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Las elecciones del siglo: el choque entre dos formas antagonistas de ver el mundo

Biden Trump

En los últimos meses se ha presentado un debate bastante álgido en redes sociales y medios de comunicación, que se ha vuelto incluso ofensivo entre distintas partes sobre las elecciones presidenciales de Estados Unidos; algunas personas que no paran de mirarse el ombligo cada mañana acusan de tontos a quienes desde Venezuela, España, Argentina, Colombia, México, y el resto de países de América y Europa, le han brindado un seguimiento casi obsesivo al desenvolvimiento de este encuentro electoral. Desde su supuesta altura intelectual un grupo ha tachado de tontos a quienes han comprendido la importancia de este evento, que más que una trivial elección presidencial, se ha convertido en un choque de culturas, en dos formas completamente distintas de concebir, no solo Estados Unidos, sino a la civilización occidental y el mundo. 

Durante el último siglo Estados Unidos ha sido el faro de la libertad y la punta de lanza contra los autoritarismos del planeta, ha sido la primera potencia, quien con sus defectos y virtudes ha marcado una agenda interna y externa que ha logrado mantener a raya los gobiernos totalitarios de Oriente, en sus intentos por implantar administraciones satélites con sistemas antidemocráticos en el resto de regiones, pero especialmente en África, Europa del Este, Sur y Centro América; y esto se ha producido debido a la fuerza y equilibrio de sus instituciones, a la enorme libertad de prensa, y a un sistema bipartidista republicano y democrático que ha puesto en disputa a dos partidos que desde el centro miraban a la izquierda y derecha, pero manteniendo siempre el mismo norte: la libertad, el capitalismo, el mercado, y la igualdad ante la ley sobre todas las cosas.

Hace cuatro años la aparición de un outsider de la política cambió todo esto, cuando el empresario Donald Trump anunció que se postularía a presidente de Estados Unidos, muchos lo tomaron como un chiste (incluyéndome), pero cuando empezó a crecer en el ala republicana, el chiste dejó de ser gracioso y empezó a transformarse en una pesadilla para el status quo reinante en Washington.

A partir de allí inició una serie de ataques de la prensa que convirtieron al actual presidente de Estados Unidos en un reciclador de odios sobredimensionados, en un sujeto de burlas, descalificaciones y campañas sucias. El día que se anunció que Donald Trump le había ganado a Hillary Clinton las elecciones presidenciales, yo mismo no me lo podía creer, The New York Times le había dado a Clinton un 85 % de posibilidades de triunfo, y además habían estado constantemente disparando en contra del republicano, ese mismo día yo también pensé que Estados Unidos se iría al demonio y no lograba comprender como la mitad del país había decidido votar por quien yo consideraba un soberbio, ignorante, salvaje e impertinente sujeto; la verdad sea dicha, Donald Trump me calló la boca, a mí, y estoy seguro que a millones de personas.

Con el paso de los meses y años, las políticas de Donald Trump comenzaron a provocar cambios importantes en el país, sus medidas para desregularizar la economía, bajar impuestos, acabar con tanta burocracia generaron una creación de empleos sin precedentes que favoreció sobre todo a las comunidades negras y latinas, mientras que a su vez iba dejando clara su postura en contra de los sistemas autoritarios socialistas de la región y el mundo; no sé exactamente en qué momento dejé de observar a Trump como el mismísimo diablo, pero de la noche a la mañana empecé a percatarme que tenía razón en muchas cosas, y sus famosas acusaciones de Fake News, que antes observaba con desprecio, ahora empezaba a analizarlas contrastando las fuentes, entonces me sorprendí: “de verdad son noticias falsas las que inundan a este sujeto, definitivamente lo quieren destruir”.

Donald Trump logró lo que nadie se hubiese podido imaginar, convirtió a medios sumamente respetados en el mundo, como es el caso del Washington Post, CNN, The New York Times, entre otros, en meros instrumentos de propaganda a favor de una causa contraria a los Estados Unidos; aunque viendo en retrospectiva, no es que Trump los haya transformado, creo que lo que hizo fue evidenciar algo que antes nadie se había atrevido a desvelar: que hay unos grupos de poder fuertemente constituidos en Estados Unidos, que no permite o concibe que algún outsider de la política imponga sus normas alejados de los intereses de estas élites, o de lo contrario le declararán formalmente la guerra, además que, en el norte de América se ha venido desarrollando una batalla cultural desde hace décadas que comienza a brindar resultados para el marxismo internacional.

