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El descubrimiento como base moral de la propiedad privada

Propiedad privada, El American

Siempre he afirmado que el salvaje empezó a dejar de serlo cuando comenzó a intuir la legitimidad de la auto-posesión. Y por consecuencia debo considerar que el hombre civilizado comienza a dejar de serlo cuando empieza a poner en duda aquella legitimidad. 

Sin embargo, tengo que admitir que la intuición moral de la autoposesión, que es la clave del surgimiento evolutiva de un código moral capaz de subsumir en sí al código moral tribal más primitivo, nunca ha sido suficiente para deducir de ella la legitimidad de la propiedad inicial sobre aquello que carecía de dueño. Y me temo que la propuesta de Locke sobre que el trabajo del autoposeído individuo dota al objeto sobre el que trabaja, cuando aquél no tiene dueño previo, de ser la propiedad del que trabajó sobre aquello si se la revisa en detalle tampoco es realmente muy convincente.

¿Por qué al trabajar sobre aquello que no tiene dueño adquiero la propiedad sobre la cosa en lugar de perder la de mi trabajo? ¿Si fusiono indisolublemente lo que es mío con lo que no tiene dueño no es lo más común que pierda la propiedad de lo que es mío en lugar de ganar la de lo que no tiene dueño? Digamos que dejo caer mi vino en el mar ¿he ganado propiedad sobre una parte del mar o perdido la propiedad de todo mi vino? Lo segundo ciertamente.

Pero sí sé que hay una poderosa intuición moral ampliamente compartida que soluciona la relación entre autoposesión y propiedad. Y la presenta el economista Israel Kirzner al deducir las implicaciones morales de la naturaleza heurística de los procesos de mercado, y vale ampliar que, salvando la diferencia de cada caso, la naturaleza heurística no es sólo clave de los procesos mercado, sino de todos los procesos del orden espontáneo evolutivo de la sociedad a gran escala. 

El eslabón que une autoposesión y propiedad inicial como moralmente legítimas no es el que propuso Locke, sino que está justamente en descubrir la utilidad antes desconocida de aquello que no tenía dueño. Esa especial cualidad de estar alerta para ver las posibilidades que ningún otro ha visto es lo que motivaría a reclamar aquello sin dueño y a trabajar sobre tal cosa. Sin tal descubrimiento no hay razón alguna para emprender el esfuerzo de apropiarse de algo y usarlo, así que es al descubrimiento al que corresponde el enlace entre la autopropiedad del descubridor y la que adquiere sobre aquello cuya utilidad ha descubierto. 

Pero el asunto es que desde la propia intuición moral universal sobre qué es y qué no es justo resulta ser justamente ese elemento heurístico la fuente legítima del beneficio de quién descubra una utilidad desconocida para todos, incluso en aquello que es propiedad de un tercero. Por supuesto que no cabe la menor duda que en ese caso habría de precaverse el descubridor de entregar tal información sin recompensa, a menos que contare con la posibilidad de titularizar la propiedad exclusiva de su descubrimiento. 

No es mi propósito en esta modesta columna el detallar tales asuntos, sino señalar que la importancia moral para la propiedad del elemento heurístico el descubrimiento en sí mismo partiendo de una especial cualidad de alerta e innovación individual, que se extiende en la sociedad por la copia de aquello que observamos como conveniente y es bueno nunca olvidar que generalmente se le observará inicialmente con recelo o abierto rechazo envidioso porque es la clave de la evolución del orden espontáneo de la civilización en casi todos sus aspectos.

Lo que parece diferenciar al hombre civilizado del salvaje capaz de copiar alguna innovación que se acomode a su escala de fines colectivos, no es ni la curiosidad de descubrir, ni la capacidad de copiar, sino la posibilidad de apropiar el descubrimiento.

En tanto más justa, moral y legítima sea considerada la apropiación del descubrimiento por el descubridor, más lejos estaremos del salvaje que, en caso de observar la utilidad de aquél, la consideraría producto de la brujería, la explotación o de “la injusta diferencia de talentos” que viene a ser lo mismo a los efectos de declararlo “propiedad del colectivo” a fin de copiarlo, sin reconocimiento alguno al descubridor, en el orden de su salvaje jerarquía y por la “justicia” de su envidioso igualitarismo.

Que un vicio moral tan primitivo y destructivo como la envidia sea completamente indistinguible de la justicia para el salvaje, y que ese mismo vicio moral resulte ser nada menos que el axioma moral del socialismo implica que, en última instancia, el socialismo nunca ha sido otra cosa que el mejor  camuflaje del salvaje en la civilización.

Un salvaje que “vive” dentro de cada hombre civilizado, y al acecho se mantiene entre nuestros atavismo como el enemigo emboscado de la libertad en el orden social libertad que surgió en, y con la civilización pero el asunto aquí es que la necesidad de contrastar la moral del salvaje con la del hombre civilizado en la perspectiva de la conjetura evolutiva es lo que nos conduce a tomar posición en torno a la justificación moral del orden espontáneo de mercado. 

Revisando a Nozick a la luz de Kirzner, lo que en la perspectiva de ciertos aspectos que el propio Kirzner no trató ampliamente en “Creatividad, Capitalismo y Justicia Distributiva”, hay mucho más que decir sobre el descubrimiento como clave de moral de la legítima propiedad.

Sin embargo, me conformaré en esta modesta columna con establecer que no es en el trabajo sobre lo que carece de dueño, sino en el descubrimiento de una utilidad por otros desconocida en donde eso que carece de dueño está la clave moral inicial de una legitimidad de la propiedad privada que se ancla en una intuición tan poderosa y tan ampliamente compartida como para considerarla universal. 

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

1 comentario en «El descubrimiento como base moral de la propiedad privada»

  1. La practica del socialismo en si, es antinatura ya que niega la posibilidad del descubrimiento que hay en la diversidad de posibilididades e ideas que cada persona posee. El igualitarismo no existe,solo existe la pereza mental de no saberse diferente. En cuanto a la propiedad concuerdo con ud, si comprendi su idea, que al reconocer su utlidad y sentirla suya es que puede valorararla y ademas crear otras propiedades intelectuales, materiales, espirituales en la cual detone su autotransformacion y colabore con otros en la motivacion de las facultades que tiene el descubrimiento para la evolucion de la sociedad. Gracias

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