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¿Se quebrará España?

España, El American

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Con sus 506,000 km2 y 48 millones de habitantes, el Estado que gobernó uno de los grandes imperios de la historia —incluyéndonos— se enfrenta a una crisis que amenaza su propia unidad territorial. 

España, el cuarto país más extenso de Europa y uno de los más montañosos, está organizado en 17 comunidades y dos ciudades autónomas. Tiene una monarquía parlamentaria cuyo actual rey —Felipe VI— intenta, hasta donde la Constitución se lo permite, continuar siendo el símbolo de un Estado unido, plural y democrático. Tarea muy difícil para este monarca debido a la herencia de su padre Juan Carlos I, quien durante décadas fue un héroe de la democracia, pero cuya imagen se erosionó en los últimos tiempos debido a lujosos safaris, viajes, derroches y amantes. Siendo quien escribe republicano —la monarquía es una institución sin sentido ya— le reconozco al actual monarca español su gran esfuerzo por el bien de su país. El resultado no depende solo de él.

Historia reciente de España

En 1936, poco antes de la Segunda Guerra Mundial (II GM), se sublevaron contra el gobierno de la República las bases militares del África española. El golpe triunfó sólo en parte del país. España quedó dividida en dos zonas; una bajo la autoridad del gobierno republicano y otra controlada por los golpistas. La situación desembocó en una sangrienta Guerra Civil, en la que el general Francisco Franco fue nombrado jefe supremo.

La victoria final de Franco supuso la instauración de un régimen totalitario. El desarrollo de una fuerte represión sobre los vencidos obligó al exilio a miles de españoles y condenó a otros a la muerte o a la cárcel. El apoyo de España a las potencias del Eje durante la II GM la condujo tras 1945 a un aislamiento internacional de carácter político y económico. No obstante, el anticomunismo del régimen hizo que durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS el franquismo fuera tolerado y finalmente reconocido por las potencias occidentales. 

Según el historiador uruguayo Enrique Mena Segarra, la mejor decisión del “Generalísimo” fue no ingresar directamente a la guerra, a diferencia de Mussolini. A finales de los años ‘50 culminó su aislamiento internacional con la firma de varios acuerdos con Washington, que permitieron la instalación de bases militares conjuntas en España. En 1956, Marruecos, que había sido protectorado español y francés, adquirió la independencia y se puso en marcha un plan de estabilización económica del país.

Franco murió en 1975 y Juan Carlos I fue proclamado rey dos días después, según lo planeado. El rey impulsó entonces —sorpresivamente— la transición a la democracia. Lo que para el desaparecido dictador estaba “atado y bien atado”, no contaba con los objetivos ocultos de su sucesor. Adolfo Suárez fue nombrado presidente del gobierno por el rey y logró aprobar la ”Ley de Reforma Política” en las cortes franquistas.

En 1977 se celebraron elecciones libres. En 1978 se promulgó la Constitución española que estableció un Estado social y democrático de derecho, con una monarquía parlamentaria. En 1979, tras las primeras elecciones bajo la nueva Constitución, la coalición centrista Unión de Centro Democrático (UCD) obtuvo mayoría simple en el Congreso de los Diputados y Suárez fue investido presidente de gobierno. En enero de 1981 dimitió por presiones internas de su propio partido.

En este período la banda terrorista vasca “ETA” cometió gran número de atentados. Durante la sesión de votación de investidura del sucesor de Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD), el 23 de febrero de 1981, tuvo lugar un intento de golpe de Estado promovido por altos mandos militares. El Parlamento fue tomado por el teniente coronel Antonio Tejero, pero la intentona fue abortada el mismo día por la intervención directa del rey Juan Carlos, en defensa del orden constitucional. Su firmeza le ganó un merecido prestigio interno y externo durante décadas.

