Read in English
Etgar Keret no es un tipo alto. Es como de mi tamaño y yo no soy un tipo alto. Es menudito y con un rostro muy gracioso. De alguna manera emula el estereotipo del intelectual judío, a lo Woody Allen. Tímido, pero muy hábil. Si no lo conoces juras que no es tan exitoso y popular como realmente es.
Keret es, de hecho, una celebridad. Y no solo en Israel, donde actualmente es reconocido como la principal voz literaria de las nuevas generaciones; sino en el mundo —su obra ha sido traducida a 16 idiomas—. Su estilo es muy particular y siempre logra conmoverte, como en su famoso Romper el cerdito, o desconcertante, como en Extrañando a Kissinger. Logra, como ningún otro autor, en un par de páginas, sumirte en su mundo absurdo, divertido, muy ingenuo y demasiado crudo, que retrata agudamente a la Israel en la que él creció.
Con un grupo pequeño de periodistas tuvimos el privilegio de estar casi dos horas con Keret, en una pequeña habitación, a cuarenta minutos de Tel Aviv, conversando y descolocándonos con sus reacciones e historias.
De camisa negra, con jeans y sneakers, nos relató cómo fue que empezó a escribir: él, que nunca fue un buen soldado, aprovechó que lo habían relegado hasta un puesto en el que casi no hacía nada, para escribir un relato. Ninguno de sus compañeros lo quiso leer y, finalmente, se lo llevó a su hermano, que no quiso recibirlo en su casa tan temprano para no enfurecer a su esposa y aprovechó para sacar al perro a hacer sus necesidades. Luego de leer el cuento de Etgar, lo abraza y le dice que está sorprendido por la calidad del relato. Le pregunta: “¿Tienes una copia?”. Etgar le responde que sí, y entonces él agarra el papel y lo utiliza para limpiar la mierda del perro.
Keret nos dijo que él construye sus personajes de experiencias propias y que todos, sin excepción, llevan algo de él mismo en sus vidas. Respeta el oficio del periodismo, como nos dijo, quizá para no ser tan tosco, pero desprecia profundamente el ejercicio literario de la no ficción. Él mismo ha escrito crónicas basadas en la realidad, como su hermosísimo libro Los siete años de abundancia, compuesto por cuentos que van desde el nacimiento de su hijo hasta la muerte de su padre. Sin embargo, no le ve valor al relato de lo que es cierto.
“Quien escribe no ficción no está creando nada”, nos dijo, “solo está contando lo que vio. No hay mérito en ello. En todo caso, el mérito es de Dios, que le puso los hechos al frente”. En cambio, la ficción acarrea un esfuerzo importante por parte del autor. El mejor relato ficticio siempre será crédito del escritor que más se esforzó, que creó la mejor historia, a partir de lo que imaginó, no de lo que vio.
Inmerso en una sociedad tensada por el conflicto, Keret no puede eludirlo. Es una celebridad en Israel, y eso lo lleva a que sus ideas políticas sean tomadas en cuenta y, en consecuencia, motivo de polémica. Él se considera de izquierda liberal, como buen intelectual judío, por lo que se decanta por la paz, en vez de la guerra. No teme defender sus posturas, sin caer, jamás, en la intransigencia. Al final, él es parte de una sociedad donde conviven posturas que chocan, y su familia es muestra de ello. Tiene un hermano que es anarquista y una hermana que es ultraconservadora, religiosa.
Expresa sus ideas, sin pudor, y también se refiere a un tema tan provocador como la cultura de cancelación. En eso es severo: la cultura de cancelación atenta contra la creatividad y aquí no caben interpretaciones. La simple consideración de desaparecer la obra por los vicios del autor es un golpe, no contra el creador, sino contra el público.
Nos dio varios ejemplos. Sería absurdo prohibir a Nabokov por la pederastia de sus personajes; a Céline por ser antisemita (lo que es notable, viniendo de un judío), o a Chaplin por ser un tipo terrible. Insiste: es fundamental separar al autor de su obra; de lo contrario, nos quedaremos sin obras y, luego, sin autores.
En síntesis, Etgar Keret es un hombre libre, que no se somete jamás a lo que debe ser, porque eso es lo que la sociedad concibe. Es de izquierda, pero le aterra la cultura de cancelación que engendró la izquierda; es israelí, pero guarda serias diferencias con la política de su país; es una celebridad, pero no entiende por qué, al ir a un país latinoamericano como México, todos sus fans quieren abrazarlo.
“Claro, después de leer mis cuentos todos deben creer que necesito un abrazo”, nos dijo.
Gracias al texto de Alfredo Campos Villeda sobre el encuentro con Etgar Keret que me ayudó a recordar algunas de sus frases.
Orlando Avendaño is the co-editor-in-chief of El American. He is a Venezuelan journalist and has studies in the History of Venezuela. He is the author of the book Days of submission // Orlando Avendaño es el co-editor en Jefe de El American. Es periodista venezolano y cuenta con estudios en Historia de Venezuela. Es autor del libro Días de sumisión.