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Lo que no te cuentan sobre el Golden State: las consecuencias del socialismo en California

Socialism in California is destroying the state

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«Llevo siete años viviendo en Estados Unidos y jamás me había sentido insegura… hasta que me mudé a California». Ana Corina, de 26 años y venezolana, tuvo que dejar Florida por una muy atractiva oferta de trabajo que su esposo recibió en California. La pareja se mudó al Golden State hace unos seis meses, en plena pandemia. Están pensando en regresar a Miami.

El estado de California, famoso por sus playas, grandes parques naturales y por ser el centro de la pomposa y muy glamurosa industria del cine americano, esconde otro rostro, poco retratado por las producciones audiovisuales y los grandes medios: miseria, regulaciones, escasez y delincuencia. Son, al final, la consecuencia de la aplicación sistemática del socialismo en California, más afines a una país tercermundista latinoamericano que a la primera potencia del mundo.

«La gente no se da cuenta y la mayoría simplemente ignora lo que ocurre y no le da importancia», dice Ana Corina a El American sobre esos pequeños detalles que ella nota a diario, que la aterran y que le recuerdan inmediatamente a aquello de lo que huyó.

«Dejé Venezuela en el 2014 corriendo del socialismo. Ahora, todos los días veo pequeñas cosas que me recuerdan a la Venezuela de mediados de los 2000. Y aquí, como allá, la gente tampoco le presta atención. Piensan que es coyuntural».

Ana Corina siente el contraste con más intensidad porque dejó Florida por California. Es palpable, un estado es la antítesis del otro. Florida lleva 20 años ininterrumpidos siendo gobernada por un republicano; California, en cambio, y a excepción del hiato de Arnold Schwarzenegger, viene siendo gobernada por demócratas desde finales del siglo pasado. La primera y más representativa consecuencia de los gobiernos está a la vista: miles de californianos están abandonando el estado. Miles de americanos están migrando a Florida. Ana Corina hizo el viaje a contracorriente. Hoy se arrepiente.

Huida

Por décadas, California fue uno de los estados de Estados Unidos con mayor crecimiento. El sueño americano, a propósito de la decadencia de mitades del siglo pasado en Nueva York, se alzó en Los Angeles. Era la ciudad a la que todos, y de todos lados, querían ir. El valor inmobiliario del estado, a diferencia de los altos precios de la Gran Manzana, permitió que los principales estudios de cine y televisión se instalaran en la costa oeste. Hollywood, entonces, se convirtió en la meca del cine a nivel mundial. Ya no más París y la nouevelle vague. Ahora era Hollywood y sus mega producciones. Ya no Godard o Rivette; ahora Polanski y George Lucas.

Pero ya no. La población dejó de aumentar y la gente dejó de ir a California. El siglo XXI ha golpeado fatalmente la economía del Golden State y, hoy, vive un éxodo sin precedentes. No solo los americanos de otros estados dejaron de migrar a Los Angeles o San Francisco. Ahora, miles de californianos empacan sus vidas y vuelan o manejan a Arizona, Texas, Nevada o Florida.

De un crecimiento de la población de un 50 % en 1950, cayó a 6,1 % en 2019. Entre 1980 y 1990, la población de California pasó de 23 millones a 29 millones. En cambio, entre 2010 y 2019 pasó de 37 millones a 39 millones. El número más dramático, sin embargo, fue en medio de la pandemia: en 12 meses, la población del estado solo creció en 21 mil personas. 0.5% de crecimiento. Una reducción considerable.

(ABC30).

En 2019, más de 650 mil personas dejaron California. La mayoría migró a Texas (82 mil); Arizona (59 mil); Nevada (47 mil); Washington (46 mil); y Florida (28 mil). En contraste, 37 mil personas se mudaron de Texas a California; 28 mil de Arizona; 26 mil de Nevada; 31 mil de Washington y 22 mil de Florida.

