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La derecha chilena y el espejismo constitucional

La derecha chilena y el espejismo constitucional, EFE

El problema constitucional chileno no tiene un único responsable, pero sin duda un lugar importante lo ocupa la clase poíitica. ¿Podrá solucionarlo?

Pareció que lo resolvía el electorado, pero la voluntad del 62 % no fue respetada, y lo que se vive podría transformarse en un espejismo. Si la Convención Constitucional cuyo proyecto refundacional fue derrotado en las urnas fue una alucinación, una especie de delirio, el espejismo es por sobre todo una ilusión óptica, que se diferencia de la otra porque se puede capturar en una cámara.

Deja prueba en una imagen, pero es una imagen falsa. El observador se confunde e interpreta los reflejos de, por ejemplo, una pequeña masa de agua, la que aparece -sin serlo- como la verdad misma, tal como se ha mostrado una y otra vez en el cine, por ejemplo, en las imágenes de una carretera asfaltada.

En distintas elecciones, el electorado chileno ha votado diferente, creando una verdadera lotería electoral. La Convención conoció el predominio de una izquierda radical que quiso refundar a Chile, pero su derrota en las urnas hizo que esa posibilidad desaparezca durante el tiempo que dure el actual ciclo político.

Ahora la derecha vive su espejismo, y en vez de intentar radicar el proceso exclusivamente en un Congreso recién electo, no siguió lo que disponía la legalidad, sino que se abrieron a un nuevo ciclo constitucional.

Se unió a otras fuerzas. Entendible en el Gobierno que acababa de ser derrotado y con la perspectiva que la nueva constitución va a llevar la firma del presidente Boric en reemplazo de la del expresidente Lagos. Entendible también en las fuerzas de la ex Concertación que necesitan reagruparse, como también quienes quieren recrear el hoy inexistente centro político, pero mucho más difícil de entender en la derecha.

Salvo por el espejismo que se ha contado a sí misma, la versión opuesta del fracaso de la izquierda radical, es decir, la ilusión que ahora sí, por fin se le abre a la derecha la posibilidad de enterrar para siempre el tema constitucional, uno donde no había podido desligarse de su origen en la dictadura del general Pinochet.

Pero ¿qué pasa si está presenciando solo un espejismo? Insistamos, no está sola, ya que lo que hoy parece ser la parte mayoritaria de la derecha, pero también del centro y la izquierda, se han unido en un error, ya que en vez de respetar el contundente 62 %, prefirieron transformarse en una partidocracia, es decir, un mal funcionamiento de la democracia, ya que pasan a ser las dirigencias partidarias las que reemplazan al soberano, es decir, al electorado que ya se había pronunciado en forma categórica.

La justificación no se mantiene, ya que señalar que, en los inicios de este proceso, el mismo electorado se había pronunciado por un sistema que dejaba afuera a los entonces congresistas, para buscar que un nuevo órgano electo redactara la constitución. Sin embargo, ese argumento no se sostiene, ya que además del rechazo a la propuesta, la misma Constitución disponía que regresaba la función constituyente al Congreso, además uno que recién había sido renovado, al igual que la presidencia de la república.

El camino fue además uno rebuscado, toda vez que la propuesta de la mayoría parlamentaria fue aprobar un Consejo Constitucional de 50 miembros electos, pero rodeados por otros dos órganos que van a tener gran poder: por un lado, una Comisión de 24 “Expertos” que podrían ser quienes participen en la redacción del proyecto constitucional y un “Comité Técnico de Admisibilidad”, cuyos 14 miembros van a ser el órgano contralor de los contenidos que se propongan.

Como la posibilidad de fracaso sigue siendo alta, esta estructura puede ser el origen del problema futuro, ya que tanto la Comisión como el Comité salieron con un parecido muy grande a sus padres, las actuales directivas partidarias.

Hay fuerzas políticas que no quisieron estar presentes, muchas de ellas alejadas de la democracia, por lo que solo aparecieron los que quisieron estar. Pudo haber tenido otro desenlace, pero los nombres acordados y sobre todo, el “cuoteo” que representa casi exactamente a la correlación de fuerzas políticas hoy existente, hará que muchas decisiones reflejen a los acuerdos políticos y no necesariamente el mérito de la propuesta constitucional.

No hay duda de que si no sale bien, permanecerá el tema constitucional en vez de que sea enterrado, sobre todo, si se mantiene la idea que la constitución debe ser una “novedad”, ya que nada indica que Chile se haya curado de ese realismo mágico que le ha hecho tanto daño a América Latina, que las constituciones serian un documento donde se dejan anotados los deseos más que las soluciones.

