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El desarrollo desaparecerá sin las condiciones materiales y morales que lo hicieron posible

Economía del desarrollo, El American

En una de sus mejores glorificaciones pretenciosas de la envidia y el resentimiento, el talentoso poeta y ensayista mexicano Octavio Paz afirmaba en Revuelta del Futuro que:

“El adjetivo subdesarrollado pertenece al lenguaje anémico y castrado de la Naciones Unidas. Es un eufemismo de (…) nación atrasada. (…) Al amparo de su ambigüedad se deslizan dos pseudoideas, dos supersticiones (…) dar por sentado que existe  sólo una civilización o que las distintas  civilizaciones  pueden reducirse a un modelo único, la civilización occidental moderna; (…) creer que los cambios de las sociedades y culturas son lineales, progresivos y que, en consecuencia, pueden medirse (…) si efectivamente pudiésemos cuantificar y formalizar los fenómenos sociales –desde la economía hasta el arte, la religión y el erotismo– las llamadas ciencias sociales serían como la física, la química o la biología (…) no es así (…) la irreflexiva adopción de la técnica norteamericana en México ha producido (…) desdichas y monstruosidades éticas y estéticas (…) una (…) superstición del progreso (…) no podemos escapar y estamos condenados al “desarrollo”: hagamos menos inhumana esa condena”.

Octavio Paz.

Con apenas una media verdad, la cantidad de absurdos y falsedades en tan pocos párrafos es tal, que no alcanzaría una columna para enlistarlos. Cierto es que las ciencias sociales estudian fenómenos que no pueden ser medidos a la manera de la física de tiempos de Newton la economía, por ejemplo, trabaja con valores subjetivos en escalas personales no convergentes, y no por ello deja la ciencia económica de medir estadísticamente lo que sí puede y debe medirse, ni comparar lo que puede y debe compararse, incluyendo las instituciones que permiten o impiden el desarrollo en diferentes sociedades pero Paz ignora olímpicamente lo que en la Física del siglo pasado expresó Heisenberg en su principio de incertidumbre, o que los fenómenos químicos difieren en complejidad y problemas de medición de los fenómenos físicos como ambos de los fenómenos biológicos. 

Y que las ciencias sociales estudian un orden espontáneo producto de la acción pero no de la voluntad de los individuos de una especie inteligente que evolucionó hacia lo que llamamos civilización mediante la selección adaptativa, así como las hormigas evolucionaron hacia los hormigueros y los lobos a un complejo orden social que incluye procesos de aprendizaje inteligentes con variedad de experiencias individuales que pueden pasar de una a otra generación, no por medio de los genes sino de la capacidad inteligente de copiar lo exitoso. Eso distingue a los animales inteligentes los que tienen corteza cerebral capaz de aprendizaje y la especie que tiene en mayor grado esa ventaja evolutiva hasta donde conocemos resulta ser la nuestra.

También es mentira y eso Octavio Paz lo sabía cuando escribió aquello que México (o cualquier otro país) esté “condenado” al desarrollo. El estado natural del hombre no es el desarrollo, sinónimo de riqueza material y moral, sino la más absoluta miseria material con su correspondiente miseria moral. Así sobrevivió apenas la humanidad por más de 100 mil años, hasta que comenzó a superar  lenta y dudosamente, hace alrededor de 10 mil años poco más o menos hasta donde sabemos  el primitivo orden tribal colectivista, pobre, violento envidioso, material y moralmente miserable, y se fue elevando con avances y retrocesos, luces y sombras, la humanidad dolorosamente hacia la civilización a gran escala que hizo posible la riqueza, prosperidad, desarrollo y que eventualmente unos pocos llegasen a concebir y disfrutar una vida digna. 

El progreso humano no ha sido sino extender las posibilidades de supervivencia de la humanidad en números cada vez mayores mientras paralelamente se amplían las posibilidades de esa vida digna para cada vez mayor número de esos millones de humanos que, en condiciones naturales o tradicionales en cuanto a las malas tradiciones que idealizan “románticamente” intelectuales personalmente prósperos en esas sociedades miserables no habrían ni llegado a nacer, o vivirían en la más abyecta miseria material y moral.

A lo único a que estaba y sigue estando condenado México, como el resto de Hispanoamérica y cualquier sociedad del mundo que encumbre como oráculos a intelectuales que fingen no entender la realidad material del desarrollo y su impacto liberador sobre las condiciones de vida de los miserables de la tierra, es al atraso secular apenas moderado por el intercambio comercial con el mundo desarrollado. 

Es lógico que el resentimiento envidioso de ese tipo de intelectuales apunte siempre hacia los Estados Unidos, porque no cabe duda que la sociedad americana no “norteamericana” sino americana, pues la primera nación del continente en alcanzar por sí misma su independencia era la única que podía reclamar, y reclamó, para sí misma el gentilicio de americano en un continente de colonias es uno de los más exitosos ejemplos del desarrollo del capitalismo moderno en una república democrática. 

Y nada de ello estuvo ni está garantizado. Hoy el grueso de la intelectualidad, la academia y casi medio Estados Unidos se empeñan en dar la espalda a esa tradición virtuosa de sus Padres Fundadores, abrazando desde el romántico oscurantismo que pretende pasar por mística “luz” hasta el más rastrero socialismo, y de tener éxito en sustituir aquella tradición virtuosa por ese cóctel envenenado garantizarían en un par de generaciones hundir a los Estados Unidos de América en un foso de miseria tan terrible como los peores de Hispanoamérica. 

Y fuera de la envidiosa complacencia con el mal ajeno, nada de bueno obtendría Hispanoamérica de aquello, porque sería más pobre ésta Hispanoamérica sin aquél exitoso vecino. El desarrollo occidental moderno es producto de ideas entre cuyas fuentes están algunos de los mejores pensadores de la cultura hispana, la voz de Juan de Mariana, por ejemplo, resuena en la declaración de independencia de esas trece colonias que llegarían a ser los Estados Unidos. 

Esa es la realidad del desarrollo, el resto es “poesía” que lleva a los poetas al aplauso y a los pueblos a la miseria material moral. 

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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