En 2015, la inmigración extranjera legal a California fue de 15 mil personas. En 2018, 11 mil. Pero no fue el punto más bajo. En 2013, solo 7 mil extranjeros se instalaron en California.

(ABC30).

En una columna en USA Today, Jon Gabriel escribe: «Al manejar a lo largo de Arizona, es difícil de no darse cuenta del surgimiento de vehículos con placas de California. La razón detrás de esto se vuelve cada vez más evidente: California es un estado fallido».

Los datos son objetivos y retratan una inquietante realidad. La gente está huyendo de la que por décadas fue una de las principales economías, no solo de Estados Unidos, sino del mundo. Es alarmante, porque pudiera ser el preludio de algo mucho peor. Y este ánimo se ha ido volviendo cada vez más popular.

De ser la meca del cine, California pasó a ser el corazón del mundo tecnológico a nivel global. Silicon Valley, la capital de la innovación, logró concentrar a las mayores empresas tecnológicas del mundo. Google, Samsung, Intel, Oracle, Apple o Netflix alzaron sus centros de operaciones en Silicon Valley. Pero esto está cambiando. Y el primer paso lo dio Elon Musk, el hombre más rico del mundo por unos días, al anunciar al Wall Street Journal que se muda a Texas. Y asomó, además, que mudaría también a Tesla, cuyo centro de operación hoy se encuentra en Palo Alto.

Hewlett-Packard se sumó a la tendencia y la compañía, que empezó en Palo Alto en 1939, pronto se mudará de San José, California, a Houston, Texas. Le siguen Dropbox y Oracle a Texas.

Escribe la periodista digital Nicole Lopez-Alvar: «Alrededor de mil personas, incluidas grandes compañías tecnológicas de Silicon Valley, se están mudando a Florida al día». En su texto, Lopez-Alvar destaca que San Francisco es la ciudad de Estados Unidos que más residentes ha perdido durante la pandemia.

También celebridades. El Miami Herald reportó que es muy probable que Kim Kardashian deje Calabasas y se mude a Florida.

National Review, en una columna de David Bahnsen, lo denominó «El gran éxodo de California». En su texto, que aparece en la edición impresa de la revista, Bahnsen es tajante: «Hay una realidad básica y objetiva que es imposible obviar: la gente huye en masa».

«Para abandonar un lugar a menudo calificado de paradisíaco por su clima cálido, soleado y constante, tiene que haber un catalizador. Quienes soñaban inundaron California durante mucho tiempo por una cultura empresarial que era real y palpable. Desde Hollywood hasta Silicon Valley, desde Central Valley a San Diego, desde el centro de Los Angeles a Inland Empire, ya sea en el ámbito del entretenimiento, la tecnología, la agricultura, las ciencias, las grandes o pequeñas empresas… Había un sueño asociado a estar en California».

— David Bahnsen

«Pero, por desgracia», continúa Bahnsen, «tampoco ha sido casualidad que todo esto se haya revertido de forma tan desgarradora».

Will Witt es una reconocida personalidad de internet, activista conservador y voz de PragerU. Vive en Hollywood, California, pero está pensando en mudarse a Florida. En una entrevista con El American, Witt dijo que pronto vivirá en el Sunshine State.

«Estos lugares, como Texas o Florida, son libertad. Son aquellos donde tienes la posibilidad de hacer algo con tu vida», dijo.

El peso del Estado

Nicole, americana, de 28 años, coincide con Ana Corina en cuanto a la inseguridad. Es tangible y acosa. «También tuve que mudarme hace poco por trabajo. Vivía en Tampa y me vine a California. Afortunadamente no estaré mucho tiempo por aquí. Debo aguantar dos años», cuenta a El American.

«Lo más insoportable es que sientes realmente el peligro. Yo no vivo en una mala zona, pero me da miedo andar sola. Caminar rápido, con mi cartera agarrada con fuerza. ¿Sabes? Eso nunca lo había hecho».

