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El nuevo ‘Handmaid’s Tale” de California

California’s New Handmaid’s Tale, EFE

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Por Emma Waters*

Cincuenta años de Roe v. Wade han animado a muchos americano a pensar en los niños como una mercancía y no como un regalo. Muchos de nosotros ya no recibimos a los niños, sino que los tratamos como un accesorio que se personaliza según el deseo y la moda de los adultos.

Ahora, sin embargo, la tecnología nos permite ampliar esta visión desordenada a un territorio escalofriante. Esto incluye la fecundación in vitro (FIV) y la maternidad subrogada comercial, que consiste en contratar a una mujer para que geste el hijo de otra persona a cambio de una tarifa. La madre de alquiler actúa estrictamente como un recipiente o vehículo, distanciándose emocional y físicamente del niño que lleva.

No hay leyes federales que regulen la FIV o la gestación subrogada comercial; es una cuestión de ámbito estatal. Aunque tres estados tienen leyes que prohíben esta práctica, la mayoría de los estados no tienen una normativa o jurisprudencia coherente sobre la gestación subrogada. En su lugar, se basan en el derecho de familia tradicional para resolver las disputas sobre la custodia.

Algunos estados, como California, sancionan casi todos los deseos de los adultos de tener hijos con poco escrutinio, incluso cuando el resultado priva a un niño de una madre o un padre, o de una familia segura en la que crecer. Gracias a la permisividad de las leyes y a su relativa proximidad a Asia Oriental, el Estado Dorado se ha convertido en un punto caliente internacional para la gestación subrogada comercial. Como dijo un chino en una entrevista con NPR, “siempre que sepas lo que quieres y tengas el dinero, tener hijos en Estados Unidos siempre traerá ventajas”.

Desde aproximadamente 2013, los ciudadanos chinos adinerados han dejado de lado el tradicional turismo de natalidad, por el que una mujer china embarazada viene a Estados Unidos con la intención de que su bebé nazca aquí. En su lugar, han recurrido cada vez más a vientres de alquiler americanos para dar a luz a sus hijos.

Se trata de una sorprendente inversión del conocido fenómeno de los americanos ricos que adoptan niños chinos, especialmente niñas. Con la expansión del uso de suelo y vientres americanos para el turismo de nacimiento y la subrogación comercial, China es uno de los mayores clientes de la tecnología de reproducción asistida americana. El proceso puede costar más de 300.000 dólares por niño.

La subrogación comercial es ilegal en China. El tráfico de esperma, óvulos y embriones es contrario a la legislación china. En 2020, la Comisión Central de Asuntos Políticos y Jurídicos del Partido Comunista condenó el uso de la subrogación comercial por parte de un chino-americano. Incluso China, con sus atroces violaciones de los derechos humanos, condena la forma en que la maternidad subrogada mercantiliza los cuerpos femeninos.

Sin embargo, los intermediarios chinos y americanos pueden seguir comercializando úteros americanos como disponibles para fetos chinos, en lo que Pekín reconoce oficialmente como una forma de colonialismo de nacimiento deshumanizado. California, con su régimen permisivo de maternidad subrogada, promueve de buen grado este negocio antihumano.

Producir un hijo en Estados Unidos tiene muchas ventajas. Al nacer, los niños obtienen y mantienen la plena ciudadanía americana, certificados de nacimiento y números de seguridad social, acceso a la educación y una vía para que sus padres biológicos reciban la tarjeta de residencia cuando el niño cumpla 21 años. Algunas agencias se promocionan como una “alternativa más barata que el visado EB-5“, que cuesta 500.000 dólares, además de mucho tiempo y papeleo.

Con el turismo de parto, una mujer embarazada debe obtener un visado, viajar a Estados Unidos para dar a luz y encontrar una agencia que la acoja y le ayude a realizar los trámites necesarios antes de regresar a China. El proceso puede durar meses.

Ahora, sin embargo, una pareja o individuo chino puede simplemente trabajar con una agencia con sede en Estados Unidos para enviar su material reproductivo (esperma, óvulo o embrión) a un laboratorio de FIV e implantarlo en una madre de alquiler contratada para producir un embarazo viable. Todo ello sin salir de China.

A diferencia de la adopción, que es enormemente cara y complicada, la maternidad subrogada comercial en California no exige a los “padres compradores” que se sometan a una comprobación de antecedentes ni a un examen de seguridad en el hogar. Ni el estado, ni las agencias federales, ni los proveedores de servicios médicos hacen un seguimiento de los nacimientos de vientres de alquiler. Sólo las agencias de gestación subrogada disponen de esta información.

Ni el estado de California ni Estados Unidos saben quiénes son estos niños ni si sus padres son extranjeros.

El turismo de nacimiento, según estimaciones del Centro de Estudios de Inmigración, produjo 36.000 hijos de extranjeros nacidos en Estados Unidos solo en 2012. Estos niños, en su mayoría procedentes de China, nacen aquí con la única intención de recibir la ciudadanía antes de regresar a su país de origen. Del mismo modo, los datos anecdóticos de una sola agencia de California revelan unos cientos de nacimientos anuales a través de acuerdos comerciales de subrogación.

Las implicaciones distópicas de este proceso son evidentes. Una enfermera de partos describió el proceso como “tráfico sexual; la comercialización definitiva de los niños”. Por ejemplo, si un hombre compra el óvulo, el vientre y el papeleo necesario, se disuelve la línea que separa un acuerdo de subrogación comercial legítimo, impulsado quizás por circunstancias de salud desafortunadas, de la venta directa de bebés.

Además, la ciudadanía americana no debería ser un juego. Los ciudadanos de Estados Unidos deben considerarse a sí mismos como americanos. Ese es el objetivo mínimo de la asimilación. Del mismo modo que los niños no son mercancías que se puedan comprar, vender o personalizar según la voluntad de una persona, la ciudadanía tampoco lo es. Tener miles de niños nacidos con la ciudadanía americana pero criados geográfica, étnica y culturalmente como chinos socava la identidad americana y es también un grave problema de seguridad nacional. 

Los sistemas internacionales de gestación subrogada comercial promueven la mercantilización de las mujeres y los niños, y contribuyen a una cultura que considera a los seres humanos como objetos. Esta práctica también devalúa el significado de la ciudadanía. Nuestro gobierno debe poner fin a este odioso sistema.


*Emma es investigadora asociada en el Centro Richard y Helen DeVos para la Vida, la Religión y la Familia de la Fundación Heritage.

Este artículo forma parte de un acuerdo entre El American y The Heritage Foundation

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