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Cruzando la frontera: la terrible verdad detrás de la inmigración ilegal

The Ugly Truth Behind Illegal Immigration

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Crecí en el Valle del Río Grande de Texas, a solo 30 minutos de la frontera con México. Mi madre es mexicoamericana y nació en Donna, Texas, donde recientemente James O’Keefe, fundador del Proyecto Veritas, descubrió un edificio que alberga a extranjeros ilegales y que estaba cerrada a los periodistas o al público.

Nací en Venezuela, de padre venezolano, pero mi madre me trajo a Texas cuando tenía 10 años. Sin embargo, mi migración aquí se debió a circunstancias desafortunadas (el divorcio de mis padres no es una razón típica para emigrar). Como mi madre es ciudadana americana, adquirí mi ciudadanía a través de ella. Tengo conocimiento de las dos culturas, así que puedo hablar bastante bien de este tema. También sé lo que es llegar a un país donde no hablas el idioma y encajar es difícil. Nunca he sido una víctima, así que me impuse, aprendí inglés y me asimilé.

Cuando estaba en la escuela primaria, recuerdo que había señoras que venían de México a trabajar como empleadas domésticas durante la semana y volvían a cruzar la frontera el fin de semana. La gente a menudo se preguntaba si volverían el lunes, ya que la situación era inestable. La mayoría de estas mujeres no tenían intención de quedarse en Estados Unidos, simplemente querían trabajar y llevarse su dinero. Estos, como se dice, eran los buenos tiempos.

La situación en la frontera empeora por momentos. A los políticos les encanta culparse mutuamente de la crisis, pero cuando se trata de resolver el problema de fondo, ninguna de las partes ofrece una solución. Limitarse a poner una curita en una herida abierta sólo retrasa lo inevitable: una infección tan grave que empezará a gangrenarse y la amputación será la única solución. Pues bien, la infección ya ha empezado a instalarse en nuestras fronteras del sur.

Inmigración ilegal en la frontera de Estados Unidos
Inmigración ilegal - Donna - El American
Niños en centros de detención (EFE)

Para entender por qué vienen, tenemos que preguntarnos qué es lo que les hace venir. A primera vista, parece que los demócratas los quieren como votantes potenciales, por lo que les permiten la entrada a la inmigración ilegal, mientras que los republicanos quieren que se pongan en fila y sigan un proceso legal.

El problema de esta postura es que no es más que el enfoque de una curita. El verdadero culpable es el crimen organizado. Así es, los criminales que ganan dinero con las personas que cruzan y las drogas que se dejan pasar sin ser detectadas. La inmigración ilegal es un gran negocio y mientras se permita a los criminales salirse con la suya, los ilegales seguirán entrando y abrumando a nuestra Patrulla Fronteriza.

Hace tiempo que sabemos de la existencia de los coyotes, pero teníamos la impresión de que sólo se trataba de un elemento criminal en el acto de cruzar. No teníamos ni idea de que estaban involucrados en todas las etapas del proceso de inmigración ilegal. Un proceso que comienza en países lejanos de Centroamérica y que implica la motivación de las personas para cruzar en primer lugar.

En la publicación de marzo de 2021 de la Texas Public Policy Foundation Research de Josh Jones y Cole Reynolds, afirman que las organizaciones criminales son en gran parte responsables de la violencia que impregna México, y lo que ellos llaman el “Triángulo del Norte”, los países de El Salvador, Honduras y Guatemala. La violencia, según Jones y Reynolds, es la razón por la que estas personas se van y vienen aquí.

Su investigación continúa diciendo que el crimen organizado se divide en dos categorías: Las bandas criminales transnacionales (TCO) y las bandas transnacionales (TG). El resumen continúa diciendo que las TCOs son organizaciones complejas que existen con el propósito de perpetrar crímenes a escala mundial para obtener beneficios monetarios, pero las TGs están en control de áreas geográficas de Centroamérica y los Estados Unidos y se dedican a la extorsión, el secuestro y el tráfico de drogas dentro de esas áreas.

Las familias se marchan debido a la violencia que en muchos casos es brutal y está plagada de extorsiones, y debido a que el mercado laboral es tan inestable, los desempleados se ven obligados a participar y unirse a las bandas o a emigrar a los Estados Unidos para buscar una vida mejor.

Debido a la vulnerabilidad de quien intenta escapar, estas bandas cobran una cuota, llamada “piso”. Ganan dinero y, además, causan el suficiente alboroto como para que la Patrulla Fronteriza se vea desbordada por la inmigración ilegal, no solo por tratar de impedir la entrada de la gente, sino también por alimentarla y alojarla. Estas bandas conocen la dificultad de mantener el ritmo de las masas y cuentan con la distracción. Salivaban ante la idea de una Presidencia de Biden para que fuera más fácil desbordar el sistema de inmigración.

La única manera de detener la infección es limpiar la herida y coserla. Es hora de que nuestros funcionarios electos se tomen en serio el problema. Donald Trump cerró la frontera (en su mayor parte) pero no detuvo la infección de la inmigración ilegal. Gastamos una gran cantidad de dinero en países que nos odian a miles de kilómetros de distancia.

También desplegamos nuestros militares en países que no pueden cambiar sus corazones o mentes, incluso si lo intentamos. Debemos hacer saber a los Gobiernos de México y del Triángulo del Norte que no seremos rehenes de sus mafias y, en un primer momento, emitir sanciones pero, como último recurso, utilizar nuestro ejército para detenerlos.

Los demócratas aprenderán, de una manera u otra, que complacer a la inmigración ilegal es esencialmente hacer un trato con los cárteles. Y como todos sabemos, hacer un trato con el diablo no es una cosa sabia.

Debbie, Venezuelan, is a writer, singer, director, executive producer, and an advocate for freedom. She writes a weekly op-ed for El American. During the Obama years, Debbie was active in her community and served as president of a local TFRW Club //
Debbie, venezolana, es escritora, cantante, directora, productora ejecutiva y defensora de la libertad. Escribe un artículo de opinión semanal para El American. Durante los años de Obama, Debbie estuvo activa en su comunidad y se desempeñó como presidenta del Club TFRW

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