Según un estudio del Instituto Marshall de 2018, California, pese a los múltiples intentos de reformas judiciales, lidera la tendencia nacional respecto al aumento de la delincuencia. Según el instituto, entre 2014 y 2017 los delitos violentos aumentaron 12% en California. En contraste, a nivel nacional aumentaron 3%.

Ana Corina relata a El American que le impactó profundamente una visita que hizo un día a Inglewood, ciudad del condado de Los Angeles. «Fue increíble. Nuevamente tuve un recuerdo de la Venezuela que dejé. Llegué a Inglewood, eso fue hace como dos meses, y las calles estaban vacías. Indigentes en las calles; pero lo que más me sorprendió fue que todos los locales comerciales tenían un vigilante, rejas y cartones en las vitrinas para evitar que la gente vea hacia adentro».

«Yo no vivo en una mala zona, en lo absoluto. Estoy literalmente al lado de Palos Verdes», cuenta Ana Corina, «pero hace dos semanas nos despertaron dos helicópteros que estaban buscando a un sospechoso en fuga. Había patrullas en todos lados».

Ana Corina dice que en la casa de sus vecinos ya se han metido, en par de ocasiones, unos indigentes. La policía jamás los arrestó. «No pueden», dice a El American. «Y como no entraron propiamente a su casa sino al jardín, entonces no se vio como una invasión a la propiedad».

La indigencia, el otro gran problema de California. Es grave y se ha recrudecido a propósito de la pandemia. Los refugios están cerrados y ahora miles de indigentes divagan por las calles de Los Angeles y San Francisco. Nadie hace nada.

Según Will Witt, el problema de la indigencia es el más grande que tiene California. Y la responsabilidad recae, por supuesto, sobre las erráticas políticas socialistas y asistencialistas con la que los gobernantes han abordado la crisis.

«Les están dando subsidios. Prácticamente incentivan a la gente a ser indigentes. Dejan que se queden en casas abandonadas o vacías. Mientras la indigencia disminuye a lo largo del país, en California aumenta. De hecho, la mitad de los indigentes del país viven actualmente en California», dijo Witt a El American.

La indigencia es un hecho ineludible. Un paseo por Los Angeles, San Francisco o San Siego da cuenta de la crisis. Cientos de personas, a lo largo de las calles, arrastrando sus pies por el asfalto, sin hogar. Los parques ya no lo son, sino refugios para decenas de familias. En un artículo del Los Angeles Times se lee que «California representa la mayor parte de la población sin hogar del país. En 2018, había 129,972 personas en las calles cualquier noche de la semana en todo el estado». Para el 2020 esa cifra se ha elevado.

De acuerdo con el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, más de la mitad de las personas sin hogar están en California.

En un artículo del National Review, Michael Tanner, director del Project on Poverty and Inequality en California del Cato Institute, explica que «la población indigente en California ha aumentado en más de una década, aún cuando la indigencia está cayendo a nivel nacional. La población indigente en California se incrementó en un 20 % entre el 2009 y el 2019, mientras que la cifra a nivel nacional cayó, durante el mismo tiempo, en un 10 %».

Escribe Tanner que «son demasiados los californianos que se encuentran en la indigencia porque no tienen acceso a una vivienda que puedan pagar».

Se trata de un Gobierno asistencialista y uno podría pensar que, tantas políticas sociales, encausadas a apoyar al ciudadano, deberían de solventar el problema. Pero no es el caso. Dice Tanner que, aunque «California cuenta con una generosa red de seguridad social, esto no parece traducirse en beneficios para las personas sin hogar».

«Las listas de espera para las viviendas subvencionadas son extremadamente largas, y las camas en los albergues no cubren ni siquiera una fracción de las necesidades».

El problema de la indigencia trasciende el impacto estético a un estado tan atractivo para el turismo, como California. Una salud pública deteriorada y delincuencia son las principales consecuencias de la crisis, que parece indomable.

