Es uno de los países más pequeños del continente. Pese a estar en la convulsa América Central, Costa Rica tiene la democracia más sólida de Hispanoamérica, con 73 años sin golpes de Estado ni insurrecciones militares. Este último punto se logró gracias a la decisión de José Figueres Ferrer de abolir al ejército en 1948.
De Costa Rica prácticamente nadie emigra. El número de ticos registrados en el exterior para votar en las elecciones del próximo febrero es de 50,833 personas. En un país con 5 millones de ciudadanos esto significa que apenas el 1 % de la población deja su país de origen.
La nación gozó, hasta 2014, de una alternancia típica de las democracias latinoamericanas: entre la socialdemocracia y el socialcristianismo. Sin embargo, en aquel año, producto del hartazgo hacia las estructuras partidarias tradicionales, el país centroamericano estuvo a punto de caer en el proyecto socialista propuesto por José María Villalta y el Frente Amplio —parte del Foro de São Paulo—.
En aquel momento, los ticos decidieron optar por una opción aparentemente moderada: el Partido Acción Ciudadana (PAC) —de tendencia socialdemócrata progresista—, que lleva dos periodos en el poder y únicamente ha agravado los problemas que Costa Rica cargaba desde hace décadas.
El Gobierno de Luis Guillermo Solís ya había resultado un fiasco, por lo que dar continuidad al PAC en 2018 era casi impensable. No obstante, el segundo Gobierno socialdemócrata se le debe al candidato opositor Fabricio Alvarado, un pastor evangélico que dividió al país en torno al matrimonio igualitario y con su discurso logró que el 60 % de los ticos votara de nuevo por el partido que ya conducía a la nación a la ruina. Fabricio logró que 4 años más de obvia corrupción y mal manejo parecieran la única opción sensata.
La llegada de Carlos Alvarado al poder provocó el crecimiento desmesurado del hartazgo y la indignación. Parece claro que el PAC no seguirá gobernando, pero en el juego electoral hay una figura en torno a la que giran las estrategias de todos los partidos.
La clave es Figueres
Así llegamos al punto actual: el expresidente socialdemócrata José María Figueres (una de las figuras más rechazadas de la nación) parece tener su puesto asegurado para la segunda vuelta. Esto gracias a la sólida estructura del Partido Liberación Nacional (PLN). No obstante, con eso no le alcanzaría para ganar.
El puesto que concurrirá contra Figueres en el balotaje está todavía en disputa. El socialista José María Villalta, el evangélico Fabricio Alvarado y la socialcristiana Lineth Saborío parecen ser las principales opciones.
Saborío representa el resurgimiento del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) —el otro baluarte del antiguo bipartidismo—, tras su caída por el encarcelamiento de los expresidentes Miguel Ángel Rodríguez y Rafael Ángel Calderón Fournier.
Todo parece indicar que, sin importar cuál de los candidatos llegue a la segunda vuelta, si se enfrenta a Figueres tendrá el camino allanado para ganar la Presidencia.
Esa es la clave: ante el ansia por mantener al expresidente fuera del poder, cualquier candidatura —sin importar cuán radical o inconveniente pueda ser— tendrá vía libre para hacerse con el poder.
El futuro de la democracia más sólida de la región pende de un hilo. Debemos seguir este caso con cuidado.
Jovel de todo lo q te he escuchado decir creo q este es el artículo más claro y lusido q te visto ,no sin desmerecer los otros artículos pero me quedo con lo último ,creo fielmente en la familia y los principios q eso conlleva pero escucharte decir esto último es casi una derrota para cualquiera si se enfrenta al PLN en una segunda vuelta ,me pusiste pensar saludos y éxitos en tu carrera.Paul Fonseca.