Al mando del Partido Comunista chino (PCCh) las empresas estatales y privadas han estructurado la vacunación desde África hacia el Medio Oriente y Latinoamérica.
Moscú por su parte se consolida como el mayor proveedor de vacunas en Latinoamérica. La vacuna Sputnik V tiene una eficacia de un 92 %, según los estudios preliminares. Además Rusia desarrolló una versión nasal para reforzar la dosis intramuscular.
El COVID-19 le dio una oportunidad a China y Rusia, principales rivales de Estados Unidos, en ganar terreno diplomático y evadir sanciones internacionales por la violación de derechos humanos, mientras Estados Unidos, Europa y el Reino Unido enfocaron sus esfuerzos en desarrollar una vacuna para sus propias poblaciones.
También le han dado impulso a las dictaduras, gobiernos y movimientos socialistas como Cuba, Etiopía y Venezuela.
Rusia con Sputnik V logró una de las vacunas más eficaces que le ha ayudado al gobierno de Putin a apagar las protestas por el arresto del líder opositor Alexei Navalny.
China en cambio, destinó sus planes para ganar terreno en la diplomacia mundial. Solucionó con mano dura y censura la información de la situación local de la pandemia. Aproximadamente el 85% de los ciudadanos chinos “podrían, en teoría, recibir una vacuna contra el coronavirus a finales de este año si cada dosis se administrara en China”, pero el gigante asiático está exportando alrededor de 400 millones de sus dosis a otros países, según el Duke Global Health Innovation Center.
Etiopía, Cuba, Venezuela, entre otros países, recibieron de primera mano la ayuda que el PCCh ofreció. Naciones que tiene lazos con Beijing reciben grandes donaciones y miles de vacunas de bajo costo por el plan Franja y Ruta, como Pakistán, Chile o Myanmar, y otros países donde China tiene interés como Colombia, Zimbabwe o Angola.
La calidad de los suministros y la eficacia de la vacuna no es relevante cuando se trata de impulsar una propaganda ideológica a nombre del “pueblo”, según un medio estatal chino. Sin embargo una vacuna ineficiente dificulta la meta de la inmunidad colectiva para analistas científicos.
China y Rusia se reparten el poder diplomático en Latinoamérica
El Ministerio de Relaciones Exteriores de China dijo a los medios de comunicación que “Beijing está trabajando para proporcionar sus vacunas a más de 60 países y que más de 20 ya las están usando”, lo que le ha permitido evadir la responsabilidad por el mal manejo de la información a la hora de contener la epidemia, y la negativa de revelar datos clave para descubrir el origen del Covid-19.
En Latinoamérica China logró el apoyo de países como Cuba, Venezuela, Chile y Colombia.
“China quiere trabajar con estos países y darles prioridad para recibir la vacuna para combatir el Covid-19 porque esto facilitará la implementación del plan Franja y Ruta”, dice Yanzhong Huang, investigador principal de salud global del Consejo de Relaciones Exteriores a la prensa.
Los principales socios del plan Franja y Ruta de China en Latinoamérica son Cuba, Chile y Venezuela.
Moscú mientras tanto ha enviado vacunas para combatir el COVID-19 a seis países de la región encabezados por Argentina, Bolivia, México, Nicaragua, Paraguay y Venezuela.
“Los intereses de Rusia con Sputnik V en América Latina son políticos, para rivalizar con la hegemonía de Estados Unidos en el hemisferio occidental, y mercados comerciales en expansión para empresas de propiedad rusa, y cuestionar las normas y valores del orden internacional liberal”
Analista Andrés Serbin para CNN
Asia y la vacuna china para combatir el Covid-19
Como los fabricantes de vacunas chinos han proporcionado “pocos detalles sobre cómo los investigadores calcularon las tasas de eficacia” expertos en salud pública consultados por la prensa “advierten que no se debe proceder demasiado rápido, incluido el uso de inyecciones en personas mayores”.
En China la desconfianza es tan grande que tan solo se han administrado a enero de 2021 alrededor de 24 millones de dosis, que representan aproximadamente el 1,6 % de la población de dicho país.
Los vecinos de China por ejemplo, no confían en el desarrollo farmacéutico del gigante asiático. Japón y Taiwán no usarán vacunas chinas en su población y Filipinas aprobó las vacunas de Sinovac, pero no para los trabajadores sanitarios debido a su baja eficacia contra el COVID-19.
Tailandia por su parte recibirá vacunas del laboratorio chino, pero enfrenta una gran desconfianza del público, lo que obligó al Primer Ministro a ofrecerse como voluntario para recibirla.
Camilo Bello is a consultant focused on Asia Pacific studies and has experience in strategic management. He has studied law in Colombia and is currently pursuing studies in language and history at National Taiwan Normal University. He has collaborated with Students for Freedom in Hong Kong and Taiwan // Camilo es consultor enfocado en estudios de Asia Pacífico y experiencia en gestión estratégica. Cuenta con estudios en Derecho en Colombia y actualmente se encuentra realizando estudios en lenguaje e historia en National Taiwan Normal University. Colaborador de Estudiantes por la Libertad en Hong Kong y Taiwán