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El 3 de noviembre, también se vota el comunismo de la OMS

Por Ángel Manuel García Carmona

El próximo 3 de noviembre, día de San Huberto, patrón de los cazadores, más de uno estará en vilo ante lo que pueda acontecer, al anochecer, en los Estados Unidos. Ya sabemos que se celebran los comicios electorales cuyos dos principales candidatos son Donald Trump y Joe Biden.

Dentro de los distintos acontecimientos políticos, este no deja de ser uno de los más relevantes tanto dentro como fuera de sus fronteras, no solo por las dimensiones geográfico-poblacionales, sino también por el peso geopolítico y económico de este país a escala global.

Por eso mismo no estamos menos desesperados. En nuestro caso, es en tanto que, con sus más y sus menos, con sus errores y sus aciertos, Donald Trump es la esperanza para quienes creemos en el mundo libre y nos preocupamos por el avance del globalismo y demás ideologías “progres”, revolucionarias y socialistas.

Y, dicho ya de paso, no hace falta remontarse o, si suena mejor, anquilosarse en la dialéctica de la Guerra Fría, aunque no debamos dejar de lado la amenaza del “socialismo del siglo XXI” (visible en Bolivia, Venezuela, Cuba, México, Chile, España), para seguir advirtiendo sobre “comunismo”.

La “nueva izquierda” no es menos lesiva, sino un avance de una revolución que puede remodelar su discurso y sus puntos de atención sin renunciar a sus fundamentos principales. Empero, no vamos a hacer un análisis exhaustivo, sino a hacer referencia a la OMS, con cierto respecto de la situación actual.

La OMS dista mucho de ser una autoridad médica

Comprensiblemente, quien no esté muy enterado sobre organizaciones políticas e intríngulis de las mismas puede pensarse que la Organización Mundial de la Salud (OMS) es un comité de sabios de la materia que indagan libremente en la verdad científica y sanitaria.

Que nadie piense de la misma como, salvando ideologizaciones impuestas por la corrección política, se puede pensar, más razonable, de entidades como la Sociedad Española de Cardiología, la Asociación Americana de Psiquiatría o la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra.

Durante años, el llamado “brazo sanitario” de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha velado, tirando de su financiación por supuesto, por la aplicación de lo que distintos grupos de presión izquierdistas reivindican por todos los medios, sin dejar margen para el disenso.

Bajo el disfraz terminológico de “salud sexual y reproductiva”, no cesan en tratar de eliminar obstáculos a ese genocidio de autoría médica que conocemos como aborto, tratando de venderlo incluso como una especie de panacea para los países del Tercer Mundo.

En línea con lo anterior, tienen su elevado interés en que los centros educativos se conviertan en unidades de adoctrinamiento contrarias a la estabilidad de instituciones naturales como la familia, recurriendo a una ideología de género que no deja de ser sino contraria a la antropología natural.

Incluso cabe recordar que, siguiendo las premisas del “animalismo vegano” (uno de los tentáculos de ese pretexto socialista que conocemos como “ecologismo”), pretenden que se prive al hombre de la ingesta de fuentes proteicas basadas en productos cárnicos.

Por otro lado, ni que decir tiene que, en relación al coronavirus codificado como COVID-19, se ha puesto de manifiesto una no sorpresiva connivencia con el régimen comunista chino, al que se puede implicar en esa acción humana, creadora de un virus que existe (se quiere o no magnificar en la histeria colectiva).

Eso sí, tanto no debería de sorprendernos esto último, sobre todo, siendo conocedores no solo de que el director de la OMS es comunista, sino que fue una pieza clave de una de las organizaciones responsables del Terror Rojo Etíope, que habría dejado un mínimo de treinta mil víctimas mortales.

A su manera, Donald Trump ha cuestionado las “acientíficas” recomendaciones de la OMS

La crisis del coronavirus ha caído en momentos en los que no pocas sociedades están damnificadas por una crisis relativista y de valores, en la que denotan un cortoplacismo relacionado con la desesperanza. De hecho, lamentablemente, la secularización avanza.

Así pues, es más fácil que la intencionada histeria colectiva, causada por políticos y medios de masas, suponga hurgar en la herida y fomentar que llevemos nuestra vida con miedo, sin esperanza de ninguna clase. Y ojo, siempre que pueden, tienden a asegurar nuestra confianza en la artificial providencia (Estado).

Pero la OMS no deja de agravar el problema. Para comenzar, cada vez que Tedros abre la boca, no es sino para fomentar la pérdida de esperanza entre la población, atemorizándola cada vez más. Por ejemplo, cuando insiste en que nunca se podrá volver de ninguna manera a cierta “normalidad”.

Al mismo tiempo, parece que lamenta que algunos confinamientos no puedan ser más estrictos (por ejemplo, el que recientemente se ha aplicado en la ciudad de Madrid). Eso sí, “con la boca pequeña”, a algún miembro de esta organización “se le ha escapado” reconocer que eso que llaman “confinar” no era buena idea.

Tal cosa supuso darle la razón a un Donald Trump obstaculizado en cierta medida por el Deep State (algo de lo que es consciente, por ejemplo, optando por ir dejando de lado al doctor Fauci). Este prefirió apoyar esas reacciones pro libertas de Estados como Texas, siendo consciente del impacto social y económico.

Encima, recientemente, manifestó claramente que el COVID-19 no debía de dominar nuestras vidas, tras recuperarse exitosamente (para disgusto de las hordas) con un fármaco llamado Remdesivir, que también está proscrito para el consenso cientifista.

Algo similar le ocurrió a Bolsonaro con la hidroxicloroquina. Sí, a otro líder consciente del peligro del Estado policial, al que también se contribuirá con una vacunación obligatoria que no solo supone un favor al crony capitalism, sino que facilitará en cierto modo la monitorización de los ciudadanos por parte del Estado.

De hecho, volviendo al asunto de la OMS, cabe recordar que, este pasado verano, drástica y claramente, Trump optó por sacar a los Estados Unidos de este ente supranacional, dada la evidente connivencia con la tiranía comunista china (de hecho, podría estar barajando una alianza alternativa).

Con lo cual, ya finalizando, ese brazo del establishment llamado OMS también puede ser penalizado en tanto que Donald Trump pueda volver a ganar. E insístase en que no es cuestión de ser negacionista del virus chino, sino de defender la libertad, la salud y la verdad frente lo que no deja de ser sino socialismo inhumano.



Ángel Manuel García Carmona es ingeniero de software. Reside en Madrid, España.

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