«Cualquier solución a largo plazo para la crisis de indigencia en California requerirá (…) reducir las regulaciones que hacen casi imposible la construcción de nuevas viviendas en el estado», escribe Michal Tanner.

(El American)

Ana Corina se mudó hace poco a California. Apenas lleva viviendo 5 meses en Redondo Beach, a cuarenta minutos de Los Angeles. Durante su primera semana en el Golden State, tuvo un encontronazo con la realidad californiana.

«Me recordó mucho a Venezuela. Acababa de mudarme. Fui a un Whole Foods y lo primero que me recibe en el área de charcutería es un letrero que dice: ‘Disculpa, pero debido a la escasez estamos limitando la compra de ribeye a solamente 5 libras por familia».

«¡Pero en Florida no había esto! Allá yo podía comprar 100 libras de ribeye si me daba la gana».

La escasez también ha golpeado el estado. El Gobierno local forzó el cierre de carnicerías a propósito de la pandemia. La falta de carne es grave.

Aunque las cadenas de producción se han visto afectadas a lo largo del país, el mayor impacto lo recibió el Área de la Bahía de San Francisco o California en general. Sin embargo, es importante recalcar que la mayor parte de la escasez tiene que ver más con problemas en la distribución que con la falta del suministro.

Pero aunque la mayoría de los estados han logrado resolver; aún hoy, un año después de que empezara la pandemia y se vieran los primeros episodios de escasez de carne en la costa oeste, supermercados sufren la falta de algunos productos.

Vegetales enlatados o papel encerado son algunos de los productos regulados en varios de los supermercados más importantes de California.

Uno de los pesos que más recae sobre los hombros de los ciudadanos de California es, sin duda, el impositivo. Quizá el más letal, los impuestos van directo contra el bolsillo de los californianos.

Para Anthony Cabassa, un reconocido reportero y comentarista político, la gente abandona el estado «porque los impuestos son altísimos».

«Cada año electoral siempre hay medidas para aumentar los impuestos, y la promesa es para una mejor infraestructura, y mejores escuelas para nuestros hijos», dice Cabassa.

Cabassa insiste, sobre todo, en los impuestos a la propiedad: «Siempre aumentan».

En contraste, por ejemplo, «Florida no tiene impuesto sobre la renta. Los impuestos estatales de Texas son bajos. Además, que los precios de la gasolina y las viviendas son más baratos en ambos estados».

Según información de la Tax Foundation, California tiene los impuestos estatales sobre la renta más altos de Estados Unidos: 7.25%. Y, si se combinan los estatales y los locales, California ocupa el noveno lugar.

La principal razón por la que Elon Musk dejó California fue, de hecho, el impuesto sobre la renta, donde en Texas no se cobra.

«Los californianos no aguantan los altos impuestos que pagan por todo. Tampoco los altos precios de la gasolina o las rentas», dice Cabassa a El American.

Por último, el cierre de la economía, amén de la crisis por la pandemia.

California fue el primer estado en imponer un cierre total para responder a la pandemia por el coronavirus. Y ha sido, además, uno de los estados más estrictos.

«La gente está enferma y harta de ver a las personas en otros estados, libres, mientras nosotros seguimos encerrados», dice Will Witt a El American.

«La gente ve la tiranía que nuestros Gobiernos nos está imponiendo y decide irse a lugares libres».

Anthony Cabassa también cree que el cierre de la economía ha ahuyentado a los californianos. «La gente no puede resistir a los severos cierres», recalca.

Y estos cierres, además de tener un impacto letal en la economía del estado, también están afectando a los más pequeños de la casa.

«Mis tres hijos fueron forzados a ver clases por Zoom por casi un año entero, y los sindicatos escolares aquí los utilizan como peones políticos para su beneficio personal».