Un ejemplo de esta guerra encubierta se presenta en la industria armamentista, Donald Trump, a quien han tildado de nazi, fascistas, asesino, discípulo de Hitler, es el único mandatorio desde Jimmy Carter que no ha iniciado alguna invasión en otro país, ha reducido drásticamente las tropas norteamericanas en zonas de conflicto, y ha concretado tres importantes tratados de paz internacional en Medio Oriente y en los Balcanes; mientras que Barack Obama, su antecesor, durante los 8 años que estuvo en el poder, pasó todos y cada uno de sus días en la Casa Blanca inmersos en guerras, y aun así, gracias a los favores de la prensa, se hizo con los honores de recibir el Premio Nobel de la Paz.

La guerra de los grupos de poder se ha vuelto tan extremista y radical, que hace un par de semanas fue publicado en The New York Times un artículo en el que se pedía a las Naciones Unidas intervenir a los Estados Unidos. Sí, desde el aparato de propaganda del partido demócrata, el medio que además anunció formalmente que apoyaba a Biden para presidente de los Estados Unidos, se emite un artículo en el que se pide una intervención por parte de un organismo que tiene a su cabeza tanto a China, como a Rusia, los enemigos declarados de los Estados Unidos y la vida occidental; este tipo de requerimientos en cualquier país medianamente autoritario hubiese sido considerado un delito de traición a la patria, pero en los Estados Unidos de Donald Trump esto se ha convertido en una cotidianeidad.

El mundo ha sido testigo de cómo en los últimos meses se ha perpetrado un plan para desestabilizar a los Estados Unidos, grupos terroristas y otros radicales violentos, como Antifa, Black Lives Matter, entre otros, han generado una destrucción generalizada de la propiedad privada, saqueos, incendios, robos, desmanes, anarquía y destrucción; y a través de ello han intentado seguir impulsando la narrativa del “supremacismo blanco” en Estados Unidos, el racismos sistemático, mientras se hace apología al marxismo cultural en una nación que ha sido penetrada desde la academia por los enemigos del país.

Hace un par de décadas el discurso socialista era el outsider en el país, el mainstream era conservador y capitalista, esto se ha invertido, en Estados Unidos ahora está de moda hablar de justicia social, de redistribución de la riqueza, de abolir el capitalismo, y esta narrativa es impulsada por los voceros del partido demócrata y por supuesto, por sus medios de comunicación.          

Es por todas estas razones que hoy las elecciones de Estados Unidos no definen solamente quien será el próximo presidente de los Estados Unidos, definen palabras más, palabras menos, el destino de la civilización occidental de los próximos años, ya en el norte de América no hay un debate entre demócratas y republicanos, hay una contienda entre socialistas/progresistas contra conservadores/libertarios; la verdad sea dicha esto no se trata exclusivamente de Donald Trump y su figura, se trata de dos formas completamente antagonistas de ver el mundo; los demócratas actuales quieren acabar con el sistema económico que ha predominado en Estados Unidos desde su fundación, quieren abolir las ideas de George Washington y sus estatuas (esto también lo escribieron en una columna del The New York Times), se han transformado, sabiéndolo o no, en el instrumento más preciso de los enemigos de América y Occidente para destruir a la primera potencia del mundo; estoy seguro que si John y Robert Kennedy estuviesen vivos estarían avergonzados del actual partido demócrata y hubiesen migrado al GOP.

En un par de días se decidirá en Estados Unidos el futuro del mundo, no permitan que unos tontos que no conocen más nada que su propio ombligo les diga que esto no es tan importante, son realmente las elecciones más trascendentales del último siglo, y definirán si el mundo podrá seguir contando con una primera potencia comprometida con los valores de la libertad y la razón, o si por el contrario se constituye un gobierno que se rendirá ante el mandato de la China comunista, permitirá el auge de la infame “justicia social” socialista, y creará un nuevo orden mundial completamente distinto al que conocemos hoy en día.

Así usted no vote siéntase parte de estas elecciones, haga fuerza por su candidato, hable con sus connacionales que tienen derecho a votar en Estados Unidos, su futuro también está en juego.

Emmanuel Rincón is a lawyer, writer, novelist and essayist. He has won several international literary awards. He is Editor-at-large at El American // Emmanuel Rincón es abogado, escritor, novelista y ensayista. Ganador de diversos premios literarios internacionales. Es editor-at-large en El American

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