En las elecciones generales de 1982 venció por mayoría absoluta el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) liderado por Felipe González, quien fue nombrado presidente del gobierno y se mantuvo en el poder durante cuatro legislaturas. En 1992, España apareció triunfalmente en el escenario internacional, ofreciendo la imagen de un país sólido y moderno, con la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona y la declaración de Madrid como ”Ciudad Europea de la Cultura”.

En las elecciones anticipadas de 1996 venció el Partido Popular (PP) abriendo una nueva etapa política en España. No obstante, no logró la mayoría absoluta por lo que José María Aznar tuvo que pactar con los partidos nacionalistas para poder ser elegido presidente. Su gestión tuvo ante sí un reto clave: la mejora de la economía para permitir a España formar parte de los estados de la Unión Europea que compartirían la nueva moneda única, el euro, logrado en 1997.

Según la Constitución del ‘78 el jefe de Estado es el rey, quien modera el funcionamiento normal de las instituciones y posee la representación del Estado en las relaciones internacionales, además de simbolizar la unidad y permanencia de la nación. Sin embargo, no tiene iniciativa propia en actos políticos, dado que no es responsable de ellos y siempre deben estar refrendados por la autoridad electa.

El Poder Ejecutivo —la política interior y exterior— es ejercido por el gobierno. El Consejo de Ministros es encabezado por el presidente, que designa a sus ministros y tiene las funciones propias de un jefe de gobierno en un sistema parlamentario. Es responsable ante el Poder Legislativo (Cortes Generales). 

El Congreso de los Diputados puede deponer al presidente mediante una moción de censura, en la cual se determina quién lo sustituye en su puesto. El Legislativo es ejercido por las Cortes Generales, órgano supremo de representación del pueblo español, en un parlamento bicameral compuesto por el Congreso de los Diputados (350 miembros) y el Senado (266 integrantes).  Las elecciones generales se celebran cada cuatro años.

España es uno de los países europeos más descentralizados, ya que todos sus territorios administran sus sistemas sanitarios y educativos, así como algunos aspectos del presupuesto público. En los casos de Cataluña y el País Vasco, están equipados con sus propios cuerpos policiales, completamente autónomos, que reemplazan las funciones de la Policía Nacional en estos territorios.  El catolicismo es la religión predominante; el 68 % de los españoles se define católico. No obstante, el porcentaje de practicantes es mucho menor. Se destaca la enorme riqueza cultural que posee España, tanto en yacimientos arqueológicos, templos, palacios, fortalezas, jardines históricos, conjuntos urbanos y museos, entre los que destaca el Museo del Prado. El país ha aportado excelentes creadores en todas las disciplinas artísticas.

Crisis simultáneas en España

España vive hoy tres desafíos superpuestos que amenazan la democracia y su propia continuidad estatal: crisis económica, territorial y política. El choque en Cataluña ejemplifica este escenario. A ello se suma el fin del bipartidismo y una nueva derecha dura representada por VOX, liderada por Santiago Abascal, así como el partido Unidos Podemos, de Pablo Iglesias, financiado por las dictaduras venezolana e iraní.

En la última década se ha devaluado seriamente el prestigio de las instituciones. El sistema de partidos ha pasado a un multipartidismo polarizado y la unidad nacional ha sido impugnada. El “proceso soberanista” catalán tuvo su punto más radical con la realización de un referéndum el 1o de octubre de 2017 (celebrado sin la aprobación del gobierno central) y los acontecimientos posteriores de movilizaciones violentas, declaración de independencia —no efectiva— y la detención o huida al extranjero de los líderes rebeldes. El presidente del gobierno de Cataluña, Puigdemont, huyó y fue detenido en Alemania en 2018, pero la Justicia alemana le negó a España su extradición.

El segundo gobierno de Mariano Rajoy, que culminó en 2018 a raíz de una censura parlamentaria, dio inicio a la administración actual. Se hizo responsable al PP de llevar una contabilidad paralela para beneficiarse y favorecer a algunos de sus miembros; este fue el detonante de la victoriosa moción de censura. Los últimos años marcaron también un descenso social que provocó un empobrecimiento general, a través del incremento del desempleo y con especial efecto en los jóvenes.

