿Equivocado por razonar que ha habido 13 diálogos que solo han servido a los oscuros intereses del régimen? ¿Mal por alegar que no podemos hacerlo solos? ¿O es mentira que nos enfrentamos a una poderosa organización criminal? ¿Equivocado por exponer la presencia en territorio venezolano de fuerzas irregulares de la narcoguerrilla colombiana, Cuba, Rusia, China e Irán, además de los cárteles de la droga y las megapandillas criminales?

¿Equivocado por advertir que, en nuestro Continente, el Foro de Sao Paulo aplica la agenda aprobada por el Grupo de Puebla para establecer un eje del mal con el fin de controlar a los gobiernos de Venezuela, Colombia, Brasil, Chile, Bolivia, Nicaragua, Argentina, México y Perú? ¿Mal por denunciar los crímenes de lesa humanidad?

¿Mal por no estar de acuerdo con el sectarismo que ha imperado en el Gobierno interino? ¿Mal por exigirles que rindan cuentas para diferenciarnos de un Gobierno corrupto que maneja el erario público a su antojo y en la opacidad?

¿Mal al exigir un liderazgo coherente, con objetivos políticos definidos y respeto a los interlocutores que hoy reconoce la comunidad internacional? ¿Equivocado por decir que reconocer un Consejo Nacional Electoral designado por una Asamblea Nacional inválida formada en virtud del fraude contra el que todos protestamos en diciembre de 2020, implica desconocer la legitimidad de Juan Guaidó, ya que la Asamblea que preside será anulada?

¿Mal por no avalar un cambio en nuestras opiniones de que Maduro es un usurpador para ahora pretender reconocerlo como presidente en un eventual diálogo? ¿Equivocado al denunciar que por la ausencia de los diputados en la sesión del 15 de diciembre de 2016, que debía designar a los rectores del Consejo Nacional Electoral, esta aspiración se frustró al negarse los diputados de la oposición a formar el quórum reglamentario?

¿Equivocado por haber firmado un documento que proponía un Gobierno de transición que nos salvara de las desgracias sufridas en estos últimos seis años?¿Equivocado por reclamar que se honren los resultados del plebiscito realizado el pasado 16 de julio de 2017?

Si eso es estar equivocado, por favor, déjenme seguir en este camino de Quijotes que seguiré recorriendo con mucha tranquilidad. Preguntas cuál es la solución. Deshacernos de los infiltrados, porque ha habido muchas oportunidades de hacerlo. Sin un liderazgo político ético y coherente decidido a aplicar una estrategia no será posible desalojar a esa corporación criminal.

La solución era aprovechar la etapa de elecciones competitivas, como hicimos en 2021 y en abril de 2013. Ganamos estas últimas, pero desgraciadamente cometimos el error de suspender las manifestaciones para reclamar la victoria que nos estaban robando descaradamente.

La solución fue prepararnos para ganar la mayoría calificada de la Asamblea Nacional, lo que logramos en diciembre de 2015, solo para que un grupo secuestrara de inmediato su poder de decisión y errara en su estrategia, por lo que Maduro sigue usurpando el poder ¿Ya no es aconsejable seguir haciendo estas denuncias? No lo creo, y más bien pienso que si no hacemos una seria autocrítica, seguiremos tropezando con la misma piedra.

Debemos ser francos: si la dirigencia opositora no cambia, nunca liberaremos a Venezuela. De ahí que la pregunta “¿qué propones?” tenga respuesta en los ejemplos que enumero en esta crónica. Podremos articular el mejor plan del mundo, con los estrategas más capacitados, pero de nada servirá si quienes deben ejecutar esos planes siguen actuando sin rumbo.

Fíjense en el apoyo sin precedentes que hemos recibido de la comunidad internacional, que se ha dirigido a falsos diálogos y negociaciones fallidas, como las del pasado 20 de abril de 2019, año en que se celebró el llamado “diálogo de Barbados”, auspiciado por Noruega. Es evidente que tanto Hugo Chávez, en su momento, como ahora Maduro, han buscado aprovechar esos eventos para ganar tiempo, mientras desacreditan a los líderes de la oposición y logran desactivar las manifestaciones en las calles, como ocurrió el 10 de abril de 2014, cuando desmovilizaron a los ciudadanos que habían salido a las calles en apoyo al movimiento “La Salida”.

El régimen de Maduro hizo lo mismo después de la aplastante victoria de la oposición en diciembre de 2014: utilizaron sus tribunales para acusar de desacato a la recién elegida Asamblea Nacional, y lograron desgastar a la dirigencia opositora organizando un referéndum revocatorio que truncaron, propiciaron una sesión de diálogo en República Dominicana en mayo de 2016, intento que terminó en el diálogo auspiciado por el Vaticano en octubre y noviembre de ese mismo año, con estos resultados: se suspendió la marcha de manifestación al Palacio de Miraflores, se anuló el juicio político propuesto por la Asamblea Nacional contra Nicolás Maduro y se firmó un documento en el que los representantes de la oposición admitían que “la crisis económica era consecuencia de un boicot contra los planes implementados por la revolución y que en Venezuela no hay presos políticos, sino políticos presos.”

En medio de esas enormes contradicciones, los representantes parlamentarios de la oposición no renovaron la estructura de los poderes políticos, especialmente las Rectoras del Consejo Nacional Electoral y, repito una vez más, la sesión para ese procedimiento, el 16 de diciembre de 2016, se frustró por la ausencia de dos miembros de la banca opositora.

Sin embargo, los ciudadanos se recuperaron de esas adversidades y volvieron a las protestas de calle en febrero de 2017; millones de venezolanos volvieron a llenar las vías públicas para reclamar la libertad, los símbolos de esa lucha fueron los jóvenes escuderos que fueron asesinados sin conocer la democracia por la que entregaron sus vidas. Los ciudadanos organizaron un plebiscito el 16 de julio de ese año, con un claro mandato para la dirigencia, la cual decidió darle la espalda a ese veredicto popular y lanzarse al foso de las fraudulentas elecciones regionales organizadas por el régimen que acababa de perpetrar el robo electoral el 30 de julio de ese mismo año, para darse, a ojo de buen cubero, una ilegal Asamblea Constituyente. Hoy vemos con gran preocupación que la lucha se ha reducido a preparar un calendario electoral centrado en las elecciones regionales.

En nuestra opinión, ese no es el camino más recomendable para liberar a Venezuela. Maduro busca lavar su cara de tirano, desmontar la opinión de que hay una narcotiranía en Venezuela, detener el proceso en su contra en la Corte Penal Internacional y acabar con el gobierno interino de Guaidó, mientras se valida como presidente reconocido incluso por la oposición. Es mentira que no haya habido unidad. La ha habido y en exceso.

Lamentablemente, Maduro infiltró a la oposición, la atomizó y la dividió. No es cierto que los venezolanos solo esperan el desembarco de los marines en Naiguatá. Eso es falso. La intervención internacional contempla mecanismos legales válidos, como la RdP y el Tratado de Río que ofrecen muchas opciones. Lo que sí es cierto es que la amenaza creíble ha sido desmantelada y los aliados del régimen están implementando su plan de empoderamiento. Definitivamente, la solución es tener un liderazgo político capaz de lograr la aplicación de todas esas posibilidades.


Antonio Ledezma es exalcalde de Caracas antes de verse obligado a exiliarse políticamente en 2017.

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