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El Congreso debe investigar la vergonzosa caída de Afganistán

Fall of Afghanistan - El American

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Kabul ha caído. Al escribir este editorial, miles de civiles afganos y cientos de funcionarios diplomáticos americanos y extranjeros abarrotan el aeropuerto internacional Hamid Karzai (mientras se informa de al menos 7 muertos en las inmediaciones del aeropuerto hasta el momento) con la esperanza de subirse a uno de los pocos aviones que podrían llevarles lejos de los talibanes, lejos de Afganistán, y a un lugar seguro. Mientras tanto, el mundo ha visto los horribles vídeos de gente cayendo de los aviones en un intento desesperado por salir de la más que segura masacre de Kabul tras la caída de Afganistán.

Los próximos días son cruciales para la evacuación del personal occidental y de los aliados afganos de la OTAN (con suerte), ya que los aviones militares van y vienen de Kabul bajo la ominosa vigilancia de los talibanes. Sin embargo, y después de veinte años de un esfuerzo multinacional por parte de Estados Unidos y Occidente que costó miles de valientes tropas, billones de dólares y cuatro presidentes, el resultado es público y notorio: la caída de Afganistán ha sido completada, los talibanes han derrotado a Estados Unidos y tendrán el control total del país cuando se conmemore el 20º aniversario de los atentados terroristas del 11-S.

Dejando de lado el debate sobre la decisión de retirar finalmente las tropas restantes de la guerra más larga de Estados Unidos, la cruda realidad es que el presidente Biden lideró un fiasco militar vergonzoso. El calendario original establecido por la administración tenía el 11 de septiembre como el día en que las tropas americanas abandonarían el país, y la Inteligencia Militar pronosticó que el Gobierno afgano resistiría el ataque de los talibanes de 6 meses a un año.

No podían estar más equivocados. Todavía estamos a más de tres semanas del 11-S y a 6 meses de la fecha que los servicios de inteligencia pronosticaron como el principio del fin y los talibanes ya han conquistado toda la nación y miles de tropas americanas intentan desesperadamente crear algo de orden en el aeropuerto de Kabul, la única salida del Afganistán caído, mientras cientos de civiles afganos intentan huir del país y con los talibanes imponiendo ya su reino del terror sobre la capital.

El desastre es total, los ciudadanos americanos siguen en peligro y la suerte de los aliados afganos de Estados Unidos es incierta (si somos optimistas), ya que la administración sólo ha evacuado a 1.200 traductores afganos mientras hay cientos de informes no confirmados de que ya han sido fusilados o colgados en las calles. Vamos a leer mucho sobre esta debacle en los próximos días, pero el pueblo americano (y el mundo) se merece más: necesitamos que se rindan cuentas sobre esta caótica retirada.

¿Cómo es posible que el ejército más poderoso del mundo haya calculado tan mal la fuerza de los talibanes? ¿Qué pasaba por las mentes colectivas de los Departamentos de Estado y de Defensa cuando le dieron al presidente Biden la información que argumentaba que el gobierno aguantaría un año cuando acabó derritiéndose en menos de dos semanas? ¿Tiene sentido que Estados Unidos tuviera tan mala información en un país donde los militares han estado durante dos décadas enteras?

¿Adónde fue a parar todo el dinero proporcionado al ejército afgano? ¿Tenían realmente 300.000 miembros como dijo la administración Biden? ¿O se llenaron las filas con los llamados “soldados fantasmas”? ¿Sabían realmente los analistas y los responsables de la toma de decisiones cuántos soldados reales había en las filas del ejército afgano entrenado y equipado por Estados Unidos?

¿Por qué los militares americanos decidieron abandonar la mayor base aérea de Estados Unidos (Bagram) meses antes de su partida? ¿No era la superioridad aérea el factor definitivo que daba ventaja a las fuerzas de la coalición sobre los talibanes? ¿Tenía sentido ceder una base que podría ser fundamental en caso de una evacuación precipitada de Kabul, como estamos viendo ahora?

Más aún, ¿había siquiera un plan para una evacuación de emergencia de Kabul? Si es así, ¿el plan consistía en confiar en un único punto de salida tanto para los civiles, incluidos los aliados afganos, como para el personal diplomático? ¿Por qué Estados Unidos esperó hasta el último momento para iniciar la evacuación del personal estadounidense crucial?

Estas son sólo algunas decenas de preguntas de sentido común que siguen sin respuesta.

Los funcionarios públicos, los burócratas y los responsables de la toma de decisiones que planearon esta operación deben rendir cuentas, y el Congreso debe proporcionar una evaluación precisa de lo que ocurrió durante estos meses en Afganistán.

Esta no es una cuestión para marcar puntos partidistas; Estados Unidos sufrió una de las mayores humillaciones militares de su historia reciente, una que probablemente sea incluso mayor que la caída de Saigón. Tenemos que saber qué fue lo que falló para que no vuelva a suceder.

El Congreso de los Estados Unidos debería establecer una investigación oficial y bipartidista para llegar al fondo de lo que salió mal en la debacle afgana. La mayor humillación americana desde (al menos) 1975 no puede quedarse así.

The Editorial Board

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