En esta coyuntura de descrédito y conflicto partidario, no es casual que aparecieran nuevas formaciones. Ciudadanos (CS), que era un partido catalán nacido en 2005 con un programa social-liberal, dio un salto al resto de España y, frente al desafío independentista catalán y la debilidad de los dos partidos tradicionales, buscó el espacio de centro. Finalmente, el último de los partidos que emerge es VOX, que toma postulados de la derecha europea junto con otros propios del nacionalismo español.

La disputa por el voto de la derecha supuso una importante tensión entre el PP, CS y VOX, cada uno de las cuales buscaba ser la “derecha auténtica” después de que el primero perdió el monopolio de esa representación. Los resultados electorales ofrecieron solo dos posibilidades para el PSOE, ya que las tres formaciones de derecha no sumaron los escaños suficientes para formar gobierno. Podemos exigió formar un gobierno de coalición que incomodaba al PSOE y al que CS se negó a ingresar. Ante este bloqueo, se volvieron a convocar comicios en noviembre de 2019. VOX pasó a ser la tercera fuerza. Sin embargo, la derecha no logró la mayoría debido al descalabro electoral de CS. Días después Sánchez e Iglesias sellaban “el pacto del abrazo” y en enero de 2020 el primero fue investido presidente.

La virulencia actual, potenciada por el momento histórico, y una crisis repleta de incertidumbres podrían provocar cierta voluntad de acuerdos. Sin embargo, las trincheras se han hecho más hondas, más inamovibles.

“Lo que se está deteriorando severamente en España no es solo la política, es el espacio público por entero”, subraya el analista José Paz. Ese espacio donde se ha pasado del bipartidismo y del dominio de un puñado de grandes medios a la “multipolaridad”. Un campo abonado para amplificar la intoxicación. “La política ha sufrido un deterioro de imagen enorme. Se ha instalado ese tópico de que los políticos solo están para aprovecharse. Pero la política es solo el chivo expiatorio. Lo que hay que regenerar es todo el espacio público. Incluidos los medios de comunicación, que tienen pendiente una profunda autocrítica”. En este clima de desazón proliferan las añoranzas por los grandes liderazgos de antaño y una sensación de que el nivel del debate ha tocado fondo.

Según el escritor y periodista Jesús Cacho, director del periódico digital Vozpopuli, “Sánchez ha vendido su alma a todos los partidos con los que dijo que jamás pactaría (…), el costo ya no será solo el entierro del régimen del ’78 y la Constitución que lo consagró, sino la voladura de España como Estado nación para ser sustituida por esa ‘República plurinacional’ que estos días ha alabado el ‘copresidente’ sin que nadie del Ejecutivo lo haya desmentido”. Parece acercarse “la destrucción de la nación de ciudadanos libres e iguales que ha presidido los más de 40 años de una transición merecedora de todos los reproches imaginables, pero acreedora también al elogio de una prosperidad nunca conocida sobre la piel de toro”. Tarde o temprano —pronostica Cacho— “el jefe de la banda se verá obligado a poner en marcha un severo plan de ajuste, momento en que la coalición saltará por los aires”.

Con un crecimiento frenado y un paro en aumento, la economía española es incapaz de generar recursos para hacer frente a la sociedad subvencionada con la que sueñan, “esa república gobernada por élites políticas locales, nuevos señores feudales, con un poder central jaleado por grandes empresarios adictos al capitalismo de amiguetes, la pequeña empresa tirada en la cuneta víctima del tsunami impositivo, y una gran masa de gente dependiente del Estado benefactor”.

El último año, España sufrió la pandemia del coronavirus, como el resto del mundo, lo que provocó la declaración del estado de alarma y medidas severas de restricción al movimiento de personas y actividad económica. En un país con partidos políticos radicalizados, totalitarios comunistas como Iglesias o nostálgicos del franquismo, sumada la pandemia y el independentismo…  poco espacio resta al optimismo.

Eduardo Zalovich

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