«Tuve que dejar mi trabajo a medio tiempo y encontrar un trabajo ‘desde casa’ para poder ayudar a mis hijos en casa con sus tareas; y vigilarlos mientras se quedaban en casa durante todo su año en clases virtuales», relata Cabassa.

Un nuevo comienzo

Si hay que señalar responsables, son los gobernantes locales y regionales. Dice Will Witt que «Gavin Newsom es una buena forma de empezar». Pero, además, apunta: la congresista Maxine Waters; el alcalde de Los Angeles, Eric Garcetti; la alcaldesa de San Francisco, London Breed.

Anthony Cabassa, por su parte, responsabiliza a los medios: «Yo los culpo. Especialmente a los medios en español, que no han hecho un buen trabajo informando a los votantes sobre los pros y contras de las políticas, y han impulsado un sesgo izquierdista».

«Parece que los escándalos se silencian y nunca se cubren, por lo que la gente no está informada sobre el partido político que está haciendo más daño a California. Porque, seamos sinceros, este es un estado de partido único», dice.

Sin embargo, la balanza se está inclinando hacia el otro lado. Hoy una campaña para remover a Gavin Newsom del poder cuenta con más del 80% de las 1,5 millones de firmas necesarias para realizar el referendo revocatorio a finales de este año.

Además, el éxodo es una muestra de una alteración profunda en la percepción de los californianos sobre la política americana. Cientos de miles huyen del Golden State hacia estados más prósperos, hoy gobernados por republicanos. De alguna manera, que un ciudadano empaque sus maletas y maneje cientos de kilómetros para mudarse a Houston o Pensacola representa un rechazo a las políticas socialistas que el Partido Demócrata ha impuesto en California.

«Sin duda. En el poco tiempo que llevo viviendo aquí he conocido muchos californianos que están organizándose para mudarse. Es demasiada gente. Y todos están descontentos con sus Gobiernos locales», relata Nicole a El American.

«A mí me quedan dos años que debo aguantar. Pero me emociona saber que luego volveré a mi ciudad, Tampa. Espero que Florida siga como va».

«Allá de verdad hay libertad», insiste Nicole.

En febrero de este año, el alcalde de Miami, Francis Suarez, lanzó una campaña publicitaria para invitar a las empresas tecnológicas y a los californianos en general a mudarse al sur de la Florida.

«¿Estás pensando en mudarte a Miami? Escríbeme», se leía en una valla gigante en San Francisco.

(CBS)

Y lo está logrando. Los medios ya retratan a Miami el nuevo Silicon Valley.

«Puedes ver cómo la calidad de vida de personas en Florida es mejor que la de los californianos en todos los sentidos», dice Will Witt a El American.

«Mi objetivo es que cada conservador de Estados Unidos se mude a Florida y volvamos al estado nuestro pequeño país».

Anthony Cabassa también piensa en mudarse. Pero no es fácil, reconoce.

«Estamos viendo varios estados, pero eso significaría empezar de nuevo, dejar a la familia atrás, incluyendo a mi madre, que vive con nosotros», cuenta.

La esperanza reside, al final, en que las cosas mejores. El potencial de California es inmenso. Lo tiene todo para volver a ser la potencia económica que alguna vez fue.

«Me recuerda mucho a Venezuela», dice Ana Corina. «La belleza de este estado es incomparable con cualquier otro que yo haya conocido de Estados Unidos. En las mañanas troto por la playa y en las tardes escalo la montaña».

«Me recuerda Venezuela porque parece un estado que aunque lo tuvo todo, está condenado a fracasar».

«Sería muy triste que eso ocurriera aquí», lamenta Ana Corina.

Orlando Avendaño is the co-editor-in-chief of El American. He is a Venezuelan journalist and has studies in the History of Venezuela. He is the author of the book Days of submission // Orlando Avendaño es el co-editor en Jefe de El American. Es periodista venezolano y cuenta con estudios en Historia de Venezuela. Es autor del libro Días de sumisión.

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