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La cultura de cancelación perdió un round con el episodio de Joe Rogan

Joe Rogan - El American

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Desde hace varios años el mundo está sumido en una especie de espíritu revisionista, fiel a los principios de Torquemada, que no perdona y es implacable. Todo aquel que se salga de la narrativa aprobada por las élites políticas e intelectuales, es automáticamente condenado al ostracismo —en el mejor de los casos. A este fenómeno inquisitorial le han llamado “cultura de cancelación”, y en estos días perdió un round muy importante.

Joe Rogan, comediante, narrador de UFC y el podcaster más exitoso del mundo, ha sido blanco de ataques con el propósito de sacarlo del juego. Incluso la Casa Blanca se sumó al acoso: la secretaria de prensa de Joe Biden pidió a la plataforma Spotify, que aloja los podcast de Rogan, irse contra el comediante.

Las élites no le perdonan a Rogan que se haya atrevido a tener discusiones al margen de la narrativa aprobada. El podcaster invitó a su programa a dos médicos muy prestigiosos que cuestionaron tanto la vacunación como las restricciones y confinamientos. Por estos episodios, que fueron escuchados por millones de personas a lo largo del mundo, una fila de artistas otrora exitosos (y algunos que nunca lo han sido), amenazaron con dejar Spotify si la plataforma no censuraba a Rogan. Los más reconocidos son Neil Young y Joni Mitchell.

Por supuesto que es alarmante que, esta vez, las antorchas las hayan alzado par de artistas, en contra de un colega creador. A propósito, es recomendable leer el excelente artículo que el exguitarrista de Mumford & Sons, Winston Marshall, escribió para el Substack de Bari Weiss. En el texto, Marshall habla de lo grave que es que, ahora, artistas busquen censurar a otros artistas. Se asemejan más a burócratas de la era soviética, que a verdaderos creadores. Es grave que tomen la iniciativa y marquen el precedente. El mensaje es claro: ningún artista está seguro y es libre en ningún espacio, por voluntad de otros artistas.

Afortunadamente, el episodio de Joe Rogan no lo ganaron los inquisidores de la era moderna. Aunque ha sido todo un escándalo en el que medios de comunicación, intelectuales y el poder político se orquestaron para derrocar al rey de los podcast, no pudieron. Spotify respaldó a Rogan y dejó que tanto Joni Mitchell como Neil Young y otros artistas irrelevantes huyeran a otras plataformas.

Ahora vemos cómo proyectos muy prometedores como Rumble aprovechan la situación. La plataforma de videos, que aspira a ser competencia de YouTube, le propuso a Joe Rogan que se fuera con ella y dejara a Spotify, a cambio de $100 millones y la promesa de que su contenido jamás será censurado. Aún Rogan no se ha pronunciado al respecto.

A propósito de esta discusión, podemos mencionar otros episodios que vienen al caso. Hace unos días la actriz y comentarista Whoopi Goldberg dijo en su programa, The View, que los judíos no fueron asesinados durante el Holocausto por ser judíos, sino por blancos. Sus declaraciones generaron una ola de rechazo que devino en su suspensión por parte de la cadena ABC. Al respecto, personas muy influyente se pronunciaron, unas en contra de la suspensión y otras, como Ben Shapiro —uno de los intelectuales más agudos del momento— proponiendo que debía, en cambio, ser despedida.

Aunque Shapiro aclara que en cualquier otro momento hubiera apoyado la libertad de Goldberg de continuar en el programa y tener opiniones controvertidas, impopulares y, como es este el caso, antisemitas (siendo Shapiro un judío afín a la causa del Estado de Israel), esta vez se decanta por una sanción mucho más rígida en respuesta al ecosistema de cancelación que personas como la comentarista de The View han generado.

Whoopi Goldberg pertenece a esa élite progresista que ha acompañado la cancelación de artistas como J.K. Rowling o Gina Carano, cuyo caso expone el doble rasero de la élite progresista (debemos recordar que Carano fue despedida tajantemente de Disney por haber expresado una opinión sobre el Holocausto, mucho menos grave que lo que dijo Goldberg).

Aunque el argumento de Shapiro es válido, creemos que adoptar las mañas de las élites progresistas intolerantes nos llevaría a una pendiente resbaladiza. No sabemos dónde podríamos terminar —y, podríamos especular, no sería nada agradable—.

Veamos el caso de Joe Rogan como una buena señal de que los tiempos están cambiando. El podcaster más escuchado del mundo es un tipo marginal para las élites. Es decir, las élites ya no están de lado de las mayorías, aunque ellas pretendan decirnos que sí las representan. Si bien es muy cautivante la idea de adoptar una actitud revanchista ante la locura de la izquierda, es momento de impulsar, más que nunca, la discusión y la libertad de expresión, que es, al final, el mejor antídoto contra las ideas peligrosas. Creemos que mientras más voces se sumen al debate, más libertad habrá y se limitará más el avance de la cultura de cancelación, que tanto daño viene haciendo.

Con el episodio de Joe Rogan hemos ganado un round. Ahora toca ganar los siguientes, hasta desmantelar para siempre la censura.

The Editorial Board

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