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¿Diplomacia Drag?

Diplomacy in Drag?, EFE

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Por Simon Hankinson*

¿Quién iba a pensar que necesitaríamos un proyecto de ley “para prohibir que el Gobierno de Estados Unidos financie espectáculos de Drag Queens en países extranjeros”?

Lo hicieron los representantes Louie Gohmert (R-Texas) y Paul Gosar (R-Ariz), y con razón.

En un momento en que la inflación ha obligado a apretarse el cinturón en los hogares de todo Estados Unidos, el Departamento de Estado ha considerado oportuno conceder a un centro cultural de Ecuador 20.600 dólares para acoger “representaciones de teatro drag”, con el objetivo de “promover la diversidad y la inclusión”. 

El Departamento de Estado de Biden ha apoyado programas, izado banderas y concedido dinero en todo el mundo para promover su agenda social de izquierdas. También la ayuda exterior americana está cada vez más vinculada a la aplicación de esta agenda política radical en lugar de aliviar la pobreza mundial.  

Con apoyo estatal

El esfuerzo coordinado para hacer la política exterior de USA “queer” no tiene precedentes.

Los políticos de izquierdas que ahora mandan en el Departamento de Estado y en USAID financian programas y actos culturales que amplios sectores de la opinión pública americana consideran censurables. 

Mientras el Departamento de Estado financia alegremente espectáculos de “drag queens” en Ecuador, la cuestión se debate acaloradamente en nuestro país. En Taylor (Texas), por ejemplo, las autoridades municipales han decidido dejar de apoyar el tradicional desfile de Navidad, organizado por ministros religiosos. En su lugar, patrocinan un segundo desfile para que la ciudad pueda acoger una carroza con “drag queens”. Resulta difícil entender cómo semejante exhibición —con la artista “Sedonya Face”— es apropiada para un desfile navideño familiar. 

El “drag” se remonta a tiempos inmemoriales

El “drag” tiene una larga historia en la comedia convencional. Benny Hill y los Monty Python lo utilizaban como parte de sus números hace más de cincuenta años. Pero, al igual que Robin Williams en Señora Doubtfire, el chiste consistía en ver a hombres de mediana edad disfrazados de viejas desaliñadas. Hoy en día, el tipo de drag al que los progresistas quieren exponer a los niños es más burlesco, con disfraces atrevidos, bailes eróticos a cambio de propinas y nombres de artistas con doble sentido.

¿Realmente necesitamos sexualizar la Navidad “para los niños”?

Drag Queens cuentacuentos  

Los cuentacuentos realizados por “drag queens” se ha convertido en una causa célebre entre los activistas progresistas, pero los argumentos en contra de gastar dinero público para llevar artistas drag a las bibliotecas son sencillos. En primer lugar, aunque es estupendo que los adultos se ofrezcan voluntarios para leer a los niños, no hay razón para que vayan vestidos con disfraces caricaturescos y sexualizados. Esto no aporta nada al aprendizaje o a la experiencia literaria de los niños y puede distraerlos de las obras que se están leyendo. En segundo lugar, los libros elegidos a menudo no lo son por sus méritos literarios, sino porque promueven la ideología de género. Promover cualquier ideología política, religiosa o sexual en una biblioteca financiada por los contribuyentes parece innecesario, sobre todo teniendo en cuenta que hay tantos libros infantiles estupendos para leer que tocan temas más acordes con la infancia.

Entonces, ¿cuál es el argumento que apoya que sean hombres adultos que imitan a mujeres, en lugar de adultos vestidos normalmente de cualquier orientación, los que lean en voz alta a los niños? Sin duda, escuchar historias de drag queens, en lugar de bibliotecarios, padres o profesores, no convierte a los niños en mejores lectores. Puede que les muestre lo diversa que puede ser la expresión humana en cuanto a presentación y vestimenta, pero ¿es el objetivo de los progresistas mostrar a los niños pequeños toda la variedad de comportamientos (por ejemplo, bondage, perversión) a los que se dedican los humanos? La introducción a conceptos adultos debe esperar hasta que sea apropiada para la edad. Es comprensible que los padres se indignen cuando se enteran de que las escuelas intentan inculcar contenidos sexuales a niños demasiado pequeños para entenderlos.

Pronombres

La mayoría de los que participan en los debates sobre valores, especialmente en la medida en que afectan a los niños, están motivados por el deseo de proteger a los vulnerables. Sin embargo, se ha creado una división en la sociedad americana en torno a las distintas formas en que queremos hacerlo. Muchos progresistas parecen haberse creído la narrativa de la extrema izquierda de que los padres conservadores son intolerantes, homófobos y tránsfobos, a los que hay que avergonzar. Por ese motivo, se pasan de la raya, por ejemplo obligando a los profesores a utilizar pronombres que saben que son gramatical y objetivamente contrarios a la persona a la que se dirigen.

Para los conservadores, parece como si el único objetivo de los “drag queen cuentacuentos” y de varios programas sobre sexo y género dirigidos a la escuela primaria e incluso a la preescolar fuera exponer a los niños —y normalizar— estilos de vida y prácticas a los que sus padres se opondrían y que las escuelas no tienen por qué defender. Esta es la “praxis” de la teoría queer, cuyo objetivo es la eliminación de la moral tradicional y la aceptación universal del solipsismo individual, egoísta, más allá del desafío legal o moral.  

La ideología de género es políticamente divisiva porque forma parte de una estrategia bien pensada por los ideólogos para hacer que los americanos de a pie abracen falsedades, como que la gente puede nacer en el cuerpo equivocado; que los niños no pueden expresar su identidad como quieran sin necesidad de que se corrija su “género” o que cualquiera puede realmente “transicionar” por medio de fármacos o cirugía hacia el sexo opuesto.  

Este dogma es erróneo, divisivo y no debería tener cabida en la política exterior de Estados Unidos.


*Simon es investigador principal del Centro de Seguridad Fronteriza e Inmigración de The Heritage Foundation.

Este artículo forma parte de un acuerdo entre El American y The Heritage Foundation.

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