Pudo haber sido distinto si se hubiese logrado que tanto la Comisión como el Comité fueran una especie de selección nacional, de nombres cuya capacidad y trayectoria fueran merecedores reales del título de indisputados. Se prefirió el camino de quienes representaban la cuota que a cada negociador le correspondía, repitiendo un error que le ha hecho mucho daño a la democracia, en el sentido que más que ser indiscutidos, son representantes de corriente partidistas, no precisamente prestigiadas. Hay nombres valiosos, pero no la mayoría.

Si hay algo difícil es redactar una constitución, ya que poner en pocos artículos una institucionalidad que represente a la mayoría es muy difícil, y aunque hay trayectoria en muchos, no hay seguridad que los propuestos sean especialistas en el acotado tema constitucional como tampoco se nota la contribución de quienes pudieron aportar sin ser abogados, como politólogos especializados en instituciones.

Es posible que por reconocimiento de nombre abunden entre los electos aquellos políticos que ya fueron en vez de aquellos mejor adaptados al Chile de hoy. No lo sabemos, pero algunas de las novedades no son tales como tampoco parecen entender bien lo que es una constitución.

Quien refleja este ambiente de aquellos que creen saber, pero en realidad no son conocedores de lo que es la esencia de una constitución, es don Juan Sutil, nada menos que un expresidente del gran empresariado y un candidato quien está convencido que ”un buen marco constitucional permitirá ejercer acciones contra la violencia y el desorden que estamos viviendo”, en otras palabras, exactamente lo que una constitución no puede asegurar por si sola, es decir, la versión de derecha de los “derechos garantizados” de la constitución de la izquierda radical, que piensa que basta con declarar algo para que se concrete.

Hay demasiados nombres que regresan a Chile a debates ya superados, y probablemente quienes compitan por el voto, van a representar en forma aún más fidedigna a esta partidocracia, por lo que más que orientaciones constitucionales, este proceso no solo le va a dar una mano, a quienes fueron derrotados por ese 62 %, sino que también los resultados van a ser leídos en clave de lo que se va a decidir, es decir, si en la izquierda va a predominar la concertacionista o la radical del Partido Comunista y el Frente Amplio.

Lo mismo es aplicable a la derecha, si el predominio va a estar en la derecha de Chile Vamos o entre los republicanos. La derecha probablemente va a quedar satisfecha de su rendimiento electoral y que la nueva constitución va a ser muy similar a la que hoy lleva la firma de Lagos.

Sin embargo, el problema no es ese, ya que el resultado final dependerá de cuan critica sea la opinión de los chilenos en el próximo ciclo electoral, y es posible, que todavía no se haya aprendido la lección de lo dañina que resulta la pretensión de intentar clavar las ruedas de la fortuna.

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Es una lección no aprendida y a quien más puede perjudicar es a esta derecha chilena, muy amiga de buscar acuerdos, aun cuando sean lejanos a sus principios, pensando tan solo en su supervivencia. Olvidar los principios no la ha ayudado en el pasado, y es posible que tampoco en el futuro.

Esta también posible que ese 62 % haya salvado a Chile de una crisis terminal, pero todo indica que vienen tiempos difíciles para el país, sobre todo, para su economía, en un contexto de perdida de prestigio internacional, de aumento sostenido de la inseguridad y de un gobierno, caracterizado por una mezcla de arrogancia e ignorancia.

No vienen tiempos fáciles para Chile y la Constitución puede reaparecer como el elemento de división que ha sido durante tanto tiempo, en un escenario marcado por la desconfianza hacia políticos y congresistas, de quienes hay tan mala opinión como la que existió de los constituyentes.

Por lo tanto, no es exagerado afirmar que la derecha chilena puede ser la más afectada. No hay plebiscito de entrada, pero si lo hay de salida. ¿Qué pasa si se rechaza la propuesta? ¿Un nuevo proceso constituyente? ¿Seguiría Chile en un proceso único en el mundo, sin fin conocido?


Este artículo forma parte de un acuerdo entre El American y el Interamerican Institute for Democracy.

Ricardo Israel es un reconocido escritor, bogado, analista político y académico chileno. Fue candidato presidencial de su país en 2013. Actualmente hace parte del directorio del Interamerican Institute for Democracy // Ricardo Israel is a renowned Chilean writer, lawyer, political analyst and academic. He was a presidential candidate in his country in 2013. He is currently a member of the board of directors of the Interamerican Institute for Democracy

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