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El Congreso debe investigar los disturbios de Black Lives Matter

Congress Should Investigate the Black Lives Matter Riots, EFE

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Por Mike Gonzalez*

Estados Unidos entra en 2023 como una sociedad radicalmente diferente debido a la violencia de 2020 ligada a Black Lives Matter. Llevó años entretejer la red revolucionaria que provocaría este cambio radical. Y, de hecho, los organizadores de las protestas se reunieron durante años para planificar cómo “perturbar y transformar” Estados Unidos.

La mayoría de ustedes no lo sabe porque los medios de comunicación se niegan a contárselo. En lugar de investigar a estos revolucionarios y sacar a la luz sus aspiraciones explícitas, los medios de comunicación tradicionales optaron por abrazar la violencia y presentarla acríticamente como un “ajuste de cuentas racial” o un levantamiento por la justicia social.  

Esta abdicación masiva de la responsabilidad dejó a la gente vulnerable a cambios profundos en el modo de vida americana, cambios que nunca se debatieron honestamente, y mucho menos se votaron. Estados Unidos fue asaltado y nadie lo denunció.

Los activistas que en nombre de la justicia social han transformado las aulas, los lugares de trabajo, los cuarteles, los lugares de culto y casi cualquier otro aspecto de la vida han dejado claro desde hace tiempo que su objetivo es cambiar el sistema político y económico del país. Su objetivo es la Constitución de Estados Unidos, tanto la c minúscula como la C mayúscula. Los periodistas deberían haberlo señalado.

En lugar de eso, tenemos la ley del silencio. Volvimos a ver un ejemplo de ello la semana pasada, cuando el columnista del Washington Post Joe Davidson censuró mi comentario de que el Congreso debería investigar los disturbios de 2020, igual que investigó los del Capitolio del 6 de enero.

“Es una comparación poco sólida,” escribió Davidson desdeñosamente. “Los de izquierdas, aunque culpables en algunos casos, hicieron mucho menos daño que los de derechas”.

¿De verdad? La violencia de BLM en 2020 dejó cerca de 20 muertos. Los disturbios causaron más de 1.000 millones de dólares en pérdidas, las más costosas de la historia de Estados Unidos. Varias ciudades fueron testigos de más de 600 disturbios. Y la violencia no empezó en 2020. El investigador Travis Campbell rastreó más de 1.600 protestas de BLM en todo el país entre 2014 y 2019 y descubrió que, como resultado, se produjo un aumento del 10 % en los homicidios de civiles. Eso significa que se produjeron entre 1.000 y 6.000 homicidios adicionales.

Pero la destrucción es posiblemente peor en términos de transformación de la civilización, y ahí, la comparación con el 6 de enero es aún más marcada.

Los paletos que irrumpieron en el Capitolio no son el motivo por el que se enseña a los niños a despreciar a su país por sus defectos y a los demás por características que no pueden controlar. Los disturbios del 6 de enero no son la razón por la que los adultos están siendo hacinados en sesiones de reeducación y la Universidad de Stanford está diciendo a la gente que la palabra “americano” es opresiva.

Todo esto, y mucho más, está sucediendo debido a que, conmocionadas por los disturbios de 2020, nuestras instituciones culturales han adoptado la narrativa de BLM y su red revolucionaria, y esa narrativa es que Estados Unidos es opresivo y sistemáticamente racista.

Creer que el Congreso debería investigar los disturbios de 2020 y los años de violencia política que condujeron a ellos y preguntarse por los objetivos políticos que hay detrás no es desestimar la gravedad del atentado del 6 de enero. Se trata de garantizar que Estados Unidos no se vea completamente transformado por la búsqueda obstinada de un proyecto marxista por parte de los activistas.

Los fundadores del movimiento BLM (especialmente grupos como el Movement for Black Lives y la Black Lives Matter Global Network Foundation) y los miembros de la red que los rodea son marxistas comprometidos que, durante años, crearon una vasta infraestructura revolucionaria en la que se reunían y elaboraban estrategias. Recibieron dirección ideológica, apoyo estratégico y aliento emocional de actores extranjeros: Venezuela, especialmente, pero también China.

El Foro Social Americano, quizás el proceso de construcción de movimientos más importante para los marxistas globales, se fundó en Atlanta en 2007 como punta de lanza americana del Foro Social Mundial. En su reunión de 2006 en Caracas (Venezuela), el FSM pidió a los comunistas del país que dieran un paso adelante. “Contamos con ustedes, compañeros, contamos con ustedes”, dijo el dictador marxista venezolano Hugo Chávez a los americanos entre la multitud adoradora del FSM.  

Como dice el investigador Ariel Sheen, que ha hecho un brillante trabajo de investigación en estas redes: “Los medios de comunicación americanos, los intelectuales públicos y los funcionarios del gobierno no han presentado una evaluación precisa de la amenaza que suponen para la Constitución de Estados Unidos las organizaciones revolucionarias de izquierda que han declarado su lealtad a gobiernos extranjeros”.

Los centros marxistas, que en 2007 formaban a Alicia Garza y Patrisse Cullors (cofundadora de BLM seis años después) y se conocen como People Organized to Win Employment Rights y Labor/Community Strategy Center, respectivamente, estaban en el comité de planificación del Foro Social de Estados Unidos de 2007, al igual que Makani Themba, de M4BL. Organizaron talleres intensivos sobre cómo acabar con la sociedad americana.  

Al fin y al cabo, ese es su objetivo. El hombre que creó el Strategy Center, Eric Mann, describe su objetivo como “formar a una nueva generación de activistas negros y latinos en las tradiciones de la organización revolucionaria negra, tercermundista y comunista”.

Como era de esperar, Garza dijo que fue testigo en Atlanta “de la convergencia de más de 10.000 activistas y organizadores para compartir estrategias que interrumpan los sistemas de poder”.

Garza, Cullors, Opal Tometi (la otra fundadora de BLM), y muchos otros que fueron clave en el trabajo ideológico detrás de los disturbios (Eric Mann, Steve Williams, Harmony Goldberg, etc.), viajaron por el mundo en los años posteriores, y antes, para coordinar actividades en los numerosos foros de la izquierda marxista global.

Todo esto ocurrió años antes de que George Floyd exhalara su último aliento en 2020, o antes de la absolución de George Zimmerman por la muerte de Trayvon Martin, el suceso de 2013 que dio a los revolucionarios la oportunidad de crear el movimiento BLM en primer lugar.

Como dijo Tometi sobre el FSM de 2011 en Dakar (Senegal), la “única exigencia del foro es que consideremos un sistema económico y político alternativo para el mundo que tenemos hoy”.

¿Hemos debatido esto como sociedad? Si Davidson y el resto de los medios no lo cuentan, ¿no debería hacerlo el Congreso?


*Mike es Senior Fellow de Angeles T. Arredondo E Pluribus Unum en The Heritage Foundation.

Este artículo forma parte de un acuerdo entre El American y The Heritage